—Previsto todo movimiento, le damos la bienvenida, sir Thuomartz Segnuties. En breve serán leídos los cargos que se le atribuyen —con tales palabras, el Tribunal de Phygrabio comenzaba el juicio, pero un abrupto golpe lo detuvo.
—¿Es una broma?
—Cayó muerto de sueño.
—No me quedaré a ver esto por milésima vez —dijo Lady V.
—Disculpen, ¿qué ha pasado?
—Es inconcebible que siga mostrando pereza en este recinto.
—¿Pero de qué me hablan?
—Tal vez este espejo le haga recordar por qué está aquí —dijo el tribunal, invocando tal objeto.
—Es la milésima vez que hace esta pregunta —señaló Lady J.
—Eso no es nada —comentó Thomartz, mientras veía todas las barbaridades que cometió, desde su negligencia con engendros propios y ajenos, hasta sus intentos de agresión contra todo aquel que osara retarlo.
—¿Es eso lo que tiene que decir a su favor?
—Sí, ¿algún problema?
—No se atreva a retar al Tribunal.
—Paciencia —susurró el Occiso.
—Exigen lo que no tienen.
—Eso es lo que quiere que piensen —insistió el testigo—. No lo escuchen.
—De la misma forma que nadie escuchó tus ruegos, caperucita azul.
—Muy bien, yo me encargaré de que su rebeldía termine —dijo Lady V.
—¿Qué hace? ¡Suéltenme! —gritó Thomartz, intentando zafarse del látigo de su verduga.
—Usted se lo ha buscado desde que puso un pie aquí.
—¡Bruja! —gritó el acusado, escupiendo un engendro rojo.
—¡Cuidado!
—¡Dejen a mi amo! —exclamó la masa amorfa, materializándose en más individuos.
—No quieras usar ese truco —susurró el Occiso.
—¡Mariquita azul, cuánto has cambiado!
—¡Qué desconsiderado!
—¿Cómo pudiste hacernos esto?
—No tenía idea de que eras capaz de pecar contra tu propio amo —decían todos los seres creados por Thuomartz, mientras las hermanas trataban de contenerlos.
—Él no es nada mío.
—Él tomó un lugar que no le correspondía —dijo Lady J.
—Y abusó de una autoridad que ni siquiera le pertenecía —añadió Lady V.
—No sólo él, toda su legión formó parte de este daño cometido tanto al Occiso como a su propia sangre.
—Yo no tengo nada que lamentar de eso.
—¿No? —cuestionó el Occiso, usando el brillo de su ojo para retratarle a Thomas el deforme rostro de una criatura que él dejó en manos del olvido y la tristeza.
—No puede ser...
—Sí lo es, y cada día de su lamento ha de pesar en usted.
—¿Quién eres realmente?
—Lo sabe muy bien —contestó el Occiso.
—Así como sabe del daño que ha hecho, sabe contra quién lo ha hecho —añadió el Tribunal.
—Usted no se meta, decrépito.
—¡Suficiente! —gritó el hombre, lanzando su mazo, pero Thomartz logró agarrarlo— ¿Qué?
—¿En serio cree que me va a lastimar con ese juguete?
—Suéltelo —dijeron las hermanas, amenazando con sus armas.
—¡Miren, unas muñecas!
—¡Qué mal vestidas!
—¡Basta! —gritó Lady J, usando su bastón para deshacer las extensiones de Thomartz.
—¡Mi legión!
—No más engaños—reiteró el Tribunal de Phygrabio.
—¿Qué me van a hacer? ¿Me destruirán con brillos y colores?
—No se preocupe, le espera algo mejor.
—El infierno será poco castigo para su presencia.
—Hermana, recuerda que no tenemos ese poder —susurró Lady J.
—Estoy tratando de asustarlo.
—Pues les salió mal —intervino Thomartz—. Nenas, podemos resolver esto por otro método.
—Eso no va a funcionar.
—Yo creo que sí —insistió el acusado, convirtiéndose en una serpiente que rodeó a las hermanas.
—No —susurró el Occiso, acompañando su negación con una ráfaga que alejó a Thomartz de sus víctimas.
—Qué aguafiestas son ustedes. De verdad ya quiero que este circo termine.
—¿Cree que esto es un circo? —dijo el Occiso—. Fuimos bastante pacientes con este acto, pero eso termina aquí.
—No me pueden hacer nada, porque mi mami me respalda.
—¿Mami? —dijo Lady V— Es lo más infantil que he escuchado.
—Nada ni nadie dará cara por su cinismo, Thomartz Segnuties. No esta vez.
—Durante toda su vida, siempre se salió con la suya.
—Pero ha llegado su veredicto —finalizó el Escriba.
—¿Qué está pasando? —cuestionó Thomartz, pues varias cadenas oscuras lo ataban de las manos, mientras interminables telas envolvían su cabeza.
—¿Algo que decir a tu favor?
—¿Otra vez? Acabo de salir de ese estúpido juicio.
—¿De qué habla este idiota?
—Amigos, con tantos golpes está perdiendo la razón, ¿no deberíamos parar?
—Él no paró de ser un holgazán y un infeliz, ¿por qué deberíamos frenar con su merecido?
—Bueno, hagan lo que quieran.
—Qué horror —comentó Lady J, contemplando el linchamiento de Thuomartz.
—Me pregunto qué será de él —añadió Lady V.
—No tenía idea de que tuviera conexión alguna con el Occiso.
—Yo me empiezo a cuestionar la naturaleza del mismo.
—Es cierto, ¿realmente era un mortal?
—No lo creo.
—¿Qué explicación le das a que un ser sobrenatural sea víctima de actos que solo afectan a los mortales?
—De hecho, esos son los problemas a lo que un infante podría verse expuesto —supuso Lady V.
—¿Sugieres que el Occiso es un niño? —comentó Lady J.
—No, yo creo que puede ser otro ente. Además, su naturaleza es muy arcana como para tratarse de un pequeño.
—Es cierto, incluso viene de...
—Del pasado.
—Pero, ¿cómo sabe de esto?
—De verdad quisiera entenderlo —reiteró Lady V—. Quisiera saber quién es el último acusado.
—¿Te refieres a...?
—Sí, él.
—Fue una odisea dar con ese espécimen.
—Pero por fin dará cuentas de su acto.
—Todos lo harán.
—Ahora, que se haga la última voluntad.