Cap 9

Narración de Nick

Ese tal Charles Creepingbear no es de fiar, le ha acuchillado un sinfín de veces a Teddy. Olivia está perdiendo el norte y Henry es inservible; no tiene poderes (que nosotros sepamos con certeza) ni agilidad, no tiene nada útil para estas situaciones de supervivencia. Encima, viene Olivia y me suelta que si puedo liberar a Clementine. Este supuesto entrenamiento, que también se podría llamar perfectamente "encontrar con facilidad la hora de tu muerte", le está afectando mucho.

Echo de menos a toda mi familia y también mi vida. Antes de irme a este “entrenamiento” cuidaba de mi abuela, la pobre tenía cáncer. Solo estábamos ella y yo. Justo cuando llegó el día de las elecciones, ella empezó a empeorar. No se lo conté a nadie y sigo sin hacerlo, ni siquiera lo sabe Olivia. Mi abuela no tiene a nadie que pueda cuidarla porque yo ya no estoy. Si llega a morirse, no sabré qué hacer con mi propia vida.

Yo fui causado por una violación, así que cuando nací, mi madre se volvió drogadicta y alcohólica. Mi abuela comenzó a amenazarla con que si no paraba iba a huir de ella y que se iría conmigo. Hubo un día donde ella perdió la cabeza y quemó nuestra casa. Ella escapó después de eso, pero a mí me dejó en la casa llena de cenizas. Milagrosamente, mi abuela me encontró, me cogió en brazos y huimos de ella. Ya no la he vuelto a ver y tampoco tengo ganas de hacerlo. Si no me quería, me podría haber abortado, dejarme con la abuela o llevarme a un centro de adopción. Había tantas soluciones, pero ella decidió acabar conmigo (por suerte no lo consiguió).

Antes de venir aquí me llevé una fotografía de mi abuela. Es una madre para mí; de hecho, a veces la llamaba mamá y ella hacía como si nada, pero yo sé que me escuchaba. Me dio una caja también donde guardaba todas las fotografías. Había una de cuando fuimos al London Eye, y otra que recordaba a la perfección: la caída de mi primer diente.

- Eeeeeeeeeeee, Nick, ¿estás bien? - pregunta Henry, preocupado.

- Estoy mejor, menos mal que me salvó ese tal Charles Creepingbear - respondo sarcásticamente, ese chico me cae demasiado mal para ser verdad.

- Me alegro, me estabas preocupando mucho. Llevo como 30 minutos hablándote y ni siquiera me has mirado a la cara, sentía que le estaba hablando a una pared.

- Lo siento mucho, estaba pensando en mis cosas. Pero Henry, no te preocupes, no es nada de verdad.

Lo que daría por recibir un solo abrazo de mi abuela Mikaela, y que me diera esas galletas de chocolate tan ricas que hace ella o una sopa. No hay nada igual a aquella.

Mikaela siempre me hacía recordar que era importante para ella y se lo agradezco.

- Cariño, eres muy relevante, te quiero un montón. Ojalá tu madre hubiese adquirido los mismos valores que tú, pero ya veo que no - me dijo Mikaela con un tono culpable.

- Abuela, no es tu culpa, ella decidió ir por el mal camino - le recalqué, dándole un abrazo con la intención de demostrarle el buen trabajo que hizo a la hora de criarme y cuidarme. Ahora debería ser yo el que tendría que cuidarla, pero estoy metido en esta mierda y probablemente ya no la vuelva a ver más.

A lo mejor necesito desahogarme con alguien, pero no quiero. Tengo miedo de hacerlo y cagarla por completo. Mi abuela me dijo una vez que la poesía es sanadora, pero yo no tengo ese don. No sé rimar ni conseguir el ritmo perfecto. He llegado a la conclusión de que si no naces con talento para la escritura, no serás un buen escritor. Porque solo los genios nacen con este talento y para mí, llegar a ese punto me parece imposible. Pero seguramente haya excepciones (aunque está claro que yo no formaré parte de ellas).

Si pudiera hacer un poema bueno, se lo dedicaría a mi abuela o a la mujer de mi vida (si es que la encuentro). Me veo con 30 años, en una casa, rodeado de gatos y sin nada más. En realidad, estaría bien. Sentiría mucha tranquilidad en una casa alrededor de un bosque inmenso, con mis hijos (mis gatitos, ¿qué te pensabas?) y con mi abuelita si es que sigue viva.