Los Mundos de Ed

La carretera.

Capítulo 1- La carretera.
 


 

Era el lugar correcto, lo supo nada más abrir la puerta, pese a las dudas que habían nacido en él mientras seguía las indicaciones del GPS de su teléfono inteligente.
Pero al mover la puerta y permitir que el insufrible aroma a té japones le diera una bofetada en la nariz, confirmó que había llegado a su destino.
Cuando Liz, esperaba visita de sus allegados, preparaba un insufrible té japones, que si bien su olor era desagradable, su sabor era mucho peor.
Ed, deseaba que llegara el día en el que Liz, lo recibiera con una cerveza fresca en lugar de esa taza de agua teñida.
Nada más posar los pies en el interior se percató de que el recibimiento con té no era lo peor, sino la decoración de las paredes. Era una auténtica aberración. Si un decorador hubiera entrado en aquel momento, probablemente hubiera buscado una soga para ahorcarse.
 


 

Con cinta adhesiva claramente visible, Liz, había tapiado cada resquicio de las paredes con recortes de revistas donde los protagonistas eran artistas de música latina.
Ed, no podía creer que Liz, hubiera sido capaz de abandonar el viejo garaje con problemas de humedad, para trasladarse a un local homologado y profanarlo de esa manera.
 


 

—¡Ed!—un grito desde la sala adyacente lo alertó y desvió la mirada hacia el sonido de la voz.
 


 

Liz, apareció atravesando el umbral que dividía las estancias del local, una cortina burdeos era la única limitación de acceso de ambas salas.
 


 

—Estaba preparando un té—bajo la sonrisa de la japonesa sus manos rodeaban una taza con sustancia humeante—. Este es para ti.
 


 

Extendió el té y Ed, no pudo escabullirse.
Cogió la taza observando un pedazo de limón flotando en el interior, estaba convencido de que, de poder hablar, aquella rodaja de fruta estaría pidiendo auxilio.
 


 

—Gracias Liz—alzó la mirada para encontrarse con la expresión complacida de la chica—. ¿Cómo te va?
 


 

—Mejor que a ti supongo—se encogió de hombros y sonrió sin mostrar la dentadura —. Tienes unas ojeras terribles, ¿muchas juergas nocturnas?
 


 

—Más o menos—Ed, no quería matizar en detalles.
 


 

Con la mano que le quedaba libre, sacó el dibujo que había realizado al despertarse, del bolsillo de sus tejanos.
Extendió el brazo para entregárselo a Liz.
 


 

—A ver que me tienes preparado...—abrió el folio doblado y observó unos segundos antes de añadir:—interesante... Iré a hacer la plantilla y luego te taladro tu bonito brazo.
 


 

—Será un placer que me taladres el brazo—Ed, sonrió ligeramente.
 


 

—Ponte cómodo, si quieres más té solo tienes que pedirlo—Ed, estaba seguro de que no necesitaría más agua sucia—. No tardaré.
 


 

Liz, desapareció tras la cortina y Ed, se sentó en el único asiento de la sala.
 


 

Era de dos plazas y nada más dejarse caer en el respaldo sintió como las entrañas del asiento se clavaban en sus costados de manera atroz. Era terrible, tuvo que inclinar la espalda hacia adelante y apoyar los brazos en su regazo para encontrar una postura que no atentara contra su integridad física.
No sabía si Liz, había comprado ese sofá en una tienda de segunda mano, o aún peor, rescatado de un contenedor, pero de lo que estaba completamente seguro, es que ese artilugio necesitaba la jubilación.
 


 

Sacó el teléfono móvil del bolsillo de su sudadera, había estado vibrando en numerosas ocasiones, así que debía tener gente intentando contactar con él.
No se equivocaba, bajó la pestaña de notificaciones utilizando el tacto de su dedo pulgar y encontró seis mensajes en la aplicación de mensajería WhatsApp.
Dos de ellos eran de su amigo Axel, habían quedado en verse a media noche en el bar de carretera donde solían encontrarse casi a diario.
 


 

"¿Dónde estás hermano?"
 


 

"¿No habíamos quedado?"
 


 

Decía, pese a que eran alrededor de las nueve de la noche y quedaban tres horas para alcanzar la hora de la citación, pero Axel, debía ir tan colocado que ni siquiera tenía noción del tiempo.
 


 

Ed, no quiso abrir la aplicación porque el resto de mensajes eran de Mandy, la chica con la que mantenía relaciones sexuales eventualmente y que exigía a Ed, más afecto del que él estaba dispuesto a dar.
 


 

"Ed, tenemos que hablar"
 


 

"Esta vez es algo serio"
 


 

"Por favor, llámame"
 


 

Hizo caso omiso a sus mensajes, en lugar de llamarla, se levantó del sofá con la taza de té y se dirigió al exterior.
Fuera había comenzado a diluviar, pero no fue impedimento para alejarse ligeramente de la entrada y voltear la taza dejando que la sustancia se mezclara con el agua de la lluvia en las baldosas de la acera.
Cuando volvió a sacar el móvil, unas gotas de lluvia aterrizaron en la pantalla táctil del teléfono, lo que resultaba tedioso para el manejo.
Se pasó la pantalla por el vientre para tratar de secarlo con su sudadera y, acto seguido, intentó cubrirlo con el mentón mientras trataba de marcar el teléfono de Axel.
Se llevó el teléfono a la oreja y esperó a que su amigo respondiera.
 


 

—¡Tío, donde coño te metes!—gritó el pandillero nada más descolgar.
 


 

Ed, apartó el micrófono de su tímpano con desazón tras percibir un sinfín de mezclas acústicas provocadas por bullicio y una elevada música de rock.
 


 



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En el texto hay: aventura, amor, violencia

Editado: 21.10.2020

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