A lo lejos se escuchaban los gritos de mujeres y niños desesperados, con horror Éire presencio como los perros del infierno invadían la aldea destruyendo todo a su paso y derramando la sangre de los inocentes. Durante años habían sido protegidos por los Gurkis, una raza de hombres con la capacidad de transformarse en enormes lobos. Pero esa noche no había sido suficiente, los perros del infierno los superaban en número, eran tan grandes como una becerra, su color negro se confundía con la misma noche haciendo casi imposible detectar donde se encontraban hasta que eras atacado y mirabas de frente sus pupilas de rojo carmesí.
Éire corrió por el bosque, aunque deseaba quedarse y luchar había un motivo aun mayor que la obligaba a huir y proteger la verdadera razón por la que los perros del infierno estaban haciendo su carnicería en la pequeña aldea. Corrió entre el oscuro bosque herida, pero luchando por mantenerse en pie. El viento azotaba su cabello despiadadamente, los susurros de la noche le erizaban la piel, estaba agotada y débil pero no podía detenerse, podía sentir a los perros del infierno tras ella, la alcanzarían y acabarían con su vida sin piedad. Ella se reusaba a morir de esa forma.
Corrió hasta llegar a un claro y entonces sus piernas y todo su cuerpo sucumbió ante el dolor, ya no podía continuar tendría que resignarse a su maldito destino y su oscura suerte echada desde antes de nacer. Con desesperación miro al cielo y un grito de dura desesperanza salió de su garganta.
_ ¡Mikael! este es el destino que querías para nosotros.
En ese momento una luz emergió del bosque y dentro de esa luz surgió un hombre alto con rizos dorados que caían sobre sus hombros, tenía los ojos de un verde casi sobrenatural. El hombre se acercó impasible hasta Éire y la miro fijamente, ella no se mostraba sorprendida, estaba indignada y le devolvió una mirada dura al hombre que se inclinaba hacia ella.
_ No quiero tu ayuda Raphael. Él debería estar aquí.
El Arcángel le extendió la mano, pero ella lo rechazo y frunció el ceño en señal de disgusto.
_ Tiene cosas que hacer Éire. Yo estoy aquí en su nombre.
_ No te quiero a ti, lo necesito a él. Tiene que saber la verdad.
En ese momento Raphael comprendió que nada podría persuadir a aquella obstinada mujer a aceptar su ayuda.
_ Queda poco tiempo, los perros del infierno están cerca y no podre solo con todos. Éire haz la invocación y él estará aquí.
La mujer lo miró fijamente recordando muy bien la invocación, nunca habida pensado en usarla. Mikael se la había enseñado para ser usada si su vida estaba en grave peligro. Lo que significaba que ella solo la usaría si estaba muriendo.
Éire comenzó a dibujar en el suelo con su sangre una marca que solo los ángeles conocían, al tiempo que dibujaba recitaba la invocación.
Legioni, possa la tua forza trattenermi e proteggermi.
Tu che hai sconfitto i sette draghi e i fuochi del mondo, vieni in mio aiuto.
Per la protezione dei miei figli.
Vieni guerriero e salvaci.
_ Esta echo. _susurro mientras la poca fuerza que le quedaba se le escapaba. Quería resistir, vivir al menos lo suficiente para ser capaz de revelarle la verdad a Mikael. _Raphael, necesito…
De la nada un relámpago azul atravesó el cielo, el sonido fue tan fuerte que por un momento todos los sonidos del bosque guardaron silencio. Al abrir los ojos Éire noto que frente a ella estaban el par de ojos azules más hermosos que había visto en su vida, su cabello castaño se movía con el viento, él la miraba con dulzura y amor.
Paso a paso él se acercó hasta que estuvo arrodillado junto a ella, con su mano toco su rostro y aparto el cabello negro que caí sobre su rostro y que se había pegado a su frente por la sangre.
_ Estoy aquí Éire. _ Dijo él con un tono tranquilizador.
_ Mikael ¿Por qué me haces esto?
_ ¿A qué te refieres? _ pregunto con la duda creciendo en su rostro.
_ Prometiste protegernos… y aquí estamos a punto de morir…
_ Envié a Raphael_ La interrumpió.
_ No. ¡Te necesitamos a ti!
Mikael la miro fijamente tratando de entender la frustración de aquella mujer, la miro detenidamente y se dio cuenta que ella sostenía sus manos con fuerza sobre su vientre abultado. Estaba perdiendo mucha sangre, un destello de miedo y de ira atravesó al Arcángel.
_ ¿Quién? _ Grito Mikael con furia.
_ Los perros del infierno enviados por..._ Las lágrimas evitaron que continuara. El dolor era tan fuerte que la poca fuerza que le quedaba comenzaba a desvanecerse.
Mikael la tomo entre sus brazos y la sostuvo con fuerza por unos breves minutos, la miro antes de besar suavemente sus labios. Luego beso su frente y hundió su rostro en su oscuro cabello. Se levantó con ella en brazos y camino hacia Raphael.
_ Quiero que la lleves a la iglesia del padre Jorge. El santo. Él sabrá que hacer, quiero que te quedes con ella, también llama a Gabriel y asegúrate que los tres sobrevivan.