Los Hijos de Anac y el Jardin del Eden

Capitulo 12

Cuando Sam despertó le sorprendió encontrarse en su cama, no recordaba cómo había llegado ahí, lo único que recordaba era el rostro de Quinn y de todos sus amigos mirándola con expectación y esperando a que prometiera guardar sus secretos. También la estaban persiguiendo los hermosos ojos azules de Gunther, la asechaban incluso en sus sueños, porque tenía que estar soñando para poder estarle viendo al pie de su cama.

Gunther sonrió y ella restregó sus ojos con sus puños para terminar de despertarse, tenía que estar soñando por que de ninguna manera ese magnífico hombre estaría en su habitación observándola con aquella sonrisa tan irresistible.

_ Me alegra que despertaras._ Le dijo él sonriente.

_ ¡Joder!_ Sam salto y estrello su espalda contra el respaldar de su cama, el dolor se extendió por toda su columna vertebral avisándole que no estaba dormida, no era un sueño._ No estoy soñando.

Una pícara sonrisa se deslizo por los labios carnosos de Gunther.

_ No, definitivamente no estas soñando, pero estoy seguro que ese golpe te estará doliendo durante todo el día.

_ ¿Pero qué haces aquí? ¿Cómo llegue? ¿Por qué te estas riendo?_ La cabeza le daba vueltas sin control, miro a su mesa de noche buscando su reloj digital, no estaba ahí. Se masajeo las cienes y pensó por unos minutos._ ¡Mi papá!

En dos segundos tiro las cobijas al piso y estuvo a punto de saltar de la cama para correr por las escaleras buscando a su padre, estuvo a punto, porque Gunther se lo impidió plantándose en la puerta y evitando que saliera.

_ ¡Hey, espera ahí niña!_ Sam se cruzó de brazos y frunció el ceño._ Tu padre aun duerme, es temprano. Y estas aquí porque yo te traje, te desmallaste y Alaric me pido que me asegurara de que llegaras a salvo a tu casa. Tu padre no se dio cuenta. Y me rio porque te vez chistosa cuando despiertas.

Sam suspiro aliviada pero de inmediato recupero su posición a la defensiva._ No me vuelvas a llamar, niña_. Apunto su dedo contra su pecho._ ¿Entiendes?

_ Pero eres una niña, aun vas a la escuela.

El rostro de Sam se enrojeció con vergüenza y cólera, mucha cólera.

_ Tengo diecisiete, sabelotodo, eso no me hace una niña. Además, tu pareces de mi edad._ Gunther volvió a sonreír._ ¡Haaa! No sé porque me tomo la molestia de explicártelo.

_ Por la misma razón que nosotros nos tomamos la molestia de hacerte llegar a salvo a tu casa y te confiamos nuestros secretos._ La expresión de Gunther se volvió seria._ Nos importa. Y por cierto, soy de tu edad.

Los recuerdos se agolparon en la cabeza de Sam provocándole un fuerte dolor de cabeza, conocer a los Gurkis no había sido tan malo, lo realmente malo era tener que regresar a la escuela y enfrentar a Nico y sus amigos. Sam se giró y volvió a su cama, se metió una vez más bajo las cobijas y se convirtió en un puñito de nervios.

_ ¿Qué sucede, Sam?_ Gunther se movió de la puerta y se arrodillo al pie de su cama para poder quedar a su altura y mirarla a los ojos._ Tienes miedo, lo puedo oler.

_ ¿Puedes oler el miedo?_ Pregunto ella intentando alejarlo de lo verdaderamente importante.

_ Es una de nuestras muchas habilidades, pero no cambies de tema._ Aparto el cabello de su rostro._ ¿Por qué tienes miedo? ¿Es por mí?

Ella negó, de pronto sentía unas ganas enormes de llorar y no quería hacerlo delante de él pero las lágrimas pensaban diferente y comenzaron a escaparse de sus ojos.

_ Sam, nada te va a pasar mientras yo este contigo.

_ No puedes estar conmigo todo el tiempo._ Sollozo escondiendo su rostro en la almohada._ Ninguno de ustedes.

Si algo no soportaba Gunther era ver a una mujer llorando, simplemente no podía vivir con las lágrimas. Las odiaba desde la muerte de sus padres, las odiaba por que representaban el dolor de su hermana Imma, su desesperación y angustia. Sostuvo a Sam por los brazos y la saco de la cama para colocarla entre sus piernas y envolverla con sus brazos, cada vez que su hermana lloraba él lo hacía y ella se terminaba calmando. No perdía nada intentándolo con Sam.

El corazón de Sam comenzó a latir como loco, se sintió terriblemente avergonzada porque sabía que si Gunther podía oler el miedo de seguro estaba escuchando y quizás incluso sintiendo a su tonto corazón volverse loco.

_ ¿A que le tienes miedo?_ Pregunto con un suave susurro muy cerca de su oído, tan cerca que podía sentir su cálido aliento acariciando la tierna piel de su cuello.



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Editado: 24.04.2018

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