Jannyal despertó aterrada de un salto, con una desesperada fuerza aferró sus dedos al fino colchón que la acogía. Estaba agitada, su respiración era tan acelerada que lastimaba su laringe. Miró hacia su alrededor frenéticamente, no reconocía el entorno en absoluto. Llevó su mano hacía el cuello, intentó salivar para darle fin a uno de sus malestares pero, mientras lo intentaba, solo se encontraba con su palpitante y raudo corazón.
Sentía el cuerpo húmedo. El recuerdo de una extraña joven siendo ahorcada la atacó repentinamente trayendo consigo un inesperado mar de nauseas, ella cerró los ojos en un intento por bloquear esa tétrica imagen. Dos gotas de transpiración comenzaron a zascandilear por su rostro, Jannyal las sintió unificarse en su mentón. Al recuperar un poco sus fuerzas hizo énfasis en la voluntad de abrir los ojos paulatinamente, observó con detenimiento la sabana que la cubría y notó la oscura marca que dejó la gota de su barbilla al caer.
— Buenos días Jannyal —Saludó despreocupada desde la cama contigua mientras calaba una filosa aguja sobre unos pliegues de ennegrecida tela— ¿Otra vez estás soñando con tu hermoso palacio?
La desorientada joven volteó rápidamente hacia la izquierda, guiada por la socarrona voz. Allí se encontraba Anís que, iluminada por el tragaluz en lo alto del cuarto, le sonrió sarcásticamente mientras continuaba con su costura. Jannyal se frotó la frente con su antebrazo, asimiló lentamente en donde se encontraba gracias a su compañera de trabajo. El pánico que la sofocaba se había desvanecido, todo lo que creía haber acontecido no fue más que otra de sus tantas pesadillas.
— Yo... —Articuló Jannyal mientras posaba ambas manos frente a ella, durante unos segundos las miró con una atención casi hipnótica. Eventualmente perdió el interés y tomó la fina sabana de lino para hacerla a un lado; quería observar sus largas y curvadas piernas de adolescente, necesitaba retomar el contacto con su verdadero cuerpo— Si, volví a tener ese horrible sueño...
— No sé por qué siempre haces tanto escándalo —Dijo Anís entre suspiros, lo hizo imitando un ademán maternal que Jannyal particularmente detestaba— Todos tenemos duras formas de lidiar con nuestras frustraciones, créeme, algunas más oscuras que otras... Pero tú tienes hermosos sueños en los que eres una reina —Extendió la aguja hasta que el hilo en ella dejó de ceder, luego, con un veloz movimiento, lo mordió; dándole fin a su costura— Sabes, yo solo tengo sueños con este trabajo... Duermo pensando en nuestra monótona vida, luego al abrir los ojos despierto en ella y así cíclicamente ¿Qué crees que es peor?
Anís sacudió el vestido entre sus manos un par de veces, pequeñas partículas de polvo comenzaron a brillar bajo el cálido sol de aquella mañana. Ella se levantó para acercarse a Jannyal, sus pasos eran tan firmes y estables como los de un militar. Esa tendencia en Anís, junto con varios aspectos en su personalidad, causaban miedo y rumores entre las demás sirvientas de Kalika.
— Hoy en día pienso que no hubiese sido mala idea elegir trabajar en el sector cuatro, toda esa naturaleza, los frutos, debe ser reconfortante... Bueno, igual también aceptaría trabajar en las cocinas, cualquier cosa debe transmitir más paz que ser esclava en el sector siete de este internado de consentidas hijas y Popplys.
Jannyal permaneció en silencio, ella más que nadie comprendía a que se refería Anís. Si bien estaba equivocada, las pesadillas que la atacaban por las noches no eran ni por asomo más agradables que la escuela de Kalika, compartía el estrés de trabajar en el peor sector de la institución. El depósito, mayormente conocido como el basurero de Kalika, era el lugar en donde se realizaban la mayoría de las tareas más desagradables, como la separación de residuos para el reciclaje, el ensamblado de los recursos y la lavandería general. Además no se trataba de un lugar amistoso, todas las supervisoras del sector siete eran agónicamente estrictas, lo inteligente era pasar desapercibida entre todas las sirvientas, intentar ser lo más invisible posible.
— Quisiera que fuera así, como tú dices... —Exclamó casi en un susurro, sentía su voz hiriéndola como una filosa daga surcando su cuello— Pero los sueños empeoran cada vez más Anís, lo juro...
— Me pregunto si no te cansas de quejarte. Desearía que hubiese un día en donde solo yo pueda deprimirme, pero no, tendría que coserte la boca para ello —Anís permaneció apática del deplorable aspecto en Jannyal, le lanzó el vestido que había terminado de remendar con total desprecio— Vamos, vístete. Ni se te ocurra llegar un minuto tarde a la asignación de labores, escuché que hoy ingresan nuevas Popplys.