No muy lejos del castillo de Taranis se encontraban los Gurkis en medio de una gran batalla en contra de una legión de perros del infierno, nadie se dio cuenta como evadieron las barreras o la guardia de los Vigilantes, pero habían llegado hasta la aldea y destruían todo a su paso. Los perros del infierno eran seres malévolos que urgían de sangre fresca para sobrevivir y no había sangre más deliciosa para ellos que la sangre de una raza como los Gurkis.
Mano a mano los Gurkis luchaban para defender su tierra, la ira hervía en su sangre como un potente detonante de su fuerza sobrenatural. Alaric y su hermano Gideon luchaban al lado de su padre defendiendo a su gente y protegiendo a todos los niños que aún no tenían la fuerza ni el entrenamiento necesario para enfrentar una batalla.
_ ¡Alaric! _ Grito Eucalion su padre._ ¡Te necesito!
El rugido de Eucalion, el gran lobo, se escuchó como un trueno rompiendo el cielo que convocaba a sus guerreros más fuertes. El cuerpo de Alaric comenzó a ceder a la transformación y lentamente su apariencia fue cambiando a la del imponente y letal lobo negro. Su tamaño era impresionante y muy superior al de los perros del infierno, sus ojos brillaban con una determinación temible.
Alaric enfrento a los monstruos del infierno al lado de su padre y su hermano Gideon pero aquellas criaturas parecían ser indestructibles. Los Gurkis debían conseguir detener el ataque de los perros del infierno, eran demasiados y cada vez que mataban uno, dos aparecían en su lugar, eran como una plaga que comenzaba a extenderse y amenazaba con acabar con todo lo que conocían.
Mientras Eucalion y sus hijos luchaban por detener a los perros del infierno Zein intentaba proteger a toda costa a su hermana y al selecto grupo de jóvenes Gurkis que aún no tenían su primera trasformación y que continuaban con su entrenamiento. Su deber era asegurar que la nueva generación continuara a salvo y lejos de las garras de los demonios.
_ ¡Zein!_ Grito Quinn mientras corría hacia ellos derribando Perros del infierno con una lanza de plata._ ¡Llévalos al bosque!
Los ojos de Zein se unieron a la mirada agresiva de Quinn, era una mujer impresionantemente fuerte y con una determinación inigualable.
_ ¡Corre, Zein!_ Volvió a gritar Quinn.
Rápidamente Zein se giró y miro a su hermana y a los demás Gurkis._ Vamos, arriba y corran al bosque.
Los jóvenes Gurkis se levantaron y comenzaron a correr en dirección al bosque sin voltear a ver una sola vez, el miedo corría por sus venas como veneno, también un fuego extraño que los quemaba pero que no terminaba de explotar en su interior. Aun no estaban listos.
Zein espero pacientemente hasta que el último de los Gurkis entro al bosque y se transformó, su aullido aviso a su líder que estaba listo para luchar pero el pensamiento que Eucalion le transmitió fue que continuara al lado de los más jóvenes y se asegurara de su bienestar.
La batalla estaba causando estragos en la aldea y cubriendo la tierra con sangre de Gurki, de pronto escucharon un rugido que los hizo estremecer de terror, Alaric podía sentir que algo realmente malo estaba a punto de suceder y no sabía cómo podría ser capaz de detenerlo. Esta era su responsabilidad, su trabajo era proteger a su clan, su compromiso le exigía ser capaz de resolver cualquier problema y mantener el orden.
_ ¡Es Quinn!_ Grito Gideon a la mente de todos mientras corría en la dirección en la que se escuchó el grito.
Alaric lo siguió sabiendo que si Quinn estaba en peligro, él tendría que salvarla a como diera lugar. Los jóvenes se detuvieron en cuanto vieron a Quinn tirada en el suelo sangrando y solo un poco más lejos se encontraba un perro del infierno acercándose a ella.
Los jóvenes hermanos corrieron pero varios sabuesos infernales se atravesaron en su camino impidiéndoles llegar hasta ella. De pronto, de la nada un portal de luz se abrió, los demonios comenzaron a cruzarlo. La desesperación en Alaric creció inmensurablemente y se abalanzó sobre todo aquel que se atravesara en su camino. Lo único que le importaba en ese momento era llegar al lado de Quinn, asegurarse de que estaría a salvo en sus brazos.
Ambos hermanos luchaban con desesperación pero ningún esfuerzo fue suficiente para conseguir evitar que los perros del infierno arrastraran a Quinn por el portal. De pronto todo a su alrededor estaba en completo silencio, la sangre de su gente empapando sus tierras, los latidos y pensamientos de Zein resonando en sus mentes. De pronto todo estaba vacío, ella no estaba.
Se la habían llevado.
***
Eucalion recorrió su aldea con gran dolor comprimiendo su corazón, toda su gente había perecido en el fatídico ataque de los demonios. Toda aquella sangre de Gurki derramándose por el suelo, filtrándose de los cuerpos de hombres, mujeres y niños. Todo un Clan había sido empujado a su casi desaparición.