Los días después de la batalla contra los Dearg-Due en las ciudades de los hijos de Adán fueron largos, dolorosos y llenos de incertidumbre. La pena embargo los corazones de todos y los mantuvo sumidos en un largo silencio durante días. La isla ya no era el hogar que recordaban, el mundo estaba enfrentando un gran cambio, los demonios habían expresado abiertamente su odio a los humanos, y la amenaza de nuevas criaturas sobrenaturales se hacía cada vez más fuerte.
_ ¿Los encontraste?_ Preguntó Kilian.
Se mantenía al filo del risco observando como las olas chocaban y las burbujas de sal bailaban sobre la superficie, llevaba días visitando ese lugar y pasando largas horas contemplando a la nada, solo pensando en cómo dirigiría al clan de los Jӓger y guardando luto por su padre.
_ No queda nadie._ Respondió Alaric parándose a su lado. _ Taranis está abandonado, no hay rastro de los Arcángeles, no hay nada que nos indique donde están Kayden y los demás.
Los dos guardaron silencio mientras sus miradas vagaban por el horizonte. Después de su regreso de las ciudades se encontraron con que los hijos de Anac habían desaparecido, no había rastro de ellos. El castillo de Taranis estaba vacío, los pasillos silenciosos y la gran sala de los acuerdos abandonada. Su desaparición fue el golpe que termino de flagelar el espíritu de los clanes.
Estaban solos.
_ ¿Crees que estén bien?
Alaric miro por unos segundos a Kilian y volvió su atención al mar._ Creo que sí.
Kilian asintió.
_ ¿Crees que nosotros estaremos bien?
El silencio los envolvió a ambos líderes, no tenían manera de saber si estarían bien ya que durante años se guiaron por las leyes de los hijos de Anac y de los Arcángeles, ahora se encontraban solos y debían moverse con el cambio que acogía al mundo. No, no podían saber si estarían bien pero definitivamente lucharían por estarlo.
La ausencia de los hijos de Anac los empujo a tomar medidas drásticas relacionadas con su futuro y la seguridad de los hijos de Adán. Los Zíngaros abandonarían la isla y regresarían a sus antiguas tierras en las profundidades del bosque de Levitan, inexplicablemente la bruja Connan también había desaparecido y con ella los Dullahan dejando el bosque una vez más en las manos del clan liderado por Cappi y sus hijos.
Gurkis y Jӓger también encontraron lugares donde establecerse en las tierras de los hijos de Adán, ya no existía ninguna razón para no mezclarse con los humanos, es más, era necesario ya que sus vidas se encontraban más vulnerables hora que debían comenzar a reconstruir sus vidas bajo la latente amenaza de los enemigos.
Únicamente los Fuath permanecerían en la isla Duranki, ellos no podían mezclarse tan fácilmente con los humanos debido a sus rasgos antinaturales como el color purpura de sus ojos. Además, sus capacidades mágicas tenían que ser constantes y el permanecer entre hijos de Adán limitaría drásticamente la manera de manifestar su magia.
_ Lo creo, definitivamente estaremos bien._ Afirmo Alaric con una sonrisa en sus labios.
***
El amor suele ser un sentimiento que te deja sin escapatoria, en el momento en que la trampa se cierra alrededor de tu corazón quedas prisionero de tus propias emociones y por más que luches jamás podrás liberarte. Dika lo entendía ahora, cuando el amor la había sorprendido y después la dejaba en soledad y silencio. Quería creer con todas sus fuerzas que Lugh se encontraba bien, que en algún lugar él y todos los demás se encontraban a salvo y buscando la manera de regresas. Ella necesitaba creer con su corazón que Lugh estaría buscando la manera de volver a su lado, tenía que pensar de esa manera o la trampa de su amor la consumiría lentamente hasta el día de su muerte.
El viento soplo suavemente agitando las puntas de su cabello, el aroma de las flores que sostenía en su mano se dispersó a su alrededor endulzando la nostalgia de las tumbas donde yacían los cuerpos de su queridos amigos. Dika coloco las flores sobre las tumbas y miro fijamente los nombres grabados sobre las rocas, no podía saber si algún día las volvería a ver, su gente se trasladaría nuevamente a Levitan y abandonarían la isla dejando tras ellos los recuerdos de días marcados con alegría y eclipsados con la pena del adiós.
_ Adiós mis queridos amigos.
El viento soplo una vez más y la voz en arrullo de los arboles murmuro suavemente en su oído. Dika se levantó repentinamente tratando de prestar más atención a las palabras dichas por los árboles. Desde niña había aprendido a escuchar atentamente las historias que contaban cuando el viento arrastraba sus historias para murmurarlas a los oídos de quienes prestan atención.