Toda Mi Vida
¿Todo había terminado? ¿Su familia había salido de su vida? ¿Todo era tan fácil?
Para Laine, creer que todo había terminado de manera tan pacífica era muy poco creíble. Su familia apareció nuevamente en su vida como un torbellino y, de igual forma, se fue. Había estado preparándose para sufrir por causa de ellos nuevamente, pero ahora no solo no los tenía a su lado, sino que estaba en el lugar donde siempre había querido estar, un lugar del cual sus miedos la habían apartado. Era como si aquellos que le habían hecho tanto daño ahora la compensaran indirectamente. Realmente, si tenía que agradecerle algo a esas personas, era eso: su hermano le había dado a Owen, y sus padres la habían unido a la familia.
Con el paso de los años, al lado de los McSell, Laine había aprendido varias cosas, una de ellas era lo terco que era Owen, y él podía confirmar que ella había heredado esa terquedad al cuadrado.
La primera vez que Owen intentó confesarle sus sentimientos, Laine no estaba preparada para escucharlo, y mucho menos para rechazarlo. Así que rogó con la mirada a aquel hombre para que esas palabras no salieran de su boca; y él lo entendió. Owen sabía verla, y esa fue tal vez la primera vez que lo hizo tan profundamente.
Aquella vez, él solo le había dicho que, cuando sintiera que ella realmente sentía lo mismo que él, lo volvería a intentar. Después de eso, hasta ahora solo lo había intentado una segunda vez, y realmente ella sí estaba lista para escucharlo, pero las cosas terminaron mal para los dos. Ella huyó de él y, sin saberlo, se terminó cerrando a él y a todos. Desde ese momento, intentó mantener una distancia prudente con Owen y sus hijos, hijos que ella había estado criando hasta ese momento.
Ian apenas estaba asimilando que Laine no era su madre, y Noah acababa de nacer, por lo que alejarse de él para ella era difícil. Aun así, logró hacerlo.
Sus padres habían sido escoltados por los guardias del salón por orden de Agatha, que sabía que aquello afectaría a Laine. Esa muchacha no era de piedra, y las personas a las que rechazaba con tanto fervor eran sus padres, así que no podía permitir que saliera más lastimada. La pelinegra se acercó a su hijo, diciéndole con la mirada que sacara de aquel lugar a su ahora esposa.
—Lamento que nos tengamos que ir así —se disculpó la rubia ante sus suegros, quienes negaron con la cabeza antes de abrazarla.
—Tranquila, cariño, sabes que siempre estaremos aquí para ti —dijo, alejándose y dedicándole una sonrisa.
—Mamá tiene razón, solo vayan a casa y consumen su matrimonio —Elizabeth recibió una pequeña reprimenda de su madre, quien se sorprendió al ver a Laine sonrojada.
—¿Nos vamos? —preguntó Owen, riendo por lo dicho por su hermana.
Laine asintió después de ver despedirse a Noah e Ian de su abuela, quien los saturó a besos antes de verlos partir y continuar con la celebración de esa noche.
Los invitados de aquella cena habían llegado poco a poco, por lo que, al salir, la pareja fue recibiendo felicitaciones de las personas que claramente ya habían leído el artículo recientemente publicado. Laine vio a Owen cargar a sus dos hijos mientras ella, en sus brazos, llevaba a la pequeña Jemina, sintiendo que realmente eran una familia. Vió cómo el hombre que apenas se había convertido en su esposo abrochaba el cinturón de seguridad de sus hijos mientras intentaba mantenerlos dormidos. Era una escena bastante linda. Estaba allí, todo junto, llevando a cabo la acción más monótona y cotidiana que pudieran hacer, pero para ella, ese momento era demasiado hermoso, y eso estaba llenando su corazón.
—¡Estás listo! —declaró Owen después de colocar a sus tres hijos en las sillas de seguridad que les correspondían.
—Te amo —confesó Laine, una vez Owen le dio la espalda para abrirle la puerta del auto.
El pelinegro se congeló en su lugar, parecía no salir del shock:
—¿No dirás nada? —preguntó la rubia a su esposo después de unos segundos de silencio.
Owen se giró, quedando frente a frente con ella. Parecía estar a punto de perder la capacidad de respirar y, sin previo aviso, empezó a buscar en los bolsillos de su traje hasta sacar de ellos una pequeña caja.
—Esto es demasiado precipitado, pero… —Laine era ahora quien estaba impactada. Owen se había hincado frente a ella, con una pequeña caja de terciopelo negro en sus manos—. Te amo, siempre lo he hecho. Temía volver a abrumarte, temía no poder darte la familia que mereces, que querías. Temía que no pudieras aceptar que me amabas y te esperé, y te seguiré esperando hasta el fin de mis días. Pero como ya estás a mi lado, ¿pasarías el resto de tu vida y la mía junto a mí? ¿Quieres casarte conmigo?
Los ojos de Laine estaban a punto de desbordarse en lágrimas.
—Nos… Nos acabamos de casar —dijo, sollozando.
Owen se puso de pie, acercándose a ella y besando las lágrimas que caían por sus mejillas.
—Lo sé, y también sé que esa no es la boda que mereces. Sé que nuestro amor merece ser anunciado por el mundo entero, que nuestra familia completa celebre junto a nosotros, pero esto solo lo haré si tú lo aceptas —Owen levantó el rostro de su esposa, besándolo dulcemente—. ¿Te volverías a casar conmigo?
Laine se abalanzó sobre él, abrazándolo fuertemente. Con su rostro hundido en el hueco entre sus hombros, asintió.
—Sí, quiero volver a casarme contigo. Deseo jurar amarte toda mi vida.