Los Mundos de Ed

Introducción.

 

 

 

Introducción.


 


 


 


 


 

Corría desnudo sumergido en la penumbra, sin percatarse de que su piel era rasgada por las delgadas ramas de los arbustos de las inmediaciones.
Estaba tan desquebrajado por el miedo y la incertidumbre que la adrenalina había suprimido cualquier sensación física.
Sus pisadas desnudas notaban el tacto del terreno a cada zancada, debía ser tan doloroso como caminar sobre una tabla de clavos, pero le preocupaba más no lograr exhalar el suficiente oxígeno que le permitiera seguir corriendo.

Estaba desorientado, no sabía cuando tiempo había huido, ni cuantos kilómetros más de bosque le quedaban por devorar, pero tenía algo claro; no se detendría.

Bajó un terraplén con las piernas temblorosas y tropezó cayendo a cuatro patas sobre una carretera de dos carriles contrarios, miró a los lados jadeando y observó un segundo sus brazos antes de levantarse.
Estaba cubierto de fango, no pudo creer que todo el tiempo que llevaba atrapado en la maleza hubiera caído semejante diluvio, del que ahora era consciente

El asfalto empapado dificultó sobreponerse, pero finalmente logró equilibrarse y siguió corriendo por aquella carretera sinuosa que carecía de iluminación.

No quería detenerse, tenía la sensación de que la muerte le pisaba los talones, pero era humano y su cuerpo estaba demasiado débil para continuar.
Las piernas se dieron por vencidas, no logró mantenerlas estables y se derrumbó cayendo de lado en el suelo.

Se incorporó apoyando el brazo izquierdo en el gélido asfalto, alzando parte del torso e hizo ademán de levantarse pero fue inútil.

Sus pulmones le reclamaban oxigeno, empezó a notar compulsiones en el pecho, como si estuviera debajo del agua ahogándose.
Mientras la lluvia lo abrazaba observó sus pies ensangrentados y comenzó a percibir el dolor que había logrado sepultar su cerebro.

No podía describir con certeza que parte de su ser estaba más fracturado, pero se llevó las manos al cuello y percibió la piel ardiendo.
Quería gritar y llorar, pero era incapaz de emitir cualquier sonido.

Entonces entre aquella espiral de horror observó dos luces brillantes a unos kilómetros de distancia, que iluminaron su esperanza de vivir.
Alzó la mano para intentar ser visto, pero en cuestión de segundos, el chirrido de los neumáticos del vehículo hicieron que instintivamente cerrara los ojos con fuerza, esperando recibir el impacto del automóvil sobre su cuerpo.
Nunca llegó, en lugar de ello el sonido de la puerta cerrándose.

Se atrevió a mirar tenebroso y contempló una figura a escasa distancia, delante de los encandiladles faros del coche, lo que impedían definir su rostro.
Atinó a ver unos brazos cubiertos de tatuajes difuminados, pero uno de ellos llamó su atención de forma peculiar y no pudo evitar declinar la vista a dicho grabado bajo la tez. Fue el único que podía visualizar con claridad.

Ed, se despertó abriendo los ojos como platos, todavía notaba el dolor tan intenso que había sentido en el sueño y una arcada amenazó con obligarle a expulsar la cena que había degustado de madrugada en un restaurante de comida basura.

Se desvió hasta el costado de la cama, sacando parte del torso y la cabeza fuera.
Sintió de nuevo el impulso y esta vez fue acompañada de un forzoso vomito.
Expulso con desazón todo lo que tenía en el estómago y se quedó unos segundos mirando el destrozo que acababa de hacer.

Por suerte la molestia que percibió cuando se despertó se habían reducido, aunque cuando se puso en pie esquivando la hamburguesa de McDonald's triturada, la vista se le nubló y dudó que pudiera llegar al baño.

Arrastró los pies por el pasillo colocando las manos en ambos lados de la pared del corredor para sostenerse y cuando finalmente logró llegar al aseo utilizó de apoyo el lavamanos.

Alzó la mirada encontrándose con el reflejo del espejo que había en las puertas de un pequeño armario, donde guardaba utensilios básicos de higiene y algunas pastillas.
La tez de su rostro, bronceada por genética, estaba totalmente pálida.

A veces se preguntaba si las personas corrientes tendrían ese tipo de sueños, pero luego caía en la cuenta, de que era imposible a menos que, como él, carecieran de alguna de sus facultades psicológicas.

Se lavó la cara con abundante ráfagas de agua gélida y se recompuso.

Se sentó en el inodoro para atender a la llamada de la naturaleza, todos los días al despertar, tenía que atender las necesidades de su cuerpo, era como un reloj.
Cogió el cuaderno que siempre tenía sobre el botón que activaba el desagüe del retrete y de entre las hojas recogió un lápiz.

Buscó una hoja en blanco y comenzó a dibujar aquel extraño símbolo que había visto en los brazos de su rescatador.
Después llamaría a Liz, para concertar una cita y poder grabar aquellas líneas en el hueco que le quedaba en el brazo, no obstante, antes debía ocuparse del desastre que se secaba en su dormitorio.
 


 



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En el texto hay: aventura, amor, violencia

Editado: 21.10.2020

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