Los Hijos Del Sr.Mcsell

Capítulo Diez - Terquedad

Terquedad

Laine, que había pasado la mayor parte del día evitando volver a su puesto de trabajo, ahora subía las escaleras desde el noveno hasta el décimo tercer piso, cansada, nuevamente con hambre y aún con algo de molestia. Decidió que ya había huido suficiente por hoy y, totalmente agotada, estaba lista para irse a casa después de un largo y agotador día. O al menos, eso pensó.

En el momento en que llegó al piso de su oficina, recordó la gran estupidez que su jefe le había prometido a sus hijos. Además de ser expertos en deshacerse de sus niñeras, también tenían una memoria excelente. Justo cuando llegó la hora en la que los pequeños McSell debían regresar a casa, el celular de Laine recibió la llamada del guardaespaldas y chofer de los pequeños demonios, quien le preguntó si debía llevarlos de vuelta.

Laine no pudo responder, ya que el hombre al otro lado de la línea colgó de inmediato, diciendo que Owen lo estaba llamando. Laine supuso que su jefe, en efecto, planeaba cumplir con su palabra, por lo que, resignada, caminó hacia la oficina de la que antes había salido hecha una fiera y a la que no tenía intención de volver ese día.

Owen, que había cancelado sus citas, había trabajado desde esa oficina todo el día mientras se encargaba de la pequeña Jemina, quien ahora lucía distinta a como Laine la había vestido esa mañana. Antes era un osito con vestido y ahora se había transformado en un pequeño dinosaurio rosa. La rubia ignoró el cambio y simplemente tomó a la bebé, que dormía en sus brazos, sin dirigirle la palabra al pelinegro, quien tomó sus cosas y caminó tras ella, dando pasos largos para interceptarla antes de que saliera.

—¿Sigues con esa actitud? Estás molesta, acortarás tus años de vida —le dijo Owen, acorralándola.
Laine, que era mucho más bajita que él, simplemente se deslizó por debajo de su brazo.
—Quejarse aumenta los años de vida de las personas —respondió fulminándolo con la mirada.
—Serás inmortal entonces… deberías agradecerme.
—Como si usted mereciera algo así.

Owen, resignado a que la rubia seguiría molesta con él, simplemente la siguió. En el trayecto, recibieron dos llamadas de los pequeños McSell. Laine, cambiando completamente el tono de su voz, habló con ellos, lo que hizo reír a Owen. Al notar su burla, Laine dejó de hablar por el resto del camino y se dedicó a asegurarse de que la pequeña rubia en el asiento de bebé estuviera cómoda.

Cuando llegaron al edificio donde vivían los McSell, Laine salió del auto sin esperar a que Owen le abriera la puerta, con él siguiéndola de cerca.

—Ok, ya entendí, estás molesta. ¿Quieres una disculpa? —preguntó Owen, cargando a su hija.
—¿Para qué la quiero? ¿Puedo venderla?
—¿Se puede ser más terca? —preguntó retóricamente el hombre mientras subían al departamento.
—¿No se ha visto en un espejo? Su terquedad le llega a la coronilla.

Laine dio por terminada la conversación y salió del ascensor en cuanto llegaron al último piso. Al escuchar ruido en la casa, supuso que Ian y Noah habían llegado antes que ellos. Su suposición se confirmó cuando Ian corrió escaleras arriba para recibirla, ignorando por completo a su padre, quien, sorprendido (aunque no mucho), fingió indignación por el hecho de que su hijo lo pasara de largo.

—Laine pisa esta casa y su padre pasa a segundo plano… ya vi quién es la prioridad aquí —comentó Owen con dramatismo, llevándose una mano al pecho.
—¡Papá! —gritaron los niños.

Noah corrió a abrazarlo e Ian se lanzó sobre él en las escaleras, quitándole momentáneamente el equilibrio.

—Con cuidado —pidió Laine, tomando a la bebé mientras los McSell jugaban y se abrazaban.

La luz del atardecer llenó el hogar mientras la tarde llegaba a su fin. Laine observaba a los pequeños McSell hacer galletas, a la bebé dormir y a Owen corretear a sus hijos. En medio de todo aquel caos, asegurándose de que los niños no esparcieran la harina por toda la casa, se sintió por un momento totalmente cómoda en ese lugar. Sentía que encajaba allí, que era parte de esa familia. Pero esa sensación no perduró en su pecho; no parecía querer quedarse por mucho tiempo. Y en el momento en el que escuchó el timbre sonar, sintió que todo aquello se apagaba de golpe. La realidad volvía a alcanzarla.

Laine miró sorprendida a Owen, quien maldijo por lo bajo y corrió a abrir la puerta, dejando a todos en la cocina desconcertados. Los niños, junto con Laine, espiaron desde una esquina mientras el ascensor se abría y una voz femenina resonaba en el lugar, haciendo que el corazón de Laine se detuviera por un segundo.

Noah sostenía su mano con fuerza. Ian, que estaba frente a ella, se giró en busca de respuestas. El llanto de Jemina, que dormía en la sala, hizo que Laine dejara de escuchar la voz de la mujer que ahora hablaba con Owen en el segundo piso.

—¡La bebé… la bebé! —reaccionó finalmente Laine, alejándose del lugar.

Mientras iba por Jemina, escuchó cómo la voz de aquella mujer, Brennth, se dirigía a los niños, quienes se acercaron a ella con cautela. Laine no lograba entender qué planeaba su jefe. Owen nunca actuaba impulsivamente, y para ella, traer a una mujer casi desconocida a su casa era exactamente eso: un acto impulsivo. Pero quizás, pensó con amargura, el problema no era la situación en sí, sino los sentimientos que crecían en su pecho.

Al tomar a Jemina de la cuna, la bebé se calmó al instante, reconociendo la seguridad de los brazos de Laine. Con la pequeña en brazos, volvió a donde estaban los niños, viendo cómo Ian y Noah parecían incómodos con la situación. Quién diría que esos dos pequeños problemáticos no sabrían cómo reaccionar ante algo así.

—¡Oh! Laine, ¿verdad? —La castaña a quien Laine había guiado esa mañana notó su presencia y le sonrió al acercarse.

Aunque Laine deseaba dar un paso atrás, sus pies parecían no responderle, y cuando logró reaccionar, ya estaba atrapada en un abrazo inesperado, con Jemina entre ambas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.