Los esposos de la reina

Capítulo 55. La determinación del príncipe

Poco a poco, los guardias que fueron trasladados a planta baja por Brett fueron capturados por los escoltas y soldados que consiguieron infiltrarse ahí. Los limpiadores, médicos, enfermeros y personal en general, fueron acorralados. Ante el temor de la presencia de la corona de ambos reinos, dijeron todo lo que sabían sobre Roger y su mecanismo de reclusión para que nunca nadie se animase a traicionarlo.

Y es que, en su mayoría, los sirvientes provenían de orígenes humildes. Y tras ser reclutados por los sicarios contratados por Roger y su equipo proveniente del “Viejo Mundo”, éste les prometió que no tocaría a sus hijos si se mantenían calmados y seguían sus órdenes.

Mientras interrogaban a la gente que trabajaba en la vieja fábrica, el escolta del duque Aaron recibió un mensaje de su señor, que decía:

Mi hermano Eber y yo estamos detenidos en el subterráneo. Descuida, no nos harán daño si mantenemos la calma. Por ahora, enfóquense en capturar a Roger y esperen más instrucciones.

El escolta del duque Abiel, en cambio, recibió otra indicación de su señor:

Ya rescatamos a mi hermano Rhiaim y estamos contactando con la reina Panambi para que nos rescate. Mi hermano Brett está recorriendo los pisos superiores, junto con la ex reina Aurora, para enviarles a los guardias de Roger en la planta baja. Cuando los capturen, busquen a mi hermanito que sospecho que está planeando otra de sus locuras y DETENGANLO.

Ambos escoltas dieron un bufido por recibir indicaciones tan contradictorias.

  • Prefiero que estén juntos – dijo el escolta de Aaron – así sus mentes se sincronizan mejor.
  • Sí – dijo el escolta de Abiel – cuando están separados, revelan sus contrastes y diferencias de sus puntos de vistas. En este caso… ¿Qué haremos?
  • ¡Que cada uno obedezca a su Señor! Yo iré a buscar a Roger.
  • Entonces iré tras el príncipe Brett. Pero antes…

El guardia se acercó al caballero Luis, le explicó la situación y éste dijo:

  • Tengo órdenes de aplicar la fuerza si se resiste, pero… ¡Me daría pena hacerlo! ¡El príncipe Brett es muy amable conmigo y hasta me dio una oportunidad por acceder a cuidar las espaldas de su amiguito el plebeyo en el pasado!
  • A veces debemos dejar a un lado los sentimientos para proteger a nuestros señores – dijo el escolta de Abiel – Sé que el príncipe Brett lo entenderá, así es que vamos juntos a detenerlo e impedir que se meta en problemas.
  • Está bien. Vayamos a buscarlo.

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Eber y Aaron seguían detenidos en el subterráneo. Como sus captores estaban armados con rifles, prefirieron mantener la calma y esperar a que el resto siguiera con la misión de rescate.

Aaron manipuló su dispositivo. Un guardia lo miró y, riéndose de él, le dijo:

  • ¡De nada sirve pedir ayuda! ¡Contamos con antenas antirradares que bloquean toda clase de canales de comunicación externas!
  • ¡Oh! ¿En serio? ¡Qué mal! – dijo Aaron, fingiendo desesperación.

Eber, quien comenzó a mirar hacia el techo, se preguntó en voz baja:

  • No entiendo qué pretendía Roger al pedirle que bajara al subterráneo.
  • Sospecho que quiere reunirnos a todos aquí – le dijo Aaron, al oído – Al menos no te reconocieron, así es que será mejor que sigas actuando como mi subordinado.
  • ¿Será que vendrá el her… digo el duque Rhiaim a rescatarnos? – preguntó Eber.
  • Si mi hermano Abiel logró encontrarlo antes, dudo que le deje bajar hasta aquí – dijo Aaron para, luego, seguir hablándole al oído – Por ahora, dejemos que Abiel y Brett se encarguen de elaborar un buen plan.
  • Ni modo – dijo Eber, encogiéndose de hombros – dejemos que los cerebritos piensen por nosotros. Solo espero que Brett no les persuada de que lo dejen solo para una de sus “distracciones”.
  • Pues si no quiere que le rompa las piernas, Brett lo pensará dos veces antes siquiera de proponérselo – dijo Aaron, con una sonrisa maliciosa – en verdad me daría pena lastimarlo, ya que es un chico frágil y delicado. Pero, como su hermano mayor, debo dejar de lado los sentimientos para…
  • ¿¡¿Qué tanto están cuchichenado?!? – bramó uno de los guardias, apuntándoles con su rifle - ¡Ni se les ocurra nada o les disparo!
  • ¡Bueno! ¡Tranquilo, hombre! – dijo Aaron, levantando ambas manos.

Ambos hermanos volvieron a permanecer en silencio. De vez en cuando, miraban sus dispositivos. Como desactivaron el sonido, debían verificar a cada tanto que recibieron algún mensaje. En eso, Aaron encontró una nota que pertenecía a Rhiaim, diciéndole:

Soy Rhiaim. Me encontré con Abiel y Brett. Estamos contactando con la reina para que nos rescaten. Brett y la ex reina se están encargando de persuadir a las personas que están inconformes con Roger para que nos apoyen. Por favor, ténganos paciencia. PD: Me enteré que golpeaste a Brett. ¿No te acuerdas que te dije que no golpearas a tus hermanitos porque eres ridículamente fuerte? ¡PUEDES REVENTARLOS, DEMENTE!

Aaron palideció y tragó saliva ante la advertencia de Rhiaim. Al final, murmuró resignado:

  • Como digas, hermano mayor. Seré amable con Brett.

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Mis escoltas me avisaron que ya tienen a los guardias detenidos en la planta baja. Te esperamos en la terraza, ya enviamos un mensaje a la reina. Cuando estés con nosotros, veremos de capturar a Roger y rescatar a nuestros hermanos sin que nadie salga herido. Por favor, no te entretengas ni te expongas innecesariamente al peligro.

Brett dio un suspiro tras recibir el mensaje de su hermano Abiel. Comenzó a recorrer los pasillos vacíos, intentando no alarmarse por el estado deplorable del edificio.

  • Como príncipe, nunca imaginé que estaría en esta clase de sitios – se dijo Brett - ¡He vivido en una burbuja toda mi vida! Pero supongo que… está bien que conozca este lado del mundo. Si decido continuar con mi proyecto, es bueno encontrarse con esta realidad… pero no creo que mi esposa esté de acuerdo. Después de esto, seguro me volverá a encerrar con la excusa de querer “protegerme” aunque no necesito de su cuidado. A pesar de todo, la amo y quiero estar con ella. Pero, también, me encanta fastidiarla, burlarme de sus guardias e, incluso, desafiarla y cuestionarla.




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