Wilson
Allí seguía, sentada en el gran sofá del departamento de su jefe, mientras un niño de ocho años la ignoraba, y ella sufría por esto.
Laine sabía claramente que Ian había malinterpretado toda la conversación. Sabía que el niño solo había escuchado una parte, y eso debería ser un consuelo para saber que ese problema se solucionaría. Sin embargo, nada de lo que ella se dijese a sí misma lograba sacar de su cabeza la carita enojada y triste de Ian al salir de la cocina la noche anterior. Eso la estaba torturando, y mientras ese pequeño ser humano se siguiera negando a hablar con ella, su vida seguiría igual de miserable.
La pequeña Jemina, que se encontraba dormida a su lado, empezó a despertar. Laine la tomó en brazos y comenzó a moverla suavemente, arrullándola, lo que pareció funcionar, ya que al despertar no lloró, solo se quedó tranquila en los brazos de la rubia.
Al escuchar pasos bajando por la escalera, la mujer se giró y se encontró con los hermanos mayores de la pequeña en sus brazos, quienes se acercaron a ella. Aunque Ian apenas la miró, viró la cara.
Noah, en cambio, se acercó para despedirse de su hermana. Al tener a Laine tan cerca, le susurró al oído:
—Yo no estoy molesto contigo. Estoy feliz de que estés aquí. —Y le besó la mejilla antes de irse, seguido de Ian, que solo se despidió de su hermana, ignorando a Laine.
Owen, desde el segundo piso, observó todo lo sucedido, viendo cómo la rubia miraba a sus hijos. Soltó un suspiro antes de salir con los niños menores. No olvidó despedirse de la pequeña, y Laine, con ella en brazos, la señaló a su padre, emocionada, y lo llamó:
—¡PA! —Soltó con fuerza, por lo que Owen sonrió antes de despedirse.
Sin mucho que hacer y sin poder quedarse allí, ya que el trabajo la llamaba, la mujer tomó sus cosas y salió de la casa con la pequeña Jemina en brazos. Laine bajaba las escaleras con paciencia, piso por piso, tomando descansos para respirar mientras descendía. Entre esos descansos, le sonreía a la pequeña que llevaba en brazos, quien de inmediato centraba su atención en ella. La sonrisa de Jemina era como la de Owen: reservada para una cierta cantidad de personas, y para su buena suerte, ella parecía estar entre esas personas. Tanto Jemina como Owen le sonreían más que a nadie. Aquel hombre, de quien se hablaba por su personalidad seria y algo arrolladora, parecía ser alguien totalmente diferente cuando estaba cerca de ella. Aunque a veces, esa personalidad era un fastidio.
Cuando llegó al primer nivel de la torre, el chofer que la llevaría a la empresa ya estaba allí. Subió al auto y trató de perderse en sus pensamientos, pero eso no le sirvió de mucho. No lograba concentrarse, y eso, para ella, era peor que estar en las nubes.
Al llegar a la empresa, Claudia la esperaba, como siempre. Aunque ese día se había emocionado más que otros al ver a la pequeña rubia que su amiga llevaba con ella:
—¡Es la pequeña líder! —Dijo tocando la mejilla de Jemina, quien frunció el ceño de inmediato, por lo que Laine negó.
—No tiene edad suficiente como para decir una palabra completa, así que no es líder de nada —dijo la mujer saliendo del ascensor en su piso de trabajo, siendo seguida por Claudia, que, si Laine lo pensaba bien, no trabajaba tantas horas como debería.
—Sí que la tiene. ¿No has visto aquella película? —Laine soltó una risa, dejando sus cosas en su escritorio e iniciando con su jornada laboral. Después de un rato de conversación, Claudia se fue a su puesto de trabajo, dejando a las dos rubias solas.
Ese día, Owen no llegaría directamente a la oficina, ya que ella había organizado su agenda para que esa mañana estuviera fuera todo el día. Así que, cuando llegó la hora de ir por los Mini-Mcsell menores, ella se arrepintió de esto. Al salir, el chofer la esperaba nuevamente. Al igual que esa mañana, al estar un momento con su mente, no logró concentrarse, y a ella solo llegaban pensamientos que la hacían sentir peor.
Cuando terminaron su rutina y solo quedaba entrar a la torre departamental en la que vivían los Mcsell, Laine esperó que Ian tomara su mano, pero el niño se negó rotundamente:
—¡Ian! Solo tienes que tomar mi mano hasta entrar. ¡Es más seguro así, ¡Ian! —El niño, que caminaba frente a ella y a sus hermanos, se detuvo cuando su cuerpo chocó con el de un hombre, quien lo sostuvo de los hombros para alejarlo.
—¡Lo siento mucho, señor! Fue un accidente —Laine alzó la mirada, encontrándose con el mismo hombre del restaurante: Logan Wilson, su padre estaba allí.
—¿Así es como terminaste? —Preguntó con desdén el hombre, haciendo que Laine se viera a sí misma.
En ese momento, Laine solo podía pensar en qué tan mala era su suerte, o qué tan mal sincronizada estaba para encontrarse con su padre en ese momento:
—Hola.
A pesar de haberse visto antes, esa fue la primera palabra que Laine le dijo a su padre en casi diez años, lo cual no la hacía sentir orgullosa, pero al menos sabía que no era completamente culpable de que su relación fuera un fracaso.
—Tu respuesta tiene tantas carencias como tú. ¿Ya te resignaste a ser una mujer defectuosa? ¿O planeas seguir dejando a nuestra familia por el suelo, siendo un despojo de los Mcs? ¡Ah! —Al ver a su padre soltar un pequeño grito de dolor, la mirada de Laine bajó hacia donde se encontraba Ian, quien había pateado al hombre, al igual que Noah, que la había soltado.