Los esposos de la reina

Capítulo 57. Una utopía distópica

Mientras Zlatan y Uziel se encargaban de interrogar a los sospechosos, los soldados de la reina aprovecharon para instalar cámaras y micrófonos en el galpón a modo de monitorear sus movimientos. Luego, cuando llegaron los helicópteros con los rehenes, duques, príncipes y Roger, los metieron a todos adentro para que se “pusiesen al día” mientras los vigilaban. Una de las espías de la condesa Yehohanan se ofreció a enviar, vía drones, las grabaciones de las cámaras ocultas a la residencia donde se encontraba Rosa y, así, ella se encargaría de enviar las transmisiones a la reina Panambi.

La joven monarca los recibió y transmitió en el salón de reuniones, donde se encontraban reunidos la duquesa Dulce, la condesa Yehohanan, la duquesa Sofía, el barón Orestes y los pocos nobles simpatizantes con la nueva monarca que decidieron apoyarla en la operación rescate.

  • A pesar de que me aseguraron que traerían ellos mismos a los príncipes junto a mí, sé muy bien que los duques Aaron y Abiel nunca traicionarían a la reina Jucanda – explicó la reina Panambí a los presentes – Así es que sospechaba que, en caso de que les diera una orden directa, éstos aprovecharían que estarían en una zona sin señal para llevarlos al reino del Este. Fue por eso que los menores permanecieron en el galpón, junto con los soldados de mi tropa, mientras los mayores decidieron entrar en la base de Roger para rescatar a la ex reina Aurora y al duque Rhiaim y, así, realizar la llamada de emergencia.
  • Esos duques son bastantes listos – dijo la duquesa Sofía – Si bien ellos se asegurarían de que los más jóvenes no se expusieran al peligro, también fue como una manera de darnos la garantía de que no “desaparecerían” tras la operación rescate.
  • Sin embargo, mis esposos mayores no pudieron evitar exponerse al peligro – lamentó Panambi – mi esposo Eber fue detenido en el subterráneo junto al duque Aaron, cuando intentaron rescatar a unos niños que estaban encerrados ahí. Y mi esposo Brett fue secuestrado por el propio Roger, aunque sospecho que se entregó a propósito para evitar que éste escapara y, así, los duques pudiesen hacer su trabajo.
  • Bueno, esas cosas no se pueden evitar en esta clase de operaciones – dijo el barón Orestes – Aunque, por otro lado, tus detractores supieron que usted priorizó el rescate del príncipe Brett que del príncipe Eber. Si bien el argumento fue que el príncipe Eber estaba protegido por su hermano mayor, los nobles opositores lo han tomado como una señal de que el príncipe Brett es en verdad su esposo favorito. Ya de por si existía ese rumor en la Alta Sociedad, pero terminó confirmándose tras esta operación.
  • En ese caso, habría que priorizar la protección del príncipe Brett – dijo la duquesa Sofía – lo ideal sería que no saliera del palacio bajo ningún pretexto excepto si se le asigna una misión. Como reina y esposa, debería hablar con él para que, a futuro, no oponga resistencia ni intente escapar.
  • Hice eso y no resultó – dijo la reina Panambi – al principio, creía que el príncipe Brett era el más dócil de los hermanos, pero resultó ser el más problemático. Y cuando les limité sus movimientos y los mantuve incomunicados, se volvió aún más incontrolable hasta el punto de rechazar a los sirvientes y guardias que le asigné para que lo cuidaran – la joven hizo una pausa, respiró hondo y continuó – me atrevería a decir que tiene la astucia de una mujer. Si bien siempre tuvo problemas en comunicarse con una, en el fondo las admira y, al asumir su rol de esposo principal y hermano mayor, decidió aprender de ellas para controlar sus instintos a voluntad y conseguir aliados dentro del palacio sin aplicar la fuerza.

Todos los nobles comenzaron a murmurar entre sí ante las últimas palabras de la reina Panambi. Ella dio un par de palmadas para que volvieran a guardar silencio y continuó: 

  • La única forma de conseguir que me obedezca a voluntad es darle su espacio. Estoy planteándome que pueda ir a la Capital cuando lo desee, sin tener que acudir a mí para que le otorgue el permiso. Por supuesto, tendrá que ir con sus escoltas y dos soldados extras para que monitoreen sus movimientos y, en eso, no tendrá ningún derecho a réplica. Y, también, contaré con que el príncipe Eber lo acompañe para respaldarlo con su fuerza. De los dos, mi esposo Eber es más reacio a escucharme que mi esposo Brett.

Cuando la transmisión se activó, interrumpieron su charla. Ahí, vieron a los duques Aaron y Abiel hablar con los príncipes Zlatan y Uziel sobre su decisión de seguir casados o no con la reina. Cuando Zlatan habló, Panambi sintió un atisbo de remordimiento por generarle esa desconfianza al intentar aprovecharse de él cuando tuvieron su noche compartida. Por su parte, la duquesa Dulce se sintió conmovida cuando él la mencionó. Si bien no dijo su nombre, supo que hablaba de ella, por lo que su corazón se aceleró y se llenó de alegría.

En eso, se puso de pie y declaró:

  • Su majestad, le ruego mil disculpas por mi atrevimiento. Sé que no está bien fijarme en un hombre casado, pero no pude evitar conmoverme por el lindo sueño del príncipe Zlatan y su deseo de compartir conocimiento con el mundo. Por eso le pido que, si desea anular su matrimonio, me permita cuidar de él y apoyarlo para trabajar juntos por un futuro prometedor de la nación.
  • En ese caso, estoy a favor de la duquesa Dulce – dijo la condesa Yehohanan, también poniéndose de pie – si decide anular su matrimonio con él, volvería a quedar bajo mi custodia. Pero… - la condesa volvió a mira la transmisión y notó que le príncipe de los lentes tenía una mirada que nunca creyó que vería en él – presiento que será mucho más feliz con la duquesa, lejos del entorno tóxico del palacio y sin cargar constantemente con la culpa de que sean sus hermanos mayores quienes paguen sus platos rotos.

Panambi palideció ante las fuertes declaraciones de la condesa. Aún si su plan era quedarse con los cuatro, sabía que eran mucho más difícil de controlarlos. Y lo pudo comprobar cuando lograron burlar a los guardias con mucha facilidad en sus primeros días de casados. Pero todavía le era difícil soltarlo, por lo que decidió posponer esa decisión diciendo:

  • Escuchemos lo que dice el príncipe Uziel y ya llegaré a un acuerdo.




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