Los Hijos Del Sr.Mcsell

Capítulo Uno - Niños 1/ Niñera 0

Niños 1/ Niñera 0

Las pocas cosas de las que Laine podía arrepentirse en su vida, las podía contar con los dedos de su mano derecha. No es que no cometiera errores memorables de los que pudiese arrepentirse, los cometía, pero prefería olvidarlos y seguir adelante. Era una mujer que no se arrepentía de sus actos, simplemente los afrontaba. Así había sido desde que era una niña, y siendo una adulta que depende al cien por ciento de sí misma, no iba a empezar a dudar de sus decisiones pasadas.

Algunos podrían pensar que esto decía mucho sobre la personalidad de la joven mujer, pero no era tan certero formarse una idea de su personalidad con tan poco. Todo aquel que la conocía aprendió que juzgarla no servía. Laine Wilson era alguien cambiante, fuerte y de quien se podían esperar muchas cosas.

La mujer rubia, de unos veintitantos años —que se encontraba más cerca de los treinta que de los veinte— corría apurada por los pasillos del edificio en el que residía. Era una mañana de miércoles, las personas en la ciudad se dirigían a su trabajo y ella no era la excepción. Pero, contrario a muchos, o no tanto, estaba llegando tarde. Lo que otro día no le molestaría, pero la noche anterior había decidido sentirse en paz y simplemente dormirse más temprano de lo habitual, planeando terminar su trabajo al día siguiente. ¿Su error? Haber pausado la alarma como lo hacía cualquier día, dejando pasar las horas y durmiendo aún más. En conclusión, llegaba tarde y no tenía preparada la presentación que debía entregar a su jefe ese día.

Esa es una de las razones por las que no se debe juzgar a la mujer por sus decisiones o acciones. Se arrepentía, Laine podría agregar otra cosa a su lista de arrepentimientos, aunque por lo desordenada de su lista no sabía si ahora la podía contar con una mano o debía agregar una segunda para poder hacerlo.

—Joder, joder, joder —se maldecía a sí misma, al salir de su edificio y dirigirse apurada al metro. Lo único que agradecía era vivir cerca de este y que este estuviese cerca de su trabajo.

Había subido a este, rogando a Dios que no estuviese lleno de gente, y vio que su fe no era lo suficientemente fuerte ya que se encontraba en una de las esquinas más apretadas del transporte. Solo pudo disfrutar de lo que llamaban oxígeno cuando, tres paradas después, salió de la estación, aún apurada.

Mientras corría sin saber si el tiempo sería su aliado, contestó la tercera llamada de una de sus amigas que recibió esa mañana —había ignorado las otras dos a sabiendas de que si contestaba no llegaría a tiempo—. Aunque sabía la razón superficial por la que Claudia, una de sus mejores amigas, la llamaba, solo esperaba que fuese la parte buena de lo que se imaginaba.

—Buenos días, Clau…

…¿Buenos días? ¿¡Buenos días!? ¡Tus queridos niños han llamado al menos quince veces esta mañana! ¿¡Crees que son buenos días!? —La voz alterada de su amiga le hizo saber que no bromeaba, pero que esa fuese la razón de su llamada significaba que todo estaba medianamente bien.

—Debo suponer que aparte de eso todo está bien, ¿no?

La voz de Laine sonaba agitada y, a pesar de que había dejado de correr ya que se encontraba bastante cerca, y se había cerciorado de que el tiempo era suficiente, trató de calmarse.

¿Estás follando tan temprano? ¿Por qué me jadeas al oído? —Claudia habia soltado una risa al decir esto ultimo ya que el pensar de Laine tuviese sexo para ella era una gran broma, conocia a la rubia, esto no pasaria.

—Obviamente, coger con una amiga al oído es algo que me prende muchísimo—dijo de forma sarcástica la rubia entrando a la recepción del lugar donde trabajaba y alzando una de sus manos hizo que Claudia que se encontraba a un lado del ascensor esperando por ella la viese.

Cuando Claudia la tuvo lo suficientemente cerca, le ofreció el café que le había guardado. Esto agradó a Laine, quien subió con ella al ascensor.

—No creo que haya sido tu mejor mañana —fue el primer comentario que le hizo la más bajita a su amiga—. Se te ve algo estropeada.

Una mirada fulminante no hizo que su amiga retractara sus palabras, por lo que Laine solo suspiró:

—¿Qué decías antes? —preguntó, recostándose contra una de las paredes del ascensor.

—¿Quieres que te vuelva a gritar o te diga qué tan mal va mi mañana por culpa de esos demonios Macsell?

La rubia soltó una pequeña risa al imaginarse a los tres pequeños Macsell como pequeños demonios:

—Ninguna de las dos, ¿Ha llegado la nueva niñera? —preguntó cuando salieron del ascensor después de subir al último piso del edificio donde se encontraban las oficinas de la compañía.

Mc.Company no solo era una de las compañías editoriales más importantes de todo el país, sino que también era uno de los negocios familiares más grandes de este. Había cinco generaciones de Mcsell en ella, lo que los hacía una de las más longevas también. Eso dejaba al actual presidente de esta como una cuchara de oro. Era uno de los hombres más importantes y, claro, uno de los más deseados de todo el país. Un hombre rico, que respiraba elegancia y lujo, alguien que nació para ser lo que es hoy en día.

De igual forma, la descendencia de Owen Mcsell era como él: elegantes, hermosos y, claro, caprichosos.




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