¿Pareja?
El día libre de Laine llegó con un inusual silencio en la casa McSell. Los hermanos mayores habían partido con sus abuelos, dejando a Owen solo con la pequeña Jemina. Por primera vez en meses, el empresario pensó que tendría un respiro, pero la calma no duró demasiado. A media mañana, un asunto inaplazable surgió: debía asistir a una reunión para discutir una posible prometida.
La matriarca de la familia McSell no solía presionar a sus hijos con el matrimonio, y con Owen no era la excepción. Sin embargo, después de haber discutido con su madre, su relación con Laine había salido a flote, dejándolos discutiendo sobre el hecho de que ella afirmaba que él no daba un paso con su secretaria por miedo, y él solo le daba largas. Así que, como castigo, le había conseguido una cita a ciegas. Vaya castigo.
Suspirando, Owen miró a Jemina, que jugaba con sus muñecos en la alfombra. No tenía con quién dejarla, o más bien no quería arriesgarse a dejarla con alguien, así que, sin muchas opciones, la llevó consigo. Si bien la reunión no era precisamente emocionante para una niña pequeña, confiaba en que se mantendría tranquila.
La sala privada del restaurante elegido para la reunión era sobria y elegante. Los anfitriones, un matrimonio influyente, recibieron a Owen con sonrisas calculadas. Pero la pequeña Jemina no parecía compartir la misma actitud tranquila de su padre; apenas cruzaron la puerta, comenzó a escudriñar a su alrededor, buscando algo o a alguien. Y entonces ocurrió: su mirada se iluminó y, antes de que Owen pudiera detenerla, salió disparada.
—¡Laine!
La rubia, quien acababa de entrar al restaurante por casualidad, se detuvo de golpe cuando vio los bracitos de Jemina revolotear hacia ella, así que se acercó inconscientemente hasta ellos, tomando a la niña en brazos sin siquiera preguntar. Parpadeó, sorprendida. Miró hacia el frente y se encontró con Owen, que tenía una expresión entre resignación y diversión.
—Vaya, vaya. ¿Interrumpo algo? —preguntó con una ceja arqueada.
Owen suspiró y se acercó a ella.
—Nada importante… salvo una reunión de negocios —murmuró, sabiendo que no tenía escapatoria.
Laine le lanzó una mirada escéptica mientras intentaba despegar a la niña que se aferraba a su pecho. Pero Jemina, con su habitual terquedad McSell, se aferró aún más.
—Parece que no quiere soltarme —dijo Laine, con una sonrisa burlona.
—Sí, y no podemos quedarnos aquí parados —Owen miró a su alrededor y luego le lanzó una mirada significativa—. Vamos, ayúdame.
—¿Ayudarte? ¿Cómo exactamente?
—Fingiendo que somos pareja —respondió con la naturalidad de quien habla del clima.
Laine sintió que algo dentro de ella se detenía por un momento.
—¿Disculpa?
—Jemina no se soltará de ti, y si creen que estoy con alguien, probablemente la charla sobre la prometida termine rápido —explicó Owen, mientras la miraba con una media sonrisa.
Laine bufó.
—Esto es ridículo.
—Un poco. Pero funcionará.
—Espera, ¿no era una reunión de trabajo? ¿Qué prometida? ¿Dónde planeas meterme?
Owen se aguantó una risa por sus preguntas.
—Te lo explicaré después.
Antes de que pudiera protestar, Owen ya la había tomado del brazo con familiaridad y la guió hacia la mesa. Laine sintió todas las miradas sobre ellos, y su instinto le gritaba que se marchara, pero Jemina, aún pegada a ella, no dejaba alternativa. A regañadientes, tomó asiento junto a Owen mientras la niña se acomodaba en su regazo con una expresión victoriosa.
—No mencionaste que venías acompañado, Owen —dijo la anfitriona con una sonrisa inquisitiva.
—Se dio de forma inesperada —respondió él con una sonrisa encantadora.
Laine lo miró de reojo. Si algo admiraba de Owen era su capacidad de improvisar sin pestañear. Así que decidió seguirle el juego.
—Soy Laine, encantada —dijo con tono educado.
Las preguntas llegaron una tras otra. ¿Desde cuándo estaban juntos? ¿Cómo se conocieron? Owen y Laine, aunque sorprendidos por el nivel de curiosidad, se sincronizaron a la perfección. Inventaron una historia convincente con facilidad, mezclando parte de su historia juntos con una trama romántica que podría enternecer a cualquiera. Para cuando la reunión terminó, la pareja anfitriona parecía más interesada en la relación de Owen que en la prometida que planeaban ofrecerle.
Cuando finalmente salieron del restaurante, Laine suspiró con alivio.
—Bueno, eso fue… algo —lo miró con sospecha—. ¿Te divertiste?
Owen sonrió con suficiencia.
—Oh, claro. Eras la perfecta novia dedicada y… estabas celosa, ¿verdad?
Laine lo miró como si acabara de decir la mayor tontería del mundo.
—¿Celosa? ¡Por favor!
Pero Owen solo rió mientras acomodaba a Jemina en el auto. Laine rodó los ojos, aunque no pudo evitar que una sonrisa se formara en su rostro. Sabía que aquello no sería lo último que escucharía sobre ese día.