Los girasoles también lloran

Capítulo dieciocho. Kiareth.

 

 

KIARETH

Apunté el número de ese tipo en una servilleta. Mi abuela me la ha pasado y en todo momento evité tocarla a ella de manera directa; solo por aquello de tener las manos sucias. Fue toda una enorme tentación el agarrar esa misma servilleta con todo y número, arrugarla y tirársela en la cara de muerto viviente al hombre mientras le cantaba una buena mentada de madre por cochino e infeliz que no merece ni pronunciar el nombre de Janeth.

 ¡Encima es un hipócrita! Finge preocupación por ella cuando lo único que ha hecho es maltratarla y decirle un montón de cosas repulsivas; aparte la ha tratado como a una bestia solo porque sí y sumado a todo eso, como si no fuese nada, le ha dejado marcas en diversas partes de su piel de tal forma que, incluso después de años y años, estas todavía van a notarse.

Por otro lado, verlo cara a cara me ha dado mucho miedo porque siento que ese tipo ahora me ha puesto los ojos encima, joder. Es notable que no se ha olvidado de mi amistad con “su mujer” y eso lo ha traído hasta aquí.

Janeth no lleva ni cuarenta y ocho horas lejos y él ya dio con el restaurante en el que antes trabajaba, y encima me recuerda como una amiga suya de cuando éramos compañeras de la universidad y no la había aislado por completo y mucho menos atentaba contra su integridad. ¡Qué horror!

Algo me dice de que él tiene sospechas acerca de mi mentira sobre no saber nada del asunto en el que ahora estoy metida hasta los pies; traer a mi casa a Janeth ha sido un riesgo bastante desconsiderado por lo peligroso que es ese tipo y por las probables cosas a las que está dispuesto con tal de recuperar a su “adorada mujer”. No obstante, con Janeth sufriendo cada segundo a su lado, perdiéndose de una vida en libertad, no puedo dejarlo pasar. También sé que él siente a Janeth aquí, por obra de algo o motivado hasta por recuerdos, desesperación y rabia. La verdad, no tengo ni la menor idea de cómo comprobar tal cosa; pero la sola idea de que haya llegado hoy es una muestra de su caza, es… aterrador.

«Solo es cuestión de tiempo» susurro y en mi espalda cae un escalofrío tan fuerte que se vuelve insoportable por un rato. Tengo que tallarme la espalda y mi garganta se seca ante el infinito recuerdo de aquella que anoche pude masajear con todo el cuidado del mundo.

—Estamos en el hospital, linda, podemos pedirle a uno de los doctores o enfermeros que nos ayuden a curar bien tu espalda. Ellos podrían decirnos qué hacer. Van a darse cuenta —La visita al hospital ha sido breve, eso lo reconozco. Me culpo por no haber actuado un poco mejor según las circunstancias, por no haberle insistido a Janeth acerca de que le curasen bien esas desafortunadas heridas que puede en cualquier momento se infecten, porque, aunque las he limpiado lo mejor que pude, colocado una crema de rosas de aquellas que calman escozores y aunque también hice mi intento por ponerles unas vendas que tengo guardadas por cierto accidente pasado en mi moto, no es suficiente, en lo absoluto—. Pueden ponerte vendas más acordes a…

—No… seguro van a llamar a la policía, todo menos la policía.

Todo menos la policía. Todo lo que sea menos aquello que haga una conexión con esa pareja tan horrible que tiene… tuvo.

Me muerdo el labio mientras entro a la casa por la puerta de atrás. Mi hermana mayor se ha llevado a su casa al resto de la familia después de que comprobaran de que no tienen COVID alguno. Yo me he quedado porque debo de hacerlo.

Por el momento, puede decirse que tengo la casa sola junto a Janeth; pero también evito pasearme por toda la estancia con total libertad para no dejar tan contaminado, y mucho menos al negocio frente a casa. Esa puerta incluso permanece cerrada desde hace unas semanas. El alcohol sigue haciéndome compañía y…

Respiro con calma y me dirijo al baño de invitados en donde me meto por un rato bajo la ducha. El agua caliente quema en mi pecho cuando cae; pero a su vez se siente bien; resulta relajante, aunque lo más probable es que después mi piel lo resienta y tenga que ponerme alguna crema que va a incomodarme por la textura.

El día ha amanecido bastante frío y sigue así aun cuando haya un buen sol afuera que te da en la espalda con todo su fervor. Lo disfruto de todas formas, porque eso me gusta, eso relaja.

Las manos me tiemblan un poco cuando salgo del baño, mi cuerpo mojado gotea la alfombra y me repito a mí misma que debo de lavarla cuando tenga tiempo de… eso, cuando no esté tan concentrada en cosas ajenas a mí de las que siento la obligación de cumplirlas por los nervios, el miedo de… de escuchar malas noticias.

Al vestirme paso de nuevo a mi habitación.

La servilleta en mis dedos rallado con ese número me insiste en hacer la llamada; pero de todos modos la sola idea es peligrosa, es estúpida y por unos segundos no me atrevo a moverme más allá de mi pecho que sube y baja con cada exhalada e inhalada.

«¿Acaba de darte el número y ya vas a llamarlo? ¿Así o más evidente?»

De todos modos, me tienta decirle a Janeth.

Vestida ya con una ropa casi de pijama me voy a la habitación donde ella se encuentra; pero a la hora en que levanto la mano me detengo mientras escucho voces ahí adentro. Es claramente emoción lo que el tono delata y no puedo evitar sonreír cuando decido pensar que Janeth al final sí pudo hablar con su familia. De todos modos, toco la puerta. La respuesta no me llega de manera instantánea; pero la tímida voz de Janeth murmura el permiso así que abro.



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En el texto hay: romance, lgbt, lgbtdrama

Editado: 08.04.2024

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