Los ojos de la verdad

Capítulo 5

De pronto él comenzó a reírse. Mi comentario no pareció ofenderlo ni molestarlo. No parecía enfadado de mi trato condescendiente y algo borde, más bien, estaba divertido. Me miraba con un brillo extraño que nunca antes había visto. Y, sin darme cuenta, me sorprendí a mi misma dedicándole una enorme sonrisa. 

No entendía por qué me sentía tan a gusto junto al joven extraño ese. Todas mis alarmas deberían estar saltando. La forma en la que lo había conocido no había sido la más convencional del mundo. Y este encuentro debería haberme puesto los pelos de punta. Se había aparecido de la nada en medio de la oscura noche. Como si me hubiese estado acechando. Debería estar muerta de miedo.

Lo sabía, pero no era así. Más bien, luchaba ferozmente por no dejar volver asomar mi sonrisa y que así él no se percatase de que, aunque tratase de poner mala cara, estaba disfrutando de su presencia.

—¿Y no vas a hacer nada un viernes por la noche?

—¿Quién te ha dicho a ti eso?

Traté de hacerme la interesante mientras pensaba mil excusas que poner cuando me preguntase cuáles eran mis planes.

Y entonces caí en que ya le había dicho que me iba a casa, sin embargo él pareció fingir que me creía para no dejarme en mal lugar. Algo que yo agradecí enormemente.

—¿Y los cambiarías por algo nuevo?

No. Aylén, di que no.

—Creo que voy a tener que pasar por esta vez.

Sin embargo, algo dentro de mí quería lanzarse. Me rogaba que dijese que sí, que probase algo nuevo.

Además, había dicho "por esta vez". Era como si de alguna manera esperaba que él me rogase o que insistiese para alguna otra ocasión. ¿Qué me estaba pasando?

—¿Segura? —insistió acercándose un poco más a mí.

Entonces noté como su olor se había vuelto más intenso, más embriagador.

Fui a asentir con la cabeza cuando otro hombre se acercó a nosotros. Al principio solo vi una enorme silueta, pero con forme estaba más próxima fui divisando al loco de la mañana. 

Instintivamente di un para de pasos hacia atrás, pero él ni siquiera me miró.

—Señor, nos esperan.

El joven sonrió, pero me pareció que lo hizo disgustado.

Yo no entendía por qué le llamaba señor. El chico tendría pocos años más que yo. Me parecía bastante anticuado llamarle así.

—Está bien, otra vez será, Aylén.

Fue en el momento en el que se giró para marcharse, en el que supe que no quería que se fuese. Que por extraño que fuera, quería pasar mi tiempo con aquel extraño.

—¿Y tú?, ¿cambiarías tus planes por algo nuevo? —provoqué.

Una sonrisa divertida iluminó su rostro y lo volvió como el de un niño. Se acercó hacia mí, mientras el hombre le recordaba que debían irse.

—Señor, de verdad que debemos irnos ya.

Parecía molesto con pasar su tiempo ahí.

—Nyhor, ya la has escuchado, hoy tenemos nuevos planes.

¿Nyhor? Otro con nombre raro. ¿Pero qué les había pasado a las madres de esa generación?

Y entonces me percaté de algo. ¿Acababa de incluir al loco ese en nuestros planes?

—En realidad mi invitación solo era para ti.

Y nada más lo dije me di cuenta de que comenzaba a sonrojarme.

Él agrandó su sonrisa y se giró hacia el hombre.

—Ya la has escuchado —Me tendió su mano —. ¿A dónde vas a llevarme?

Buena pregunta. ¿Y ahora qué iba  a hacer?

No tenía plan alguno.

—Ya lo verás.

Necesitaba ganar tiempo mientras pensaba. 

Podría llamar a Mel y preguntarle dónde era su dichosa fiesta, pero entonces ella sabría que le había mentido con lo del vip y, seguramente, se sentiría defraudada conmigo. Debía pensar en otra cosa.

Era viernes por la noche. Todo estaba abierto. Podía llevarle a cualquier sitio, pero sentía que él notaría que le estaba mintiendo. Debía llevarle a un sitio en el que me sintiese cómoda, en el que fuese realmente yo.

Al principio caminé sin rumbo, mientras trataba de esquivar las curiosas miradas de Jayden. Después, tras varios minutos ya había dado con el sitio perfecto. La antigua feria. Llevaba años cerrada, aunque colarse no era complicado. Todos los del barrio lo hacíamos de niños. Nos gustaba subirnos a las atracciones, cerrar los ojos e imaginar que funcionaban. Yo había tenido suerte. De niña había podido disfrutar de ella durante unos pocos años antes de que la cerrasen por falta de fondos.

Él repasó el lugar atentamente y no supe si estaba complacido o disgustado.

—¡Venga! —animé comenzando a saltar la valla.

—No me esperaba esto.

Di un salto para caer al suelo y, para mi sorpresa, él ya estaba ahí. ¿Cómo habría pasado tan rápido? Ni siquiera le había visto pasar por mi lado.

—Este lugar es especial para mí.

—¿Por qué?

—¡Venga, ven! —chillé comenzando a correr por el recinto como una niña e ignorando su pregunta.

La respuesta era mía y solo mía. Podía sentirme cómoda con él, pero seguía siendo un extraño.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.