El despacho sufría (a su opinión) de iluminación excesiva dados los ventanales que rodeaban las cuatro paredes empedradas. Escondidas por diversas estanterías que las cubrían casi al completo, carecía de decoración a escepción de una mesa robusta situada al fondo del lugar. Acompaña por una botella medio vacía, varios papeles desordenados sobre dicha mesa y poco más. Sentado allí le esperaba paciente Mirt, adoptando esa actitud serial típica de cualquier hombre entendido en negocios y con un porte clásico. Eider parecía siempre una copia más joven, sin arrugas en frente y ojos resultantes tras tener carácter firme y en general, poco risueño. Hacer reír a un Elián resultaba tan complicado como fácil enamorar a cualquier muchacho joven mediante una cara bonita.
Padre e hijo esperaron; hasta que este primero supo que la expresión interrogatoria de su hijo expresada por una ceja levantada y mirada inquisitiva significaba no dignarse a dar la primera palabra. Entrelazó sus dedos con ambos codos apoyados antes de pronunciar palabra alguna.
-Aquí está la misiva Kellian, recibida esta misma mañana. Lamentan llegar a este extremo reduciendo aún más nuestras fronteras, pero aseguran haber sido engañados. "El lobo blanco traerá cadáveres dejando a las almas de los bosques vagar eternamente vacías", decían como explicación.
-¿Una estúpida superstición?
Eider demostró claramente su decepción e intriga ante aquel rompecabezas. Había generado muchas más preguntas que respuestas. E incluso ganas de reunirse con su hermano menor a solas, pues posiblemente no conseguiría sacarle mucha más información a su progenitor.
-No me preguntes a mi, ya les he mandado una respuesta y me he humillado bastante para pedirles explicaciones en persona.
Eider comenzó a comprender un poco mejor las ideas de su padre. Mirt siempre les exigía presentar una fachada impecable para lograr lo que no podía mediante fuerza. Aunque mayoritariamente taciturno encerrado durante horas y con asuntos desconocidos incluso para su favorito Catriel, de puertas para afuera con los Kellian resultaba ser el monarca más respetuoso y encantador.
Ya no era un león furioso, sino una serpiente astuta.
-Asi que eso buscas, utilizarnos por enésima vez para asegurarte de conseguir alguna solución.
Eider se encogió de hombros indiferente, pero sin perder oportunidad para manifestar de nuevo la acusación en sus palabras.
-Tú solo asegúrate por mostrarte tan encantador como con cada cara bonita del reino. A ver si aprendes a utilizar tus encantos para los beneficios familiares, no solo los propios.
Mirt le despachó impasible dando por finalizada su conversación, despidiéndole con gesto de mano despectivo. ¿Acaso hacia falta más?
Eider no iba a pedirle algo que sabía perfectamente no recibiría.
-Hay pactos que ni siquiera tú puedes lograr hacer funcionar.
Amenazó con la tranquilidad de quien confiaba plenamente en sus palabras. Pero fue interrumpida al recibir una respuesta inesperada e igual de segura por parte de Mirt.
-Esto va mucho más allá, hijo mío.