Los príncipes cautivos

Capítulo 9: Miedos

(Narra Alexor)

El sastre puso un alfiler en el dobladillo del saco para marcar el ajuste que debía realizar de inmediato. Mi traje de boda debía quedar listo antes de la media noche pues mañana partiríamos de madrugada en dirección a Dranberg.

—Oh, no puedo creerlo, te ves guapísimo. ¡Alexor, pareces un sueño! —exclamó mi madre sorprendida en cuanto entró a la habitación.

Discretamente, miré mi reflejo en el espejo, mis ojos pasaron por la tela color gris oscuro, debía admitir que el atuendo era espectacular y me sentaba muy bien, pero no dejaba de ser el equivalente a un uniforme de prisión, eran las ropas que usaría para entrar a mi condena.

—Si tú lo dices —farfullé con desgana.

Mi madre soltó un suspiro, como lo hacia cada vez que me escuchaba responder en ese tono. Puse los ojos en blanco pues podía adivinar las palabras exactas que diría a continuación.

—Cómo me gustaría que te abrieras a la posibilidad de que esto será algo bueno en tu vida… cielo, cuando yo me casé con tu padre…

—Por favor, ahórrame el viaje al pasado —le pedí dando un paso para bajar del banco en donde me encontraba.

Mi madre hizo una mueca de desagrado por mi respuesta.

—Bien, entonces iré al grano: Tu padre y yo nos preguntábamos si ya tenías listo el presente que le entregarás a tu prometida el día de nuestra llegada —inquirió con los brazos cruzados.

Mis padres habían decidido que era una buena idea que yo eligiera personalmente un regalo para darle a Triana cuando la conociera. Por supuesto que yo había decidido ignorar sus deseos y hacerme el loco. Apreté los labios fuertemente y negué con la cabeza.

—Hmmm, Alexor, esa chica va a pasar el resto de su vida contigo, al menos podrías tomarte el tiempo de pensar en algo lindo para obsequiarle —me reprendió.

—Oye, no es culpa mía, la tarea es imposible. No la conozco, no tengo idea de qué le gusta. Que tal que le regalo un tablero de ajedrez y resulta que odia el juego, o le obsequio un perfume y encuentra insufrible la fragancia… no sé si le gustan los diamantes o las novelas de aventuras… ¡no sé nada de ella! ¿Cómo esperan que encuentre un obsequio para una extraña?

Rechiné los dientes entre ellos cuando caí en cuenta de que mi pequeña arenga había puesto en evidencia que sí le había dedicado tiempo al asunto del regalo sin éxito.

Mi madre le hizo una seña al sastre para que nos diera un momento de privacidad. El hombre salió de inmediato de la habitación. La reina tomó asiento en el sillón más cercano y me indicó que me colocara a su lado.

—Alexor, entiendo que esta situación es difícil para ti, tal vez no imaginas lo mucho que puedo comprender tus sentimientos en este momento, y sé que nada de lo que yo te diga te hará sentir menos enojado con nosotros. Pero quiero que te tomes un momento para dejar de pensar en ti y pienses en Triana. Esa chica está pasando por lo mismo que tú, va a casarse con un extraño al que vio una vez cuando tenía cinco años y a quien con toda probabilidad no recuerda, pero su situación es aún mas difícil pues ella va a abandonar su reino, a su familia y todo lo que conoce para venir a vivir con un montón de desconocidos. Te pido que pienses en lo duro que ha de ser esto para ella y que, cuando la conozcas, por más que te sientas molesto por lo que te está pasando a ti, tengas consideración con ella y seas amable y comprensivo en todo momento. Tú vas a ser su familia y Triana va a necesitar mucho de tu apoyo. ¿Puedes hacer eso por mí?

Iba a refutarle, a quejarme y a hacer un comentario sarcástico, pero las palabras de mi madre comenzaron a hacer mella en mi consciencia. Un malestar se asentó en mi interior pues me di cuenta de que ella tenía la razón. Imaginé lo mal que me sentiría yo si, además de todo lo que me estaba ocurriendo, también tuviera que abandonar Encenard. Triana la debía estar pasando mucho peor que yo. Podía estar inconforme, pero eso no significaba que me iba a permitir ser un patán con alguien en dificultades.

—Lo prometo —accedí sin mucho ánimo.

La reina sonrió satisfecha. Una de sus manos rozó rápidamente mi mejilla en un gesto cargado de cariño.

—Puede que te guste pretender ser un chico rebelde y testarudo, pero a tu madre no la engañas: yo sé bien que eres un sol.

Apreté mis labios entre ellos reprimiendo las palabras que pedían salir de mi boca. En su lugar le devolví una media sonrisa, podía ser que mi madre no tuviera la razón, pero ella siempre era muy buena conmigo, no tenía sentido llevarle la contraria.

 

********

 

Para el momento en el que comenzaban a salir los primeros rayos de sol, mi familia ya se encontraba lista para partir. Odette sofocó un bostezo colocando su mano sobre su boca antes de removerse en el asiento del carruaje y aferrarse a la pesada manta que la cubría del frío mañanero. Los gemelos se sentían tan adormilados que ni siquiera tenían ánimos para hacer bromas; montados en sus caballos, aguardaban en silencio el momento de emprender el viaje. Agradecí la condición en la que estaban pues no me encontraba con ánimos de aguantar chistes ni comentarios burlones. Desde que mis hermanos se enteraron de mi compromiso, habían acumulado un buen número de frases burlonas y tontadas con la intención de mofarse de mí, como lo hacían acerca de todo los que nos ocurría, solo que esta vez para mí el tema resultaba delicado pues se trataba del resto de mi vida.



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En el texto hay: matrimonio, magia, realeza

Editado: 28.11.2021

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