Los esposos de la reina

Capítulo 60. Y vivieron felices los tres

Tras la ausencia de Zlatan y Uziel, la reina Panambi tuvo que reorganizar sus horarios de encuentro nocturno con sus esposos. Pero, también, comenzó a pasar el tiempo con ellos para cenar juntos, leer un libro o charlar en el patio para ponerse al día con sus actividades.

Una semana después, la reina pasó la noche con Brett y, como siempre, él se encontraba acostado boca arriba, con ella encima. Mientras lo besaba, la reina notó que su dulce esposo comenzó a mover sus manos hacia arriba, apoyándolas por los costados.

En eso, lo tomó de las muñecas y las aprisionó sobre el colchón, diciéndole:

  • Hoy no tienes permitido tocarme.

Brett, que recuperaba el aliento, le preguntó:

  • ¿Aún sigues molesta por lo que hice en el pueblo?
  • Un poco. Pero puedo entender la situación. Ahora, deja que te “descontamine” y mantente quieto.

La reina, sin soltarlo, volvió a besarlo y, esta vez, bajó hasta su cuello y le dio un leve mordisco que lo hizo gemir. En eso, lo contempló por unos instantes y, al verlo ruborizado, se sintió satisfecha.

  • Aún cuando quieres llevarme la contra, todavía sigues teniendo esas reacciones tan bonitas – le dijo la reina al oído.
  • No pienso rendirme – dijo Brett, mirándola a los ojos sin dejar de lado su sonrojo – algún día, sé que podré ganarte.

La reina lo calló con un beso y, luego, lo soltó para bajar hasta su torso, llenándolo de más besos. Mientras procedía a dejarle marcas en su cuerpo, pensó:

“Él ya me ha ganado, solo que no se dio cuenta. Por supuesto, nunca se lo diré”.  

En la mañana, ambos desayunaron juntos. Brett siempre tenía mucho apetito cuando mantenían relaciones sexuales, por lo que la reina solicitó el doble de ración para contentarle el estómago.

  • ¿Qué harás hoy, querido esposo?
  • Pensaba ir a la Capital. Descuida, iré con Luis, Zafiro, Van y Rojo, junto con otros dos soldados extras.
  • ¿Planeas visitar a tu hermano?
  • Así es. Se quedó por un tiempo en la Capital para unas nuevas gestiones y quería aprovechar antes de que regrese a su ducado. También quería comprarte un regalo por tu cumpleaños.
  • Ah, cierto. Pronto será mi cumpleaños. Creí que, con todo lo que les hice pasar a ustedes, no me darían ningún obsequio.
  • A pesar de eso, siempre cuidaré de ti, querida esposa. Eber también irá conmigo, no sé qué planea darte, pero cuando le hablé al respecto, se sintió muy emocionado.

Panambi sonrió. Los tres estaban dando todo de sí para llevar adelante su relación, sin importar lo que opinara la Corte. Y desde el fondo, deseaba esforzarse para curar todas esas heridas que se causaron en las últimas semanas.

“La Corte insistió en que los mantuviera recluidos en el palacio aún con el duque a salvo. Pero yo no estoy de acuerdo. Eso solo causó una alta tensión y una gran hostilidad de mis esposos hacia mi persona. Darles su espacio es lo mejor para seguir manteniendo el control y hacer que estén más dispuestos a seguir mis órdenes. Además, el duque Abiel tiene razón, los nobles no tienen por qué meterse en nuestras vidas privadas. Yo soy la esposa, solo yo considero lo que es correcto. Y mis esposos no son objetos. Tampoco son mis hijos. Son adultos funcionales, que saben lo que quieren y harán lo que sea para obtenerlo”.

  • A todo esto, ¿No sabes nada de otra misión? – le preguntó Brett, interrumpiendo sus pensamientos.
  • Aún no – dijo Panambi – Todo está muy tranquilo. Después de desmantelar la red criminal de Roger, tanto tú como tus hermanos se convirtieron en héroes dentro de los estratos sociales más bajos. Eso sí, también se han ganado de enemigos así es que, con más razón, deberías tener cuidado.
  • Descuida. Cuidaré de mis espaldas.

Después del desayuno, Brett y Eber se prepararon para ir a la Capital. Mientras, la reina Panambi regresó a su oficina y se encontró con un mensaje de la reina Jucanda en su comunicador. Eso le alteró el corazón, ya que podría ser alguna advertencia o solicitud de reclamo de custodia. Así es que, con las manos temblorosas, lo activó y se proyectó el rostro de la monarca, tan seria y fría como siempre.

  • Reina Panambi. Le envío este mensaje de proyección para un par de asuntos de suma urgencia que compete a ambos reinos. Estuve conversando con mis hijos, los duques Aaron y Abiel, quienes expresaron los deseos de los príncipes de permanecer en la Nación del Sur para apoyarla en su gobierno y brindar paz y prosperidad a los pueblos. Tras la excelente colaboración de su tropa y el trabajo en conjunto de mis hijos y tus esposos para rescatar a mi primogénito, he decidido respetar a sus deseos y dejar que permanezcan en tu reinado todo el tiempo que lo deseen. Sin embargo, también estoy preocupada. Mi invitado de honor me habló de una tribu de poderosos científicos que han hecho grandes avances en el “Viejo Mundo”, por lo que temo que, en cualquier momento, aparezca otro “Roger” que quiera experimentar con nosotros para descubrir el secreto de la eterna juventud. Ya que usted forma parte de mi familia, le pido encarecidamente que mantenga ese secreto bajo siete llaves, que nunca salga de los muros de tu palacio. Si no se lo dices a nadie, le prometo que dejaré a mis hijos en paz y la apoyaré para reforzar las fronteras de tu nación. Las mías ya están aseguradas y, pronto, planeo invadir la tribu de Roger para apoderarme de esos científicos y, quien sabe, levantar ahí la primera colonia lejos del continente Tellus. Para corroborar que este mensaje es fidedigno, mi embajador le enviará un documento escrito por mí, a puño y letra, que testifique lo dicho por este medio. Desde ya gracias por su colaboración y espero que sigamos manteniendo lazos entre ambas naciones.

Por un lado, Panambi se alivió al saber que la reina Jucanda ya perdió el interés de reclamar la custodia de sus hijos. Pero, por otro lado, también le preocupó saber lo que descubrió la reina Jucanda tras su interrogatorio a Roger. Ya cuando supervisaron a los príncipes y duques en ese galpón, la joven monarca llegó a la conclusión de que resurgió otra sociedad en el “Viejo Mundo” y, el solo hecho de pensar que podría ser real, la llenaba de pavor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.