Los Hijos de Anac y las Marcas Sagradas

Capitulo 2

Las ramas de los árboles se movían con la suave caricia del viento mientras la luz de la luna se filtraba por entre los arboles dibujando todo un espectáculo de lluvia de luz. Enid no podía dejar de sentirse atraída, para ella era mágico y romántico. Camino lentamente por el bosque admirando cada pequeño detalle, sintiéndose agradecida por poder disfrutar de algo tan hermoso y único.

En su interior se lamentó de que Cedric no la hubiese acompañado, compartir algo tan hermoso con él la habría hecho muy feliz. Su padre era muy exigente con él, tanto que a veces pensaba que el pobre muchacho terminaría huyendo. Enid sonrió. Ojala y lo hiciera, así ella podría huir con él.

Enid se detuvo bajo una estela de luz, cerró sus ojos y levanto el rostro permitiéndole a la luna que la bañara con su rayo plateado. Dejo que su corazón bailara y que sus pensamientos volaran tan lejos como quisieran. Una lagrima se deslizo por su mejilla cuando el recuerdo de Lugh palpito en su corazón, era un pensamiento doloroso.

Un ruido como de hojas secas siendo pisadas alerto de inmediato a Enid, con el puño de su mano se limpió la lágrima que permanecía en su mejilla y miro a su alrededor tratando de vislumbrar al intruso. Sabía que no podía tratarse de Cedric, si fuese él no sentiría tanto miedo y angustia. Volvió a escuchar como las hojas se resquebrajaban, se giró inmediatamente y por un segundo distinguió una sombra moviéndose a su lado.

_ ¿Quién está ahí?

Su corazón latía como un tambor, la sombra volvió a moverse a su espalda. Un escalofrió recorrió su piel, sus manos comenzaron a sudarle y sus rodillas a temblar. Algo malo estaba a punto de pasarle, lo podía sentir en todo su cuerpo.

_ ¿Quién está ahí?_ Volvió a repetir. La angustia se filtraba en cada palabra.

_ No debes tener miedo._ Le respondió una voz grave.

Enid salto asustada sobre sus pies, un hombre cubierto por una larga capa negra la observaba desde la sombras de un roble. Lentamente fue caminando hacia ella, se detuvo cuando la luz de la luna ilumino su rostro. Era joven, de cabello negro rizado y profundos ojos oscuros, tenía una sonrisa pérfida que le helaba la sangre completamente.

_ ¿Quién eres?

El misterioso hombre sonrió.

_ Soy quien te va a liberar de tu reclusión._ El hombre dio dos pasos hacia ella._ Mi nombre es Azrael.

_ Un hijo de Caín._ Murmuro Enid sin apartar la mirada del hombre.

Azrael negó.

_ Un ángel._ La corrigió chasqueando la lengua._ un ángel que será tu salvación.

Por un segundo Enid quiso reír, ¿Un ángel? Sería posible que aun continuaran creyéndose sagrados después de la gran traición que llevaron a cabo en el cielo.

_ Tu gente vive bajo la sombra de los Arcángeles, de los hijos de Anac y de sus estúpidas reglas. Ustedes no necesitan de ellos, poseen una magia que los podría superar…

_ ¡Cállate!_ Le grito Enid._ Tú no sabes nada, esa magia solo le trajo dolor a mi pueblo.

Azrael elevo una ceja.

_ ¿Cómo estas tan segura?

Una oleada de dudas azoto de pronto a Enid, no conocía más que las historias de su padre y él había sido muy joven cuando todo sucedió. Se obligó a reprimir aquellos pensamientos porque sabía muy bien que provenían de esa pequeña parte de oscuridad que había nacido con ella.

_ Deja de luchar en contra de tu naturaleza, podrías llegar a ser inmortal y yo podría ayudarte.

Enid negó mientras daba un paso hacia atrás.

_ También podría ayudarte a deshacerte de esa mancha oscura que te persigue desde tu nacimiento.

El terror que Enid experimento en ese momento fue indescriptible ¿Cómo podía saber sobre la oscuridad en su corazón? Únicamente Maeve, Cedric y su gran amiga Una tenían conocimiento de ese terrible secreto.

_ Podrás ser libre._ Insistió Azrael._ Nunca más tendrás que preocuparte, ni sentir miedo de causarle algún daño a quienes amas.

_ Es imposible, no hay manera de liberarme.

Entonces sin ningún aviso Azrael se movió con mucha rapidez y se colocó a espaldas de Enid. Se inclinó para susurrarle al oído mientras su mano la sujetaba por la cintura para evitar que escapara. Enid podía sentir su frio aliento rozando la piel de su cuello, comenzó a temblar con miedo de las intenciones del misterioso hombre.




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