Solo dos minutos. Ni más ni menos desde que el guarda de la caseta que vigilaba el local frente a la playa se ausentó para preparar los bocadillos que su esposa le preparó específicamente para ese momento de la noche. El turno nocturno siempre era el más largo y cansado, por más que durmieras durante el día. Y hay mucho que puede suceder en dos minutos, con solo girar la cabeza te puedes perder el clímax de un evento emocionante.
Hubiera previsto lo que pasaría frente al espacio que vigilaba tres veces por semana, sin duda todo un espectáculo digno de ver… No en un día cualquiera, la luna ni siquiera se asomaba lo suficiente para dar la iluminación adecuada, todo dependía del que tuviera un faro con el fuego suficiente y la buena visión de cualquier espectador.
El agua, primero calmada y dócil, se removió despacio y luego con más fuerza hasta que el agua en la costa se dividió en dos por unos cuantos metros, quizás más, pero a mar abierto la vista se perdía.
Casi inmediatamente después de que esto sucedió, el agua dio paso a una mujer completamente desnuda, pero apenas si se notaba, ya que sin duda sabía por dónde moverse sin que apenas pudiera verse más que su sombra. Además, sus pies se movían como si el agua se apartara de su camino, lo que le permitía ser aún más silenciosa a los oídos curiosos dentro de las casas por las que caminaba cerca. Era una situación casi mágica de presenciar y hasta algo por lo que todos matarían por ver, pero la preocupación en el rostro de la mujer arruinaba la armonía.
Esta preocupación arruinaba un poco su belleza, al menos era capaz de distraer al espectador. Y no era todo, lo que llamaba aún más la atención era que no se encontraba sola.
Su mano se movió quitando la burbuja de agua del bebé en sus brazos que la miraba con curiosidad, como si supiera que debía estar callada. La mujer ignoró el agua que caía de su cuerpo para caminar fuera de ahí. Debía apartarse del agua lo más rápido posible sino quería que las encontraran. Sus pasos fueron rápidos y contra la creencia popular, bastante ágiles a la hora de moverse por el muelle.
Era muy noche como para que alguien las notará o les diera importancia por lo que aprovechó las sombras para seguir la dirección que había encontrado pocos días antes. Necesitaba llegar a donde sabía que la niña estaría bien. No importaba lo que pasará con ella siempre y cuando la niña estuviera bien.
No había mantenido la ingenua esperanza de que todo saldría bien como su marido, desde que todo empezó a colapsar pensó en dos, tres, cuatro y hasta cinco planes para al menos poder proteger a su niña. Solo esperaba que cada una de sus estrategias fuera suficiente para ponerlas a las dos a salvo. Lamentablemente, tan buena como era viendo escenarios futuros en su cabeza, era consciente de las probabilidades que sufriría en las próximas horas.
Respiró un poco más tranquila una vez estuvo tan lejos de la playa como sus piernas pudieron calcular, aún así se escondió en un callejón todavía más oscuro que las calles anteriores. Al inicio creyó que estaba sola, se pudo permitir solo unos segundos para admirar a su bebé hasta que sintió la respiración de otra persona, de una altura mucho mayor y de peso también.
- Pero que hermosa… - susurró tan cerca que pudo oler su aliento: asqueroso.
Pero no tanto como el toque áspero de su mano, la cual no tardó en recorrer su cintura y espalda hacia los glúteos. Era muy poco lo que realmente podía asustar a la reina, el bienestar de su hija era uno de los pocos puntos en su lista. Pero este… Humano era el tipo de hombres que en el pasado llamaba con su canto para que pagaran por las traiciones hacia sus familias y amigos. A veces añoraba esos tiempos y por eso casi que disfrutaría los próximos minutos.
Giró sobre su propio eje sin apartarse de golpe, incluso miró al humano por unos segundos. Aunque claro, este ya tenía toda su concentración en el cuerpo de la mujer, al punto que de seguro ni siquiera tuvo la delicadeza de notar a la bebé en brazos. Le pareció otra extrañeza del comportamiento humano, aunque tampoco descartó la posibilidad de que estuviera bajo sustancias, su mirada decía mucho más que los halagos que salían a medias de su boca sucia y seca.
No tuvo que hacer mucho, aún con la bebé en brazos fue perfectamente capaz de tomar la mano del humano que seguía en su cuerpo, antes de que la otra se le uniera, y la retorció en un ángulo imposible de conseguir con el movimiento tan delicado de la reina. La noche estaba muy silenciosa, pero esto fue interrumpido por el claro lamento del humano que por segundos eternos solo aumentó el volumen de sus gritos. No tenía tiempo ni herramientas para arreglar la situación en caso de que se complicara.
- Sh. - sorprendente, pero incluso ese leve sonido fue dulce y encantador.
La apariencia fue solo por un momento, cuando el hombre la miró de nuevo su rostro estaba completamente cambiado, hermoso, pero sus ojos y las facciones parecían estar mucho más marcadas que antes, como si su dureza representara el poder que contenía en su cuerpo.
Para inmovilizarlo todavía más, giró el brazo de su víctima hacia su espalda con la palma de la mano hacia arriba. Lo curioso es que después del susurro de la reina no había vuelto a soltar un solo suspiro, ni siquiera cuando cayó de rodillas debido a que la articulación de su hombro salió de su lugar.
No pensaba dejarlo vivo, un testigo que podría reconocerla con facilidad. Soltó el brazo del hombre y este apenas se giró para mirarla, aún de rodillas, pero no se pudo apartar con la rapidez necesaria. La rodilla de la misteriosa mujer golpeó su mentón con una fuerza sobrenatural y supo mientras caía sobre su espalda que moriría. No estaba equivocado, su cráneo tenía una fractura irremediable. Incluso de haberse podido recuperar de semejante trauma, el pie de la reina se encargó de aplastarle la cabeza contra la tierra hasta que quedó un charco grande de sangre y la luz de vida del humano desapareció por completo.