Los esposos de la reina

Capítulo 58. Un rescate exitoso

El equipo de rescate llegó al palacio, siendo recibido por una gran cantidad de espectadores que querían ver a los heroicos príncipes del Este trayendo al sujeto que, por casi un año, secuestró y experimentó con niños de distintos estratos sociales.

Brett se conmovió al ver cómo muchas personas les agradecía por todo lo que hicieron. Pero en el fondo se sentía preocupado ya que, tras priorizarse su rescate, muchos detractores de la actual reina lo consideraron su “favorito” y buscarían a toda costa arruinarla, a través de él. Sin embargo, estaba dispuesto a soportarlo si, con eso, ayudaba a los más vulnerables del sistema y protegía a sus aliados con su propia fuerza.  

La reina Panambi, al verlos llegar triunfantes, abrazó a Brett y Eber y les dio un beso a cada uno. Luego, miró a Brett y le dijo:

  • Me enteré que desobedeciste a tus hermanos mayores y te expusiste al peligro para “apoyarlos”. ¿Es que siempre tienes que ir al extremo?

Brett puso una expresión triste, como si se estuviese arrepintiendo de sus acciones. Luego, pestañeó varias veces para dar una imagen de ternura y, con una voz lastimosa, le preguntó:

  • ¿Me volverás a castigar?
  • Sabes que no caeré en tus trucos – dijo Panambi, frunciendo el ceño.
  • Entonces me esforzaré más, querida esposa – dijo Brett, haciendo una reverencia y marchándose directo a su habitación, en compañía de su escolta y otros dos soldados extras.

Panambi dio un suspiro y no evitó sonreír de alivio al verlo a salvo. Luego, miró a Eber y le pidió:

  • Vigila que los soldados no molesten a tu hermano. Como sus escoltas estarán muy ocupados por recibir la visita de sus familiares, no podrán cuidarlo momentáneamente en su reposo. Por su imprudencia, Brett no tiene permitido salir de su habitación hasta mañana, pero le dejaré la puerta abierta.
  • Está bien, querida esposa – dijo Eber – Pero… ¿Por qué le dejaría su puerta abierta?
  • Es para que pueda recibir a los sirvientes que prometió ayudar por demostrarles lealtad durante su encierro – dijo Panambi, ensanchando una amplia sonrisa – como tiene instalado el comunicador en su dormitorio, podrá usarlo para hacer los contactos y, de paso, consultarme sobre el total de su presupuesto. A pesar de sus intenciones, no quiero que derroche su dinero aún si es por una “buena causa”, así es que estaré monitoreando sus ahorros personalmente.

Eber comenzó a reírse por el último comentario. Luego, le dijo:

  • Descuida. Brett es bueno gestionando su dinero, pero entiendo lo que dices. Iré a acompañarlo y, si surge algo, te avisaré.

Cuando los mayores se marcharon, la reina contactó con el médico real y le dijo:

  • Atiende a los niños que mis esposos pudieron rescatar. Lamentablemente, todos son de paradero desconocido, así es que no tengo otra opción más que enviarlos en orfanatos. Pero, mientras, encárgate hasta que se recuperen.
  • Sí, su majestad – dijo el médico.

La joven monarca se acercó a los duques y les dijo:

  • Desde ya les agradezco que hayan cuidado a mis esposos y los haya traído con vida. Espero que no les hayan causado problemas.
  • Al contrario, majestad – dijo Aaron – son chicos brillantes y valientes. No hay duda de que se adaptaron muy bien en este país.
  • Atendimos sus deseos y, por eso mismo, veremos de persuadir a nuestra madre de que los deje en paz – continuó Abiel – Al menos sabemos que nuestro pequeño hermanito no despertará ningún interés en ella por renunciar a su título, pero el resto…
  • … usaremos sus argumentos como favor a nuestro reino – continuó Aaron – Si bien Zlatan declaró que no desea seguir con el matrimonio, seguro a nuestra madre le gustará saber que estará en contacto directo con el pueblo siendo esposo de una duquesa.
  • Y, por supuesto, no levantará mano contra esta nación sabiendo que su primogénito está vivo – dijo Abiel – además, dos de sus hijos se inmiscuirán en asuntos del estado. Ella sabe bien que usted los cuidará como valiosas joyas para que nunca les pase nada malo.

Panambi reflexionó las palabras de los duques y les dijo:

  • En verdad admiro cómo siguen manteniéndose fieles a su madre a la par que respetan los deseos de sus hermanos menores. Y como les estoy eternamente agradecida por apoyarnos en esta misión, les invito a que visiten el país cuando lo deseen. Las puertas siempre estarán abiertas.
  • Gracias por su generosidad, majestad.

Cuando dejó a los duques, se acercó a Zlatan y Uziel y les dijo:

  • Me enteré que no quieren seguir con el matrimonio. Si les hice daño, desde ya les pido mil disculpas. No pretendo que mantengamos los votos, pero… si tienen algún deseo… pueden pedírmelo y se los cumpliré.
  • Solo quiero que trate bien a Brett y Eber – dijo Zlatan – y no los mantengas incomunicados. Al menos deja que se comuniquen con sus amigos, que no pierdan sus contactos.
  • Estoy de acuerdo con Zlatan – dijo Uziel – también, que los dejen salir de vez en cuando.
  • Descuiden. Ya no los dejaré incomunicados y hasta podrán ir a la Capital. A todo esto…

Se acercó a Rhiaim y Yehohanan, que estaban abrazándose con mucha fuerza tras el emotivo encuentro. Los miró fijamente y les dijo:

  • Hay alguien que quiere hablar con ustedes dos.

Luego, miró a sus esposos jóvenes y les dijo:

  • Ustedes también, vengan.

Los cuatro siguieron a la reina hasta su oficina, en donde les esperaba la duquesa Dulce. Cuando entraron, la reina les dijo:

  • Me marcharé para atender otros asuntos. Quiero darles mayor privacidad para conversar mejor. Si necesitan algo, hablen con mi secretaria y ella me contactará de inmediato.

Cuando los dejó, vio a lo lejos a la ex reina Aurora junto a su esposo, ambos abrazándose y llorando de la alegría. Pensó que en verdad hacían una buena pareja y se preguntó si, a futuro, ella también llegaría a ser así con sus esposos. Mientras se imaginaba eso, fue a la habitación de Brett para corroborar que estuviese cómodo. Los soldados Van y Rojo se encontraban franqueando su puerta a los costados, así es que intuyó que Eber les pidió que se encargaran ellos de cuidar de Brett durante su encierro.




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