Hace años...
Kael masticó las raíces recién arrancadas entre sus dedos repletos de barro.
No resultaba ser ninguno secreto para él los mejores lugares escondidos para encontrar buenas hierbas tras una tortuosa tormenta.
Estas inundaban sus paladares con un fuerte sabor amargo, haciéndole sentir ganas de escupir.
Contra todo pronóstico, Kael tragó sin pararse un segundo a pensar en las posibles consecuencias que podría tener comer hierbas desconocidas o haber salido inmediatamente después del desastre natural sin tampoco reparar en la naturaleza a su alrededor. Esta resultaba impredecible tras un buen clima lluvioso.
De pronto, Kael sintió demasiados pares de ojos mirándole al unísono desde toda dirección posible mientras trataba de anular el mal sabor en su boca rascándose la lengua con otra planta cercana.
-¡Tú, bastardo!
El niño gritó nada más sentir un potente apretón en su oreja derecha por unos dedos prácticamente congelados que le alzaron del suelo sin esfuerzo.
Cuando le soltaron, apretó las hojas en su mano y se atrevió a desafiar con la mirada a quien le había obligado a incorporarse.
Dánae le devolvió el desafío observándole con pupilas casi más afiladas que cualquier cuchillo que Kael pudiera esconder de ella. Cruzada de brazos, en el fondo conocía el comportamiento del joven.
Supo que no se daría por vencido.
-Sabes perfectamente que no debes tomar plantas sin adulterar. ¡Y mucho menos una así, enano! ¿Qué harás si enfermas, eh?
Dánae volvió a inclinarse para colocarse a misma altura y así tirar de los desaliñados cabellos que a penas podía conservar bien Kael.
Este apretó sus ojos, escuchando como la voz femenina y melodiosa de Dánae penetraba sus oídos más cerca y profundamente que antes, en tono ahora bajo, engañosamente sereno.
-Saliste sin permiso, ¿Verdad? ¿Sabes lo que podría suceder si te encuentran? Desgarrarían tu pobre y delgada carne, roerian hasta tus pobres huesos incluso estando aún vivo.
Kael tragó saliva con dificultad ante aquellas palabras.
Pese a lo dura y directa que Dánae siempre sonaba, hubo ciertos momentos donde resultó ser su salvación. Aquella bruja cínica le encontró con apenas 3 años de edad tras el incendio sucedido en el pueblo libre.
Cuando hacía memoria, los detalles con más nitidez que recordaba trataban sobre imágenes borrosas sin definir, fuego por doquier hasta finalmente unos brazos extrañamente cálidos. Con sonrisa amable, cariñosa incluso y cuidados incondicionales, Dánae le cuidó.
Así era al principio al menos.
El bosque no ofrecía buenos métodos tradicionales cuando se trataba de un niño, menos cuando le rodeaban peligros constantes y un aura que invitaba abiertamente a alejarse de sus profundidades.
La bruja resultaba estricta cuando debía asearse, alimentarse e intruirse en las extrañas artes que dominaba esta y el resto del aquelarre allí presente.
Tampoco tenía reparos en castigarlo severamente cuando salía solo más allá de algún límite o cuando no obedecía.
Kael había pasado buenos golpes por fallar en algún ejercicio y hasta noches enteras fuera del refugio donde solían dormir cuando solía rebelarse.
Sin embargo, Dánae era bastante sincera con el muchacho. Si bien prefería mantenerle al margen sobre algunos asuntos, le había contado sobre la realidad tanto dentro como fuera y sobre el riesgo que corría cada día solo estando allí.
-¡Maldita vieja, tú me dijiste que podía salir!
Replicó, provocado así una respuesta inmediata en forma de bofetada directa sobre la mejilla.
Aquello conseguió refrenarle las contestaciones aunque tampoco sería durante demasiado tiempo.
-Calla y regresa inmediatamente si no quieres hacer de tus tareas aún por empezar un auténtico infierno.
Dánae le soltó de manera algo brusca y repentina, haciendo caer a Kael todavía embarrada a causa de la lluvia.
-Apresurate.
Sus palabras sonaron tanto duras como aún más frías que el hielo puro.
Kael no tenía más alternativas o remedios.
En su interior, deseaba salir más allá de los árboles y arbustos para contemplar aquello que podría proporcionar la ciudad. Conocer a otra gente; a otros niños.
No podía sentirse solo pues rara vez lo estaba. Sin embargo... Lo notaba profundamente en su joven corazón infantil. Uno que solo conocía la palabra amar mediante cruda sinceridad y violencia.
Ni siquiera podía discernir si resultaba verdadero cuando la presumida de Dánae mentía en ocasiones a otros.
-Bien, ¿Comenzamos? El día de hoy traje algo muy especial.
Aidana, la mayoría de ocasiones alegre y con sonrisa dulce mantuvo la barbilla del joven entre sus perfilados dedos pálidos, alzandola para que este le observara.
Sus cabellos hacían contraste con los ondulados azabaches de Dánae, siendo rubios como algunos rayos de sol que usualmente atravesaban las ojas entre los árboles más altos.
Tenía una melena corta, casi llegaba a sus hombros con frente despejada.
-¿Qué es?
Kael no disimuló su notable curiosidad; nunca le fallaba. Aunque resultara un problema cuando llegaba metiéndose en líos.
La bruja se alejó unos cuantos pasos y uno más hacia su izquierda, pues tras las sombras una de estas comenzaba por ensancharse más hasta formar cierta figura lobuna. Blanca cual copo de nieve en total contraste con la oscuridad de donde salía.
El niño abrió sus ojos tanto emocionado como asombrado en partes iguales.
Parecía cría, mas resultaba medir un poco más que el y continuaba resultando intimidante.
-Lo llamamos el lobo blanco. No es muy original, pero el nombre no viene solo de su pelaje. Es una leyenda viviente.
Explicó Aidana sin desprender su sonrisa y animado al chico para que se acercara.
Sin embargo, el brillo en los ojos de ella resultaba contradictorio. Parecía... Apenada.
Kael en cada momento aún más curioso, deseoso por descubrir los misterios tanto del lobo como de lo que podría pretender la bruja fue acortando distancia con el animal dando pasos seguros.
Difícilmente sentía miedo, pues lo realmente aterrador resultaba proceder de aquellas más cercanas.
De Dánae, concretamente.
Decidió acercarse estirando la mano derecha mientras tragaba profundamente saliva y procuraba controlar su tembloroso brazo delgado todavía sucio por el barro y la sangre de algunos rasguños no demasiado recientes.
Aidana se mantuvo de brazos cruzados, expectante.
El cachorro pareció esperar paciente, observándole directamente hacia las profundidades marrones que poseía Kael en sus ojos.
Este finalmente solo estaba a unos pocos pasos, tres si decidía hacerlos más cortos. Mantuvo su brazo lo más firme posible sin apartar tampoco la mirada.
Cuando sus dedos rozan el blanco y frío pelaje del lobo, cierto escalofrío intenso recorre en a penas mínimos segundos todo su cuerpo. Las llemas de estos parecen encontrarse mucho más frías que en comparación con el resto del cuerpo, acalorado por el nerviosismo y la emoción.
-¿Qué es?
-Kael, no preguntes algo tan obvio. Es tarea tuya averiguarlo. La pregunta es: ¿Seras tú capaz de descubrirlo y actuar en consecuencia?
Con tales palabras penetrando en su pensamiento sin una idea clara, Kael sintió cierta presión que tampoco supo definir. Aplastaba su pecho con un ardor que a su vez se distribuía por cada vena subiéndole la adrenalina al pensar en lo que podría llegar a descubrir.
-Adelante, vamos a practicar el último hechizo. ¿Lo recuerdas?
Le animó Aidana cuando descubrió con cuán fascinación todavía observaba fijamente Kael al animal, colocando una de sus finas manos sobre la espalda del niño dándole un leve y suave empujón apremiante.
Los propios ojos lobunos parecieron achicar sus pupilas transformándolas en finas líneas rectas cuando Kael tomó ánimo y alargó su brazo acercándose con algo más de decisión tanto en sus expresiones y movimientos como en su interior.
-Solo es una cría! Puedo con cosas más peligrosas en menos de un gruñido de esa vieja!
Aidana rió divertida ante el usual arrebato repentino por parte suya. Era asustadizo y al mismo tiempo, atrevido hasta casi la imprudencia. Muchas veces directamente hacia esta.
Analizó la situación manteniéndose detrás, mientras Kael concentraba sus pensamientos de ofensiva para canalizarlos en la palma abierta. Cada lección la conocía como cabía esperar pues Dánae era severa y decisiva con dichos entrenamientos, haciéndole un buen aprendiz. Pues este tenía en sí cierto potencial extrañamente beneficioso.
Las brujas no perdían oportunidad para aprovecharlo.
-¿Estás listo?