Fuera de los juegos
Cada día hacíamos una reunión con todas las familias de los miembros que participan en “los entrenamientos para futuros héroes”.
Yo, como el papel de madre, voy siempre que puedo y doy apoyo a las familias que han perdido a un familiar porque sé como se siente; yo perdí a mi marido. Ahora solo tengo a Olivia, y como la pierda, ya no me quedará nada. Nick protege a mi hija, por favor, pienso, deseando cada vez que inicio un nuevo día y lo finalizo.
Llego al edificio donde nos reuníamos y me dejo caer en un sillón esperando a que lleguen los demás.
De inmediato siento como alguien me acaricia el brazo, provocando que me dé un escalofrío en la columna vertebral. Me giro y veo a Mikaela, la abuela de Nick; tiene la misma apariencia que su nieto: cabello castaño, rostro marcado, ojos verdes, lo único que le cambia es su estructura física, pues Nick al ser un hombre tiene un físico tonificado.
— Mikaela — digo con la voz temblorosa por el susto. Ella empieza a reír.
— Saoirse, lo siento, no volverá a pasar — responde aguantándose la risa.
La miro con una sonrisa al notar la felicidad en su rostro. Mikaela tiene un gran carisma, es una persona muy admirable.
— Saoirse, ¿cuántos años tenías? — pregunta Mikaela con curiosidad.
— Mika, pero si ya lo sabes, tengo 32 años — respondo mirando al suelo, avergonzada. Ella me mira con incredibilidad.
— Tuviste a Olivia con 18 — dice sorprendida por mis palabras.
Recuerdo momento que no me gustaría recordar. Olivia nació el día de la elección, ese día en la última tanda, mi marido fue uno de los elegidos para formar parte del grupo 4… Ya no volvió, lo perdí.
— Sí, mi querida Olivia — respondo, sintiendo un nudo en la garganta, mis ojos reprimiendo las lágrimas.
Llegan los padres de James Rymer y Emily Karter, los mellizos. Su madre, Abby se empeñó en que su primer hijo tendría que llevar su primer apellido, y como la primera en salir fue Emily. Esta adopto el nombre de Emily Karter Rymer y su mellizo James Rymer Karter.
Emily es una chica con una melena hermosa oscura, ojos heterocromáticos y buena forma física, tiene un cuerpo atlético.
James tiene un tono oscuro en su cabello, sus ojos también son heterocromáticos, es corpulento, pero no muy exagerado.
Todos estamos sentados, mirándonos, esperando a que alguien diga alguna cosa. Ese silencio me empieza a agobiar, pues parece que nadie está dispuesto a acabar con la tensión del momento.
Los padres de los mellizos, Abby y Richard, se acercan al abuelo de Henry Beaufoy, Finn para darle una disculpa.
— Disculpe, señor, conocemos a nuestros hijos y solo estaban asustados. James no pretendía torcerle el brazo a Henry, de verdad. Solo intentaba intimidarlo al pensar que no era de los suyos — aclara Abby con seguridad y Richard la acompaña con un asentimiento.
— Eso no es excusa, mi nieto está sufriendo demasiado para que ahora vengan sus hijos a “intimidarlo” por miedo a que no sea uno de ellos. Además, él sí forma parte del grupo 4 así que es uno de ellos — responde Finn con el ceño fruncido y con un tono frío.
Hay dos familias a las que estamos intentando dar todo nuestro apoyo, esas son las de Emma Potter y
Charlotte Decksheimer, claramente las pobres chicas no estaban preparadas, tenían solo 12 años.
Pasaron de ser 8 a 6 en el grupo 4, y presiento que ni siquiera nuestros hijos saben lo que les sucedió a esas preadolescentes.
Cada día les doy mi pésame y hoy no iba a ser la excepción.
— Hola — me aproximo hacia ellos con una caja de bombones — coged son para ustedes tres.
Todos ellos tenían ojeras y los ojos hinchados, probablemente de tanto llorar.
Siempre que alguien era hallado muerto, me venían recuerdos de mi marido, en esos juegos. Acordándome de aquel momento en el que la cámara se apagó, impidiéndome ver que pasaba con el amor de mi vida. Fue muy extraño, pero prefiero no pensar en ello, a lo mejor la escena era tan horripilante que decidieron no captarla en cámara.
— Ay, muchas gracias, Saoirse — agradece la madre de Charlotte, tomando un bombón. Los demás hacen lo mismo.
Espero a ver sus reacciones con nerviosismo, ya que era la primera vez que cocinaba bombones.
— Mmm, está riquísimo, Sao — confiesa el padre de Emma Potter, Gad, él es padre único, su cabello es pelirrojo tirando a rubio, ojos morados claros por el síndrome de Alejandría.
Los padres de Charlotte me dan el visto bueno y siguen pillando bombones.
— Estáis exagerando — respondo avergonzada por sus palabras positivas hacia mi comida.
— Que dices mujer — exclama Gad mientras coge otro bombón con fascinación — y pensar que todo esto lo has hecho tú, lo hace más admirable — añade con los ojos puestos en el alimento.
¿Por qué son así?, me pregunto a cada momento cuando los veo. Sin duda alguna, ellos se merecían algo mejor y sus hijas también.
— Lo que tú digas — respondo, mirando al suelo, avergonzada, evitando hacer contacto visual con ellos. No lo puedo evitar, me abochornan los cumplidos desde que tengo uso de razón, y me desagrada porque me ruborizo por cualquier cosa.
Miro la gran televisión que hay en la sala, en ella emiten “El entrenamiento para futuros héroes” cada día con el fin de ojear a nuestros hijos, nieto… Puedo ver como Olivia y Charles están trabajando juntos para conseguir liberar a Clementine, algo muy importante para mí es el trabajo en equipo y parece que ellos lo llevan bastante bien, para haberse conocido hace unas horas.
¿Qué opino de la decisión de mi hija? Pues que no puede cometer tantos riesgos por alguien que la ha intentado matar, se está poniendo en peligro y todo por su empatía. EMPATÍA, una capacidad valiosa que no muchos pueden poseer, a mi parecer es positiva, pero de igual modo debemos establecer límites, pues lo que puede parecer una herramienta positiva, tal vez acabe siendo tu peor enemiga.