Los ojos de Ágamo un

Capítulo 1: Un sueño fortuito, primera parte.

Módulo 1
Los ojos de Ágamo

Capítulo I

-¿Elyon?-. La voz que le llamó se escuchó pacífica.- ¿Elyon?-. Esta vez junto al sonido de la voz Elyon sintió una mano mover su hombro izquierdo, pese aquella insistencia él permanecía aun sumido en lo que para muchos parecería un trance- ¡¿Elyon?!

Aquel susurró sí que lo escuchó, fue más alarmante.

-¿Ah?

Elyon parpadeó dos veces; la luz del día empezó a molestarle cuando abrió los ojos casi por completo y entre vio borrosas varias cabezas en frente de él. Notó también la pizarra verde del fondo y al profesor en medio que escribía en ella.

Frotó sus nudillos en ambos párpados, ahora la luz no se sentía tan molesta, ahora aparte de las cabezas de sus compañeros distinguía también la palabra «Tiempo» que trazaba aquel maestro sobre el pizarrón.

»Desde la Física es posible definir al tiempo como la separación de los acontecimientos que son sometidos al cambio» Decía« La tiza blanca con la que escribía hacía contraste con el saco crema que llevaba.- » Sin embargo su significado puede variar según la disciplina que lo aborda. Por ejemplo: En mecánica cuántica se entiende que el tiempo es absoluto, es decir que es un escalar cuya medida es idéntica para todos los observadores«

Elyon dejó de prestar atención cuando sintió nuevamente aquella mano mecer su hombro izquierdo.

-¿Otra vez soñando a mitad de clase? - Le cuestionó el chico de al lado.

Elyon ladeó un poco la cabeza a su izquierda, y lo vio. Kaleb parecía no tener más de catorce años, tenía el pelo muy oscuro que le cubría hasta sus anteojos, y ojos rasgados como todos los sureños. Los sureños habían venido desde oriente mucho antes de la gran guerra del hambre. -dicen algunos- arribando en la parte sur de lo que en la actualidad es conocida como Miyanari. Miyanari por el comandante Hacoto Miyanari, nombrado así por el presidente Starlin Blutle en agradecimiento a sus victorias durante la gran guerra del hambre.

Kaleb llevaba un suéter de cuello redondo con una camisa blanca dentro, pantalón caqui de tela fina y unos tenis blancos. Casi todos los sureños vestían con suéter en cualquier época del año, ya que, entre los sureños se consideraba como una elegancia muy distintiva a los del norte, aunque no todos los del sur vestieran así.

Sobre su escritorio Kaleb tenía apilado una copia en tapada dura de: " Política para principiantes " del Miyanes sureño y socialista Tahaka Hayato. Sobre este descansaba su iPhone blanco - Elyon, ¿estás bien?- El muchacho lo miró con preocupación.- ¿Estuviste allí otra vez?

-Disculpa, Kal. ¿Cómo?- Así le llamó Elyon aunque sabía que Kaleb era su nombre correcto. Al muchacho de ojos oscuros no le molestó para nada. Se lo había permitido desde primero, cuando una tarde mientras jugaban al Ajedrez le llamó Tyon, en vez de Elyon.

- ¿Estuviste allí otra vez? - Volvió a preguntar el muchacho, hablaba con tono bajo, calmado, elegante.

- Sí. - Elyon dio la respuesta después de frotarse la mano en el párpado derecho.

Elyon era Norteño, no por nacimiento sino por herencia. Sus padres eran descendientes de los primeros hombres en poblar la parte norte de Miyanari mucho antes de que llegaran los sureños de oriente. Elyon usaba casi siempre una chaqueta de cuero, esta vez de color azul oscuro con una camiseta negra por debajo. Era delgado, tenía quince años, pero él decía que era lo suficientemente mayor como para trabajar más de seis horas al día en Blutler. Era de piel oscura marrón, cabello corto con ondas formadas como olas del mar en descenso, y un bajo alrededor.

Kaleb no dijo ninguna otra cosa durante un instante. Él sabía perfectamente que cuando Elyon se encontraba en aquel "Limbo" como le decía, despertaba siempre confundido.

Elyon volvió la mirada al frente, justo en las palmas de sus manos, y las contempló: estaban pálidas, frías y temblorosas.

Aún tenía miedo.

«Así que..,- Suspiró mientras aun veía las tres líneas oblicuas- ¿Era solo otro sueño?» Se preguntó, como aturdido.

Otras veces él había experimentado sucesos así de analógicos: sueños intermitentes que ocurrían durante el día o en la noche, en cualquier parte, solía quedarse "Ido en su limbo" O eso era al menos lo que le contaban sus amigos. Decían que era narcoleptico, sin embargo, su terapeuta no había dado tal diagnóstico todavía.

-¿Otra vez la chica? - La voz que intervino se escuchó detrás. Elyon volteó la mirada, posponiendo así sus pensamientos. En la otra fila, tras la espalda de Kaleb, se encontraba sentado otro chico más alto, de piel clara, también era Norteño. En su cara se marcaba una sonrisa que contrastaba perfectamente con el color rosado de sus labios, el verde suave de sus ojos y el negro oscuro de su pelo rizado, algo descuidado.

-No, Caín, por favor, no ahora.

Suplicó Elyon con una mirada preocupante. Caín tampoco había nacido en el norte, pero sus padres también eran descendientes directos de los primeros hombres del norte.

Caín amplio ambas comisuras dejando al descubierto los dos colmillos que sobresalían entre sus dientes. Elyon le había contado también a él sobre sus sueños, Caín siempre se burlaba.

-Vamos Lyon. ¿El mismo sueño, otra vez ? - Susurró inclinándose un poco.- ¿ La misma chica?- Inquirió. La camiseta blanca bajo la chaqueta desabotanada le daba siempre un aire de desfachatez.- Amigo mío - Continuó, sonriendo.- Te lo he dicho tantas veces, espera cuando estés en tu casa, los mejores sueños húmedos se dan cuando tienes una almohada entre las piernas.

- Cielos, para.- Dijo Elyon con voz leve. Lo miró molesto.- Estos sueños son mucho más que esa tontería, y lo sabes.- Elyon volvió la mirada a sus manos, temblaba, todavía temblaba.- En este último vi a un hombre convertirse en un monstruo.

-¡¿Un hombre?! - Dijo Caín sobresaltado. - ¿Con su monstruo?- Preguntó, y echó una risita. - ¿Qué tan grande era?

Kaleb se sonrojo, volteó la cara y ocultó otra risita.




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