Estás Aquí
Si lo pálido que se puso su rostro no la delataba, los latidos de su corazón lo harían.
Owen se quedó estático por un segundo, se había paralizado al escuchar la pregunta de su hijo, pero no se giró hacia Laine para verla. Después de todo, ya sabía lo que encontraría al mirarla, así que solo se dedicó a darle una pequeña sonrisa a su hijo y explicarle:
—Esa es una muy mala palabra —dijo, tomando a Noah en sus brazos. Ya estando de pie, empezó a caminar con él hacia el segundo piso—. Es una palabra que hace sentir mal a las personas, así que no hay que decirla, ¿de acuerdo?
El niño se quedó pensativo unos segundos, pero luego asintió:
—Bien, nunca la diré.
—¿Prometido?
El niño enredó su meñique con el de su padre para cerrar el trato que acababan de hacer:
—Prometido.
Owen despeinó el cabello de su hijo, quien se acurrucó sobre su hombro mientras su padre lo llevaba hacia sus aposentos. Al ver dormir a su hijo mayor, se aseguró de que ambos dormían plácidamente y salió de la habitación, notando que Laine ya no se encontraba en el piso inferior. Caminó por el pasillo hasta el baño de invitados, donde la rubia se encontraba limpiando su rostro.
La puerta estaba abierta y ella estaba frente al lavamanos, por lo que Owen se apoyó en el umbral de la puerta, viéndola sin decir nada. Ella levantó la mirada y lo vio atrás del espejo, sin sorpresa, ya que sabía que estaba allí.
Laine no sabía por dónde empezar a hablar, o qué decir, principalmente porque no sabía qué estaba pasando por su mente en ese momento ni qué podría haber pensado Owen respecto a lo dicho por Noah. Lo único que sabía era que ese hombre había atado cabos y eso para ella solo era un detonante de estrés, otro que podría agregar a su lista de cosas que últimamente la mantenían casi pisando la línea de la locura.
—¿Dirás algo? —preguntó la rubia mientras secaba su rostro.
Ella veía su reflejo en el espejo, ya que sabía que verlo frente a frente la habría vuelto a quebrar, y ya había sido suficiente para ella. No quería seguir sintiéndose vulnerable, no quería sentirse débil, porque no lo era. Era una mujer fuerte que había salido del agujero en el que su familia la había metido, y ahora no dejaría que volvieran a pisotearla.
—Esperaba que tú lo hicieras —admitió el pelinegro.
Laine cerró los ojos antes de girarse, y al abrirlos, lo tenía aún más cerca. Owen unió sus dedos para apartarle algunos mechones de cabello mojado del rostro. Había sido un movimiento delicado que hizo que Laine contuviera la respiración, y al alzar el rostro para verlo fijamente, le dedicó una pequeña sonrisa.
—Realmente no quería hablar sobre esto —admitió para él—. No porque fuera difícil... es... incómodo.
Owen la veía con paciencia, no quería presionarla y que ella volviera a sentirse intimidada, y no quería que eso se volviera aún más incómodo:
—No tienes que darme explicaciones... solo quiero que me digas que todo está bien. Pero si no lo está, quiero estar para ti.
Él había elegido las palabras correctas para decirle, había sido delicado, honesto y realmente quería entender cómo ella se sentía en esos momentos. Era todo lo que podía querer y decir.
—No estoy... Nada está bien.
Ella tomó aire y dio un paso más hacia él, apoyando su frente en su pecho, manteniendo su cuerpo alejado, pero aún así sintiéndolo. Ella estaba allí para él y él sabía que para ella eso era suficiente.
—Mi padre... mi padre estuvo aquí —dijo sin verlo a los ojos, necesitaba valor y sentirlo se lo estaba dando—. No entró, pero... él estaba afuera, vio a los niños y me llamó así nuevamente... ¡Pero ellos me protegieron! Sé que yo debía ser la adulta en esa situación, lo sé...
—Lo fuiste, fuiste la adulta allí.
Laine alzó la mirada, alejándose de él y dándole una pequeña sonrisa:
—Dijeron que ustedes nos protegerían a Jemina y a mí —dijo sonriendo, aunque la mirada de Owen la hizo sentir tan cálida.
—Ellos dijeron la verdad, no seríamos tus caballeros si no fuera así —la mano de Owen se posó en su mejilla, por lo que Laine se apoyó en ella—. Laine... estoy aquí.
Las miradas de ambos se habían encontrado. Estaban tan cerca el uno del otro que pareciera que todos esos años evitándose mutuamente no hubiesen existido. Era como si cada uno se perteneciera, aunque no lo fuera, y para ambos, esto último ya era así. Estaban juntos, siempre lo habían estado. No físicamente, no estaban unidos por ninguna ley, pero sus corazones, sus almas, estaban más que unidas, la una a la otra, y esto los hacía sentir totalmente uno. Ambos eran del otro y eso lo sabían.
—Siempre estás aquí —susurró, permitiendo acercarse más a ella, con su mano en la mejilla, sintiendo su calor, su calidez.
Los ojos marrones de Laine brillaron al encontrarse con los de Owen, quien no sabía si dar el paso hacia ella. Pero esa mirada de la rubia se lo decía, le permitía hacerlo, le susurraba acercarse, por lo que sin dudarlo más, lo hizo. Unió sus cuerpos, tomó su rostro entre sus manos y, sin poder dar marcha atrás, la besó. Fue un beso casto, dulce, un beso que ambos sintieron.