La rica heredera de John Maxwell, ya estaba harta de que su padre supervisara todo lo que hacía, a sus veintitrés años de edad, con un título de maestra, deseaba sacudirse de una vez por todos los absurdos cuidados de su padre, que la vigilaba hasta cuando se bañaba.
Serena, una mujer de un metro sesenta de estatura, se podía decir que era baja, tenía el pelo negro cortado en un estilo moderno, que contrastaba con su cuerpo delgado de piel muy blanca, una boca mediana con labios gruesos y rojos, con unos ojos azul turquesa y unas pestañas tan negras que parecían pintadas, como le dijera el padre de su antigua amiga Scarlett, de origen Escoces, ojos azules pintados con dedos sucios, lo que la hizo reír; además de cejas perfectamente arqueadas, el marco para sus bellos ojos; en pocas palabras una mujer hermosa, pero con un pequeño defecto; un carácter endemoniado, voluntariosa, caprichosa, a veces dura como el acero pero las más dulce y cariñosa.
Ella quería independizarse de su padre, pero este siempre ponía objeciones, por una razón o por otra siempre encontraba la forma de aguarle sus planes, así que ahora, ya había tomado una decisión, y sin que su padre lo supiera, compro un departamento en un barrio de los suburbios de Los Ángeles, que bien, si no era uno de los peores, tampoco era uno de los elegantes y ricos distritos, como en el que había crecido, eso era lo que ella quería, pues deseaba vivir una vida normal y no ser sobreprotegida por su padre.
Poco a poco su departamento fue adquiriendo forma, con los muebles que compro de acuerdo con la nueva posición que deseaba asumir, este no era lujoso, pero sí muy confortable, y no carecía de nada, pero tampoco había puesto cosas superfluas, también consiguió una plaza de trabajo en una escuela secundaria como maestra de historia, pues ella tenía varias especialidades, además de hablar inglés, también lo hacía en español, francés e italiano, su educación había sido muy basta, pues en eso su padre no se metió, se podría decir que Serena era todo un estuche de monerías, pues había tomado infinidad de cursos, ya que cuando le interesaba lo hacía y lo hacía bien. Ya que jamás dejaba algo sin terminar y como su padre le tenía asignada una pensión mensual bastante grande y generosa, ella estudiaba y hacia muchas cosas; pero estando bajo la vigilancia de su padre le era muy difícil.
Cierto día llego a su casa después de unos juegos de tenis en el club y lo que deseaba era darse un buen baño y descansar, ya que en una semana más entraría a la escuela a dar sus primeras clases y quería preparar todo muy bien. Poco a poco se había llevado ropa, la más sencilla que tenía pues la escuela era modesta, ya que se encontraba en el distrito de Hollywood, y se puso a trabajar en su recamara, cuando llamaron a la puerta y una de las doncellas entro.
-Disculpe señorita, su padre desea verla.
-¿no sabes para qué?
-No señorita, ha estado hablando con unos hombres.
-¿Entonces hay alguien con él en este momento?-
Y viendo la ropa que traía puesta, esta era un short blanco con una camiseta ombliguera roja, que dejaba ver algo de su blanca piel.
-No señorita, vi salir a unos hombres hace diez minutos.
-Bueno, pues vamos a ver que desea mi padre ahora- temía otra de sus trampas.
Bajando con gracia la escalera rumbo al despacho de su padre, sigue pensando en que pronto será libre de vivir una vida tranquila y lo más normal posible, así que al llegar a la puerta solo entra sin llamar, para encontrarse a su padre sentado ante el enorme escritorio, diciendo:
-¿Qué deseas papa?
Su padre no contesto de inmediato y fija la vista en algo detrás de su hija, Serena voltea la cabeza para ver qué es lo que llama la atención de su padre, y lo que ve es a un hombre muy alto y fuerte, de apariencia un tanto amenazante, que más bien parecía una muralla; pues tenía una cara de piedra y ojos grises como el acero.
Serena pensó… PROBLEMA… GRANDES PROBLEMAS Y CON MAYUSCULAS.
-Bueno, ¿me lo vas a decir o no?-
Su padre con una sonrisa a medias respondió.
-Como sabes, tengo un proyecto muy importante con el gobierno, y este es un tanto secreto, así como peligroso, y si la información del mismo cae en malas manos sería demasiado peligroso para todos.
-¿Y yo que tengo que ver con eso?- pregunto Serena un tanto molesta.
-Lo que trato de decirte cariño, es que el gobierno ha decidido ponerte un guardaespaldas para protegerte-
Su padre sonrió, pues ya que intuía lo que pasaría.
-¿Qué decidió quién?-
Grito Serena más molesta que antes, su padre sabía que tendría que darle muchas explicaciones y calmarla, pero sabía que sería una tarea algo difícil.