Estuve tres días en el hospital, días en los cuales me sentía, como decirlo…, ¿ansioso? Sin embargo, cuando hablaba con Matthias, me calmaba. No sabría explicar el porqué, solo pasaba. Sin darme cuenta, yo mismo empecé a buscarlo para hablar, podría decir que, me “gustaba”, según entendí el significado de esa palabra. También, los soldados heridos me pedían autógrafos, no sabía qué era eso hasta que me explicaron que es una firma… tampoco tenía una. Solo escribí mi nombre en un papel y listo, no entiendo muy bien la razón de eso, supongo que tiene que ver con que nos llamen héroes, no estoy seguro.
Después de completar mi recuperación, fui llamado por el Alto Mando del Ejército Imperial a la capital, Lanburg, en el Cuartel General del mismo. Solo me dijeron que estaría aproximadamente seis días hasta mi regreso al frente. No sé el porqué o para que de esa orden, pero la tengo que cumplir.
Me dirigí a la capital en tren en un trayecto de 6 horas, en el cual no hice nada más que mirar por la ventana como cambiaba el paisaje cada rato. En ocasiones venía algún oficial del ejército a saludarme y pedirme un autógrafo, yo accedía sin decir nada más, al parecer es algo que pasa muy seguido entre los magos, aunque sean puras suposiciones mías. Durante el viaje, me imaginaba hablando con Matthias o, en ocasiones, con aquella maga lanquesa. Quiero hablar con ellos, estas dudas no me dejan dormir.
Ahora mismo estoy en el Cuartel General del EjércitoImperial, en el despacho de un Coronel. Frente a mí y sentado en su silla revisa varios papeles sobre su escritorio, fumando un cigarro que expulsaba el desagradable aroma a tabaco.
—Hans Walter, estabas en el decimosexto regimiento de infantería ligera. En el asalto al pueblo de Soffen fuiste alcanzado por un fragmento de concreto a causa de un proyectil de artillería aliada —dijo mientras seguía revisando los papeles.
—Es correcto, coronel —le respondí de inmediato.
El solo me miró un momento y empezó a apilar todos los documentos sobre su escritorio, poniéndolos en un costado. Apagó su cigarro en el cenicero y me lanzó otra mirada.
—Bien, durante la ofensiva en dirección a Berna te enfrentaste a un mago lanques que no conocemos. Quiero que me des todos los detalles que puedas —me ordenó.
—Entendido, coronel —dije—. Durante un asalto que se me ordenó a una fortaleza de la localidad, me tope con una maga de origen lanques. Lo primero que hizo al verme fue extraño, me saludó —. Iba a continuar con la explicación, pero él coronel me interrumpió sorprendido.
— ¡¿Te saludo?! —exclamó.
—Así es. Al momento, me confundió, aún así la ataque con mis llamas de inmediato, pero no le hicieron nada. Una nube de vapor se empezó a alzar desde donde estaba ella, luego escuche un fuerte golpe y ella ya estaba en frente mío. No pude reaccionar, me derribó y me envolvió en agua. Al final pasó lo del proyectil de artillería —dije, mientras el Coronel tomaba notas sobre un papel.
—Así que puede crear agua y controlarlo, además tiene otra habilidad que puede ser velocidad o fuerza sobrehumana —decía mientras lo anotaba—. ¿Algo más que haya pasado? —añadió.
—Antes de que cayera el proyectil de artillería forcejee para librarme de su agarre, al poco rato deje de hacerlo, su fuerza era mayor a la mía y me di por muerto. Entonces empezó a decirme cosas raras —respondí.
—¿Qué cosas? — me preguntó el coronel, poniéndome tanta atención que dejó de escribir.
—«Nuestros enemigos no son nosotros mismos, sino los altos mandos, el estado mayor de mi país y del tuyo». —dije.
El coronel se quedó callado, un corto silencio que, por alguna razón, me puso ansioso.
—Esa maga lanquesa parece que está loca. Creo que no tienen de otra más que dejarla combatir por sus habilidades —dijo entre risas—. Si eso es todo, puedes retirarte —añadió.
Así que ¿sólo decía tonterías? Tal vez sea cierto, pero, Matthias algo que se parecía un poco a lo que esa maga mencionó ¿él también estará loco? Estas dudas no desaparecen, quiero saber la verdad.
—Si, si hay algo más, aunque solo es una pregunta que tengo.
—Que sea rápido, tengo cosas que hacer —accedió.
—¿Quienes son nuestros enemigos? —pregunté.
—¿A qué te refieres? —respondió, por su cara diría que está confundido de lo que acabo de preguntar.
—Lo que me dijo la maga lanquesa no lo dejo de recordar. Un soldado de mi misma brigada le hice la misma pregunta, me contestó que los civiles no son enemigos y que los soldados fueron civiles. Entonces, pensé, si no hay soldados, no hay enemigos, pero como lo son ¿son enemigos? ¿O quiénes son nuestros enemigos? —dije, buscando la respuesta del coronel.
El iba a decir algo, pero de inmediato se quedó callado, tal vez pensando.
—Me recordaste a mi sobrina —musitó. Habló con voz tan baja que no lo pude entender del todo—. En tiempos de paz, te diría que nadie es nuestro enemigo, sin embargo, estamos en guerra. Lancois y Caliria nos han agredido y apuñalado por la espalda, y Karkón ha sido enemigo histórico. Ese soldado tiene razón en que los civiles no deben ser atacados. Quédate con eso y no lo pienses más. Ahora retírate, te darán una habitación —dijo, con voz alta para que lo pudiese escuchar.
No pregunté nada más, le hice el saludo y me marché. Aunque me dijera que no lo piense, no creo que pueda cumplir con la orden, esa respuesta no me convence del todo. De momento, no me queda más que esperar más órdenes.
Editado: 28.01.2025