Los misterios de Brett

Capitulo 3: La biblioteca

                                  BRETT

Cuando me desperté en la mañana el escozor en la mejilla izquierda me hizo hacer una mueca de dolor antes de levantarme lentamente de la cama. Estiré mis entumecidos músculos y pasé una mano por mi cabello, me volteé lentamente y miré a la niñita esa dormir tranquilamente, como si ayer no hubiera pasado absolutamente nada.

Su largo cabello rubio estaba desparramado por toda la cama y me di cuenta que dormía de una forma bastante particular: acurrucada como una pequeña bola, se veía tierna. Sonreí por un momento pero enseguida me puse serio al darme cuenta las tonterías que estaba pensando.

No sé porqué mierda la traté así ayer simplemente me había enojado muchísimo la manera en la que mi padre me obligó a venir a este aburrido campamento, estoy conciente de que están hartos de su hijo problemático, pero al menos podrían disimular un poco mejor. No quería tomarla con ella pero era la única persona que estaba cerca y soy lo suficientemente egoísta como para importarme una mierda sus sentimientos.

Aún no puedo creer que ella me golpeara de ese modo. «Eres un maldito insensible Brett», recuerdo pensativo la manera en la que me dijo eso, sus ojos azules estaban brillantes y tristes, muy tristes. El pequeño sentimiento de culpa por algo que nisiquiera entiendo se plantó en mi barriga, suspiré pesadamente antes de tomar ropa de mi armario y largarme al baño. 

Después de ducharme y vestirme salí del baño, le eché una última mirada a la bella durmiente que suspiraba lentamente y salí de la cabaña cerrando la puerta a mis espaldas. Me fijo en el pequeño camino de madera y me viene a la mente el inoportuno pensamiento de que este lugar no había cambiado nada. Todo era exactamente igual, justo como hace un año. Aprieto los puños en un gesto de la molestia que sentía al recordar, ya era suficiente con tener que aceptar los comentarios a mis espaldas y las típicas miradas curiosas, que más quedaba que fingir que simplemente no me importaba.

Aspiré lentamente el olor de tierra mojada y pino y enseguida me calmó, aún así no negaba que me gustaba estar en el medio del bosque, solo no podía evitar odiar este maldito campamento, me traía recuerdos desagradables que eran mejor dejarlos en el pasado. Recordé a la rubia de antes, llorando con amargura mientras me llamaba maldito insensible y fruncí el ceño al pensar que se sentía extrañamente familiar. Recordé unos ojos llorosos y la voz de alguien gritarme que parara, no me importó. Aquella rubia me causaba un poco de curiosidad, nadie me había pegado de esa manera antes y joder, aparte de que me molestó sobremanera también me sorprendió y me dejó muy curioso, algo de lo que dije la dañó lo suficiente como para hacerlo y no puedo evitar querer descubrir qué.

Levanté la vista y me dí cuenta que mis pies me habían llevado justo a la cafetería, miré disimuladamente a mi alrededor y luego entré dando grandes zancadas hacia el mostrador. Trataba de evitar la “disimulada” mirada de uno que otro curioso, incluso los comentarios que aún y con susurros lograba escuchar claramente. Ordené una Coca Cola que enseguida me fué entregada. Miré con mi típica mirada hostil entre los presentes tratando de encontrar un lugar medianamente vacío. De repente una cabellera castaña llama mi atención, era Allan, un chico de la preparatoria cercana además de que era mi vecino claro, no es que fuéramos muy unidos ni nada de eso pero a falta de amigos mejor un conocido.

Me dirigí y me senté en la silla junto a él sin pedir permiso ni nada por el estilo. Noté su nerviosismo al momento, me límite a tomar mi bebida sin decir palabra alguna.

—¿Te sucede algo Brett?— me preguntó al fin casi en un susurro. Aún me encontraba pensando si responder o no. Una pequeña sonrisa burlona adornó mi rostro por unos segundos.

—¿Porqué tendría que pasarme algo? creo que puedo sentarme donde quiera ¿no crees?— murmuré un poco molesto, nisiquiera sé porqué lo estaba, talvez sea el simple hecho de que me halla hablado lo que me hizo enojar.

—Claro, claro— fué lo único que atinó a responder antes de volver toda su atención en su desayuno. Casi vuelvo a sonreír cuando ví que ya volvía a estar todo en paz de nuevo, pero algo que ví me hizo fruncir el ceño ligeramente. Más específicamente dos personas que habían entrado como si nada.

¿De dónde se conocían Eirian y esa niñita?

Dejé mi Coca Cola en la mesa y no perdí detalle de ellos. Eirian tomó asiento en una de las mesas que se habían quedado libres de espaldas a mí, la rubia lo miró ligeramente disgustada y en el mostrador tomó dos malteadas y un sandwich, luego tomó asiento frente a él y le cedió una sonriéndole ligeramente. Es la primera vez que la veo sonreír, además, no es como si yo hubiera hecho muchas cosas que merecieran una sonrisa.

Cuando el la mira ella vuelve a sonreír, ahora ampliamente y con deje risueño, me encuentro pensando que sonríe muy bonito para ser una pequeña molestia. Al momento frunzo el ceño al preguntarme porqué diantres ella le sonreía tanto a Eirian. Bajo la mirada a mi baso medio lleno medio vacío y vuelvo a recordar que sigo en esta cafetería, le hecho una mirada de reojo al idiota junto a mí y me alivia al notar que sigue muy entretenido con su pastel de chocolate como para notar lo que había estado haciendo segundos antes.

Vuelvo a mirar a la rubia, veo como lentamente lame sus labios en un intento de limpiar el sobrante de malteada, eso solo hace que me tense ligeramente al imaginarme esa pequeña y molesta boca suya en otro lugar de mí anatomía. Como si notara a donde se dirigían mis depravados pensamientos la mirada de la rubia conectó con la mía y pude notar su sorpresa y vergüenza al ver que yo la miraba. No volteé mi mirada y ¿porqué lo haría? no soy un chico que ulla de sus acciones. Noto que se fija en el que está junto a mí por un momento con la intriga marcada en sus ojos y luego vuelve a mirar su malteada como si nada.




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