La luz de la luna bañaba las ruinas del círculo de Orbis. Este siempre era un espectáculo digno de admirar y por alguna razón hacia que el corazón de Niall se sintiera nostálgico. Le recordaba que por más que lo intentara jamás pertenecería a este mundo. Pasó una mano por sus cabellos rubios y se sentó sobre uno de los enormes bloques de piedra que formaban parte del gran círculo de magia. Eran dieciocho metros de increíble roca bruta. Durante años había sido el punto de encuentro de los líderes de las siete ciudades de la gran isla Duranki y el cementerio de sus guerreros. Por debajo de las impresionantes ruinas se encontraban pasajes que conducían hacia las tumbas, estaban llenos de piedras erguidas, y las cámaras estaban formadas por enormes bloques de roca y pavimentadas con piedras planas, el lugar ideal para el descanso eterno de un valiente guerrero
Niall se mantuvo en silencio esperando a que él apareciera, le irritaba que llegara tarde pero lo conocía muy bien, él debería estar escondido en alguna parte observándolo, esperando a verlo perder el control y marcharse, pero no lo haría, no valía la pena. Él lo encontraría de todos modos.
_ Esconderse, huir, todo es inútil._ Murmuro para sí mismo.
Crecer en medio de incertidumbre, rodeado por seres crueles y horribles lo habían convertido en un guerrero no solo fuerte también calculador e incluso frio en ocasiones. Solo tenía un propósito en la vida, era lo único que mantenía el calor en su corazón y las ganas de vivir en su alma.
Un bisbiseo llamo su atención, cientos de voces acariciaban su oído luchando por hacerse escuchar. El viento susurraba las historias de los árboles, era una de las pocas cosas que aún le gustaba hacer. De niño se la pasaba escondiéndose en los bosques, en ocasiones se justificaba diciéndose a sí mismo que corría de su padre, pero esa no era la verdad, huía de sí mismo y del hombre en que se convertía. Solo aquellas viejas historias lo alejaban de su realidad, de sus miedos e inseguridades.
Había una historia en particular que le llamaba la atención. La historia de la gran e inigualable Excálibur o más conocida en los cielos como Carnwennan, la espada de Mikael.
Contaba el arrullo de los árboles que Excálibur le fue entregada de manos de la dama del lago a un gran rey, un Hijo de Adán poseedor de una gran bondad y valentía. Esa misteriosa mujer durante siglos custodio la espada en espera de un hombre digno de portarla. Durante muchos años aquel hombre reino justamente con su espada a su lado hasta que la muerte tiño su destino de sangre y tragedia. Con las pocas fuerzas que le quedaban se encamino al lago para regresar su espada a la misteriosa mujer. Dentro de su corazón aquel rey tenía la certeza que su espada no debía caer en manos del hombre equivocado ya que podría desatar grandes e irremediables tragedias sobre la tierra. Con sus últimas fuerzas lanzo la espada al lago y espero pacientemente a que la dama apareciera por ella. Espero, aguardando su último aliento. Finalmente apareció, pero no fue la mística dama. Un rayo azul atravesó el cielo y de este surgió un hombre de imponente apariencia, él viejo rey le miró fijamente y sonriendo cerro sus ojos entregándole su alma a la muerte.
En la actualidad nadie creería la sorprendente historia y menos creerían que ambas espadas en realidad fueran la misma, pero Niall sabia la verdad. Cada historia relatada por los arboles de aquella isla era verdadera. Los hijos de Adán no conocían el mundo que se les ocultaba tras los cristales de luz, no tenían idea de la interminable guerra que se libraba a su alrededor desde hacía siglos. Él era parte de esa guerra y a pesar de no querer ser parte sabía que tenía un papel importante dentro de ella y debía cumplirlo aunque no lo quisiera, era su deber para con los hijos de Caín, a quienes se les negó la posibilidad de regresar al cielo.
_ Mi querido Niall._ La voz de su padre le hizo levantar la mirada para buscarlo._ Aun escuchas estas historias murmuradas por árboles.
_ ¿Dónde estás? _ Pregunto Niall irritado._ ¿Para qué me citaste?_ Conocía demasiado bien a su padre. El gran causante de la guerra en el cielo, despiadado, calculador y dolorosamente honesto.
También había historias sobre su padre, pero esas no las contaban los árboles, eran relatos creados por los Hijos de Adán donde su padre era llamado Lucifer, el querubín más hermoso del cielo y el traidor más grande de la historia. Metatron odiaba aquellas historias. Él era mejor que eso. Él fue un Arcángel, el más cercano a la Fuente, el predilecto y el más grande de todos los guerreros del cielo.
_ Estas historias nunca me hacen justicia. _ Su voz se convirtió en un eco a su alrededor haciendo imposible determinar el lugar de donde provenía.
Niall miro en todas direcciones cansado de los juegos de su padre, paso sus manos por su cabello como gesto de frustración, nunca nada bueno podía esperarse del gran Metatron. De pronto su padre se encontraba frente a él, sus ojos color miel penetrándolo con intensidad, su cabello oscuro como la misma noche brilla con la luz de la luna.