La Estadística de atributos estudia los caracteres cualitativos, es decir, aquellos caracteres cuyas diversas modalidades no son numéricas.
Aquella misma noche, en el despacho de su casa, se puso a trabajar en una de sus composiciones. Hacía mucho tiempo que no escribía, en parte por la preocupación que le generaba el embarazo de Marlene y en parte por falta de inspiración. Pero los acontecimientos recientes, como la carta de Salka, el recuerdo de Mauro y, sobre todo, la reaparición de Inma, le habían hecho proyectar su pasado, secándole los fuertes chaparrones de anestesia que lo habían mantenido silente.
La inspiración había vuelto, tal vez por una deuda inconsciente que lo apremiaba a componer una intensa canción sobre sus sentimientos por Marlene y que estuviese a la altura de “Inma” o de “Balada Anónima”. Tenía un boceto de las principales líneas melódicas y ahora trabajaba el verso.
Cuatro de la madrugada,
siento tu aliento en mi almohada,
y entre tesoros ocultos yo
no quiero que salga el sol.
Isidro tachaba, escribía, volvía a tachar, ajustaba la métrica a la melodía o, incluso, trataba de forzarla para que encajase.
Hueles a menta y naranja,
aromas de mermelada.
Es tu figura en la noche y yo
no quiero que salga el sol.
Pero la cabeza del profesor rumiaba inspiración por diferentes frentes. El crucigrama de Salka seguía martilleando su cabeza sin piedad.
Ponle que sabes a fresa,
ponle tus curvas delgadas,
ponle ilusiones, pequeña,
ponle brillo en la mirada,
pon que tu boca me hace “tilín”…
—¿O quizá quede mejor “ponle frescor a manzana”? —murmuraba, con la cabeza a punto de estallar.
No podía concentrarse. Dejó la canción a medias y cogió el crucigrama. Recordó que, cuando el teléfono lo había interrumpido por la tarde, sus ojos se dirigían a la última frase de la carta.
Intenta hablar con Mauro. Eres mi única esperanza.
La frase suponía una doble incógnita. Por un lado, aparecía separada del resto de los enunciados verticales. Eso le llevaba a interpretar que el mensaje no formaba parte del juego, sino que era una petición más de desesperación, como el principio de la carta. De ser así, estaba claro que se refería a su amigo Mauro, quien también había sido profesor de Salka durante su corta estancia. Pero Mauro había fallecido, por lo que no existía esa única esperanza; y eso sin contar con que la carta había sido escrita en 1997.
También podría ser que la frase sí formase parte del pasatiempo, pues había leído en algún sitio que el nombre de Mauro era de origen latino, Maurus, y hacía referencia al habitante de la antigua provincia romana de Mauritania. Y Salka nació en la Mauritania actual. Podría ser un juego de palabras que escondía algún enigma. Así que, tal vez, su amigo Mauro no tenía nada que ver en esto. ¡O tal vez sí!
La definición “6 vertical”, aunque no lo sugiriese, constaba de tres palabras; por lo menos había tres huecos.
En el 6 se perdió el pastor.
—¿Dónde se pierden los pastores? ¿En el monte? ¿En el campo? Yo creo que en el campo.
Aunque era incapaz de interpretar por qué, la cabeza de Isidro le sugería una asociación campo-pastor. También podía ser monte. O cualquier otra cosa. Aunque muy forzado, podría tener la primera palabra del crucigrama, al menos para empezar a cruzar o descartar con otras. ¡Si es que adivinaba otras! Hizo una fotocopia del crucigrama y anotó en ella la palabra, en el centro.
Contento de haber empezado, y a pesar de tener muchas dudas de que aquella palabra fuese correcta, el profesor se levantó y se dirigió a la nevera. Cogió una cerveza fría y la abrió como un autómata. Marlene estaba viendo un programa en la televisión y lo vio pasar. El primer trago de líquido, al bajar desde su garganta, hizo temblar todo el cuerpo de Isidro.
—¿Qué haces, cariño?
—Me tomo una cerveza muy fría. ¡Demasiado fría!
—¿Después de cenar y con el frío que hace? ¡Estás loco!
—dijo, sorprendida.
—Tienes razón, estoy loco. ¡Pero loco de amor! —lanzó Isidro, alentado por la euforia que le generaba el crucigrama.
Volvió a sentarse en su despacho y observó detenidamente el acertijo. Hizo un barrido superficial de aquellas enigmáticas frases esperando que estas le hablasen. Se puso y se quitó las gafas varias veces, porque, generalmente, se sentía incómodo tanto con ellas como sin ellas. No estaba seguro de necesitarlas, pero, por otro lado, creía que las necesitaba. Marlene lo llamaba “la paradoja de las gafas de Isidro”, pretendiendo con la burla atraer la atención de su marido para hacerle ver que, lo más probable, fuera que en la óptica no las hubieran graduado o ajustado bien. Él, sin embargo, era muy testarudo y se negaba a volverse a revisar la vista. Siguió dándole vueltas al crucigrama.
¡Entonces lo comprendió! Ya sabía por qué asociaba la palabra “campo”; no por relacionarlo con el pastor, sino porque aparecía unas líneas más abajo, en la penúltima línea de la carta.
La Reina Bruja vivía antes y después del campo. Tiene algo de Marlene.
Ahora lo veía claro. La “6 vertical” tenía dos huecos más, uno antes y otro después de la palabra “campo”. Antes y después. Y esos dos huecos, esas dos definiciones que faltaban, eran de la reina bruja. Para empezar, ya era algo. Creía tener amarrada una palabra en medio de aquel galimatías, aunque tampoco estaba seguro al cien por cien.
Le inquietaba el nombre de Marlene en aquel misterio. La relacionaba con la reina bruja, lo cual sonaba turbador. Pero lo que le ponía los pelos de punta no era eso. Era algo más obvio, más directo: la simple mención de su nombre. ¿Por qué Salka, supuestamente, sabía el nombre de su mujer? No podía ser otra casualidad. Isidro empezaba a creer que las casualidades no existían.
Editado: 16.04.2020