Los Hijos de Anac y las Marcas Sagradas

capitulo 46

Owen corrió por los largos pasillos del castillo buscando a Aria por todas partes, con todo el alboroto sucediendo en el gran salón no tuvo tiempo de verla, abrazarla y contarle personalmente todo lo que le estaba sucediendo. Necesitaba urgentemente sostenerla contra su cuerpo y escuchar su risa para conseguir al menos un poco de paz.

Escasos rayos de luz de sol se filtraban por los grandes ventanales multicolores creando en las superficies de las paredes un espectáculo de luces policromas que centelleaban en una especie de baile. A lo lejos del pasillo Owen distinguió la silueta de Lugh y Alaric, ambos estaban platicando y por el semblante de sus rostros no parecían para nada felices. Sus dos amigos se percataron de su presencia y voltearon en su dirección, de pronto sus rostros se contorsionaron en una mueca de congoja. Owen se detuvo precipitadamente presintiendo algo malo a punto de suceder.

_ ¿Qué hacen aquí?_ Owen avanzaba a pasos muy lentos hacia ellos. Su respiración era muy rápida así que luchaba por normalizarla pero a cada paso que daba sentía que algo muy en el fondo comenzaba a doler.

Alaric bajo la cabeza y Lugh intento mirar hacia otro lado.

_ ¡Hey! ¿Pero qué les pasa a ustedes? _ Owen estaba a su lado y percibía como sus amigos intentaban evitarlo a toda costa._ ¿Saben? No me digan nada, tengo prisa en encontrar a Aria.

Owen paso a un alado de Alaric, camino unos cuantos pasos lejos de ellos y respiro aliviado, aunque no estaba seguro de porque debía sentirse de esa manera.

_ ¡Owen!_ Le llamo Alaric.

Owen se detuvo pero no se giró, su corazón se había disparado como un caballo al galope y sus manos comenzaban a sudar frio.

_ Ella está muerta._ Owen se paralizo de cuerpo completo, escucho como su alma se agrietaba en su interior y su estómago se retorcía en dolor.

_ Lo lamento, Owen._ La voz de Alaric casi sonaba lejana._ Todo sucedió muy rápido y…

Los movimientos de Owen fueron rápidos y agiles, Alaric estuvo en segundos encajado en la pared con el puño de Owen a solo centímetros de su rostro y solo detenido por la intervención de Lugh que sostenía el brazo de Owen con tanta fuerza que amenazaba con rompérselo.

_ No fue su culpa._ Le dijo Lugh._ Todos hicimos lo posible y aun así perdimos.

_ Me prometiste que la cuidarías._ Le reprocho Owen con la mandíbula tensa y la mirada llena de ira contenida._ Me lo prometiste.

Alaric trago con dificultad.

_ Lo sé, créeme que toda mi vida viviré con el peso de no haber sido capaz de cuidar de ella como te lo prometí.

Lugh alejo a Owen dejando libre a Alaric de su amenaza._ Ella está en la enfermería. Raziel está preparando sus cuerpos para el funeral de mañana.

Sin mediar una palabra más Owen comenzó a correr en dirección a la enfermería, su mundo estaba colapsado, no podía creer una sola palabra hasta no verla con sus propios ojos. Su corazón se negaba rotundamente a que ella estuviera muerta ¿Qué sería de su vida sin su luz guiándolo día a día?

Entro en la enfermería como un verdadero poseso, sus ojos se abrieron con abatimiento y desesperación. Delante de él habían dispuestas tres mesas largas, sobre ellas tres cuerpos cubiertos por mantas blancas de ceda que permitían vislumbrar las siluetas de sus amigos. Raziel se movía entre las mesas ungiéndolos con aceites y yerbas.

Owen cayo de rodillas provocando un ruido fragoso, nunca ningún dolor se podría llegar a parecer al que en ese momento comenzaba a sentir. La muerte era algo con lo que estaban familiarizados pero nunca antes había tenido que enfrentarla, nunca tan de cerca y nunca tan personal como lo era justo ahí delante del cuerpo vacío de la mujer a la que él había amado desde niño.

La rabia corrió por sus venas mezclada con impotencia, desesperanza y soledad. Se levantó y a duras penas, trastabillando y con los ojos anegados de lágrimas llego a los pies de la mesa donde se encontraba Aria. Raziel lo miro con tristeza y compasión, reconocía aquel dolor pues lo había visto en los ojos de cada uno de los Arcángeles el día en que perdieron a la madre de sus hijos. Fue devastador y las heridas de esos recuerdos los rompieron de por vida.

Owen cerro los ojos con fuerza mientras las lágrimas empapaban su rostro, no podía soportar verla ahí tendida como si estuviese durmiendo. Ella jamás despertaría. Su futuro había acabado y con ella se llevó parte del suyo. De pronto la rabia fue incontenible, Owen dio diez pasos hacia atrás y con el brazo barrio los frascos de cristal dispuestos sobre una encimera de madera, luego lanzo las sillas contra las paredes, cualquier cosa a su paso era destruida por su arrebato de violencia.




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