Los Hijos de Anac y las Marcas Sagradas

El comienzo

El sol se ocultaba lentamente cubriendo de matices naranjas y rojizos las cristalinas aguas del océano. El silencio y la soledad eran los únicos testigos del encuentro secreto de aquellos ocho misteriosos seres que levitaban imponentes y majestuosos sobre las aguas como si fuera tierra firme.

Sus encuentros estaban prohibidos, debían mantenerse ocultos y procurar proteger su misión a toda costa, pero el despertar de un gran y terrible mal los obligaba a reunirse una vez más e interferir para mantener el orden de la humanidad.

_ Hay un traidor. _ Los místicos seres se miraron expectantes. _ El mal nos ha alcanzado.

_ Un Ángel cuyo espíritu se ha corrompido y que no descansara hasta conseguir sus fines egoístas.

El viento soplo con fuerza y el mar gruño furioso por la presencia de los místicos seres. _ No podemos continuar escondiéndonos, todo por lo que hemos luchado está en peligro de ser destruido.

_ No será destruido. _ Afirmo con total seguridad el Ángel. _ Me encargare de ello.

_ Debes proteger el secreto, ocultarlo a toda costa. _ Insistió uno de los seres. _ Incluso con tu propia vida.

El Ángel sonrió. _ Lo hare si es necesario.

Uno de los misteriosos seres se acercó al Ángel, sus ojos mostraban pura y genuina preocupación. El Ángel acaricio su mejilla intentando tranquilizar su corazón, pero aquel ser podía ver en su alma, escuchar sus pensamientos y sentir sus temores.

_ No lo hagas, por favor.

_ No debes preocuparte. _ El Ángel los miro a todos. _ Deben irse.

_ Te arrepentirás. _ le dijo otro ser de luz. _ Perderás demasiado.

El Ángel conocía las implicaciones que suponía protegerles, pero no le importaba poner en duda su lealtad o arriesgar su vida por aquello en lo que creía fervientemente. Además, él también conformaba una parte esencial de aquel juego entre el bien y el mal. Sabia quienes inclinarian la balanza, y se encargaria de que fuera a su favor. 

_ Nos volveremos a ver. _ El ángel extendió sus alas. _ Hasta el día de la verdad.

_ Sacrificas demasiado. _ Todos le miraron atentos._ ¿Lo sabes?

Lo sabia, pero no le importaba. Ella era lo único que realmente le importaba.

_ Deben irse.

El Ángel se elevó en el cielo y desapareció en la estela de un rayo de luz.

Los siete seres permanecieron sobre las aguas del océano y uno a uno fue desapareciendo entre pequeños destellos de luz purpura.

Aquel era el comienzo de lo que se convertiría en la más grande guerra, todas las historias tendrían su origen en aquel ardid armado por traidores.




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