Capítulo 54. Los niños están en peligro
Eber y Aaron llegaron al subterráneo, según las indicaciones que Brett les envió en sus dispositivos comunicadores.
- ¡Guau! ¡En verdad son útiles estas cosas! – comentó Eber – Cuando nos las confiscaron en nuestro encierro, no teníamos otra opción más que mantenernos juntos y depender de los sirvientes para hacer los recados.
- Debió ser duro ese día en que nos esperaron – dijo Aaron, sin evitar sentir pena – Pero admiro cómo lo sobrellevaron. Especialmente Brett. No lo recordaba así de osado.
- Brett ya no es el niño de antes – dijo Eber – Durante estos diez años de estadía en el país, logró curar su tartamudeo. Si bien todavía le sale cuando se pone muy nervioso o le habla una mujer que no sea una sirvienta, pues debo decir que ha mejorado. Pero cuando se tomó en serio el papel de esposo principal y hermano mayor, se esforzó por protegernos, mantener nuestra dignidad intacta y hacerse respetar. Aunque…
Eber hizo una pausa, frunció el ceño y, con los puños cerrados, dijo:
- ¡Todavía cree que puede solucionarlo todo solo! ¡Por eso se mete en problemas! ¿Qué aún no se entera que soy más fuerte y resistente que él y no necesito que me cuide? Si tan solo me viera como su apoyo y confiara un poquito más en mí…
El príncipe pelirrojo se interrumpió, respiró hondo como para intentar tranquilizarse. Aaron, apoyando una mano sobre su hombro, le dijo:
- Yo creo que él si confía en ti. Por eso te pidió que le acompañaras a entregar esas flores a su esposa y hasta te confió su vida para que lo salvaras cuando hacía esa… “distracción” – el duque hizo una extraña mueca – él te necesita para que seas su fortaleza, pero nunca lo admitirá abiertamente. A todo esto… ¿Planean seguir casados con la reina Panambi después de que nos llevemos a Roger?
Eber lo pensó por un rato. Luego, respondió:
- Sé que Brett si planea mantener los votos, ya que quiere llevar a cabo una iniciativa que fue aprobada en la reunión del Consejo. En cuanto a mí… sí, seguiré con ella porque la amo con locura, a pesar de todo lo que nos hizo pasar durante nuestro matrimonio. Además, también quiero apoyar a Brett en su sueño. ¿Sabes? Muchos de los sirvientes que demostraron ser leales a él y lo sirven a voluntad ya lo tratan como a un rey. Si bien él no está interesado en obtener ese título, tengo la corazonada de que nuestra esposa ya lo está considerándolo para otorgárselo a futuro. Y por mi parte… quiero proteger a los niños, revisar algunas leyes para hallar algunas falencias relacionadas con el sistema de la protección y la seguridad contra redes criminales que operan en el país. Mi sueño es que ningún niño vuelva a sufrir en este mundo… ¿Sabes? En una de nuestras misiones, encontré a una niña en una cueva que estaba a punto de derrumbarse. Cuando perdí las esperanzas, ella se aferró a mí y, por primera vez, tuve mucho miedo. Miedo de no poder salvarla, o de lastimarla con mi fuerza. Pero a pesar de todo, ella confió en mí, en un desconocido, que la tomó para garantizarle un futuro prometedor y una larga vida. Eso me abrió los ojos para armar mi iniciativa y complementarla con la de mi hermano Brett, que se enfoca en el apoyo médico y psicológico de las víctimas de abuso. Soy un hombre fuerte y deseo usar mi fuerza para cuidar a los más desamparados, así como lo hice con esa niña.
Aaron se sintió conmovido por las palabras del príncipe pelirrojo. Lo recordaba como un chico bruto y mal hablador, poco digno de un príncipe. Pero verlo ahí, queriendo usar su fuerza para proteger a los débiles, le conmovió el corazón. Así es que le dijo:
- Sabes que, si nuestra madre nos lo ordena, no tendremos otra opción más que regresar con ustedes al reino del Este. Pero tanto Abiel como yo queremos respetar sus deseos. Si le digo que tienes interés en mejorar la seguridad e inmiscuirte en los asuntos del Estado, podría lograr que cediera y los dejaría en paz. Solo quiero que sepas que somos leales a la corona del Este, pero estamos haciendo todo lo posible para que ustedes permanezcan en este país de por vida.
- Lo entiendo, hermano – dijo Eber, ensanchando una sonrisa – No les guardaré rencor si deciden llevarnos a la fuerza, pero no dudes que nos resistiremos y les daremos muchos dolores de cabeza. De hecho, ya se los causamos a nuestra esposa. Ja ja ja.
Ambos llegaron al lugar y se encontraron a cinco niños, atados de pies y manos, con las miradas perdidas. Eber no evitó sentirse asqueado por cómo Roger los tenía en situaciones precarias, temiendo que Rhiaim estuviese en una condición similar.
Aaron se acercó a ellos y, éstos, palidecieron al creer que se trataba de un guardia. Pero sacó un cuchillo y cortó las sogas, diciéndoles:
- Tranquilos, ahora están a salvo.
Pero entonces, escucharon la alarma y una voz potente que decía:
- ALERTA. EL OBJETO DE EXPERIMENTO ESCAPÓ. QUE NADIE SALGA DEL RECINTO. REPITO. QUE NADIE SALGA DEL RECINTO. EL QUE INTENTE ESCAPAR SERÁ DISPARADO EN LA PIERNA.
- Bueno, al menos tu esposa no les rompió las piernas – dijo Aaron, con sarcasmo.
- ¡Mira! ¡Aquí hay un conducto! – señaló Eber – Pero es muy estrecho para nosotros dos…
- Ahí podrán escapar los niños – dijo Aaron, comunicándose de inmediato con los soldados que los respaldaban desde afuera – mis hombres se encargarán de ellos y los mantendrán a salvo mientras buscamos al resto.
Eber se acercó a los niños y les indicó:
- Formen una hilera y los subiré al conducto. Síganlo hasta el final. Ahí les esperará algunos soldados y, quizás, dos encantadoras damitas.
- ¿Y qué hay de ustedes? – preguntó uno de los niños.
- Pelearemos contra los tipos malos que los secuestraron – le dijo Eber, mostrando una amplia sonrisa – Pagarán por todo el daño que les hicieron. Así es que no se preocupen por nosotros y concéntrense en escapar.