Los Sallow

Prólogo

Hace tiempos antiguos, llegó a existir una sola familia con un pasado tan trágico y doloroso que incluso el viento evita susurrar su nombre: los Sallow. No eran una leyenda, aunque muchos desearían que lo fueran. Eran reales. Y eran la familia más temida de todos los tiempos.

Si querías vivir, si valorabas siquiera tu próxima respiración, no te acercabas a ellos. Así de simple. Porque con los Sallow no se jugaba. Nadie sale ileso al rozar su historia.

Con los años, por necesidad, por supervivencia, tomaron una doble vida. Una máscara bien tejida, un disfraz de normalidad ante un mundo que no los merecía ni los comprendía. Lo hicieron por el bienestar de los suyos. Pero no te confundas: no lo hicieron por debilidad. Lo hicieron por estrategia.

Porque si hay algo que jamás cambió, es esto: nunca intentes hacerle daño a la familia. Nunca.
Porque cuando lo haces, las consecuencias no solo son inevitables… son eternas.

Aquellos que sabían de su existencia no podían dormir tranquilos.

Algunos lo intentaron —disparos, fuego, traición— pero ninguno funcionó.
No puedes matar lo que ya nació maldito.

Así que si estás leyendo esto, consideralo tu única advertencia.
No te acerques. No te metas.
Y sobre todo…
No pronuncies su nombre en vano.

Sallow.
Ese apellido no se olvida.
Porque los verdaderos monstruos no vienen del infierno. Viven entre nosotros.
Y a veces, llevan trajes caros y te ofrecen una copa de vino.

Uno de los secretos más oscuros de la familia Sallow es un pacto sellado con el mismísimo Lucifer. No fue un rumor, no fue una leyenda… fue real.

Él les ofreció poder. No cualquier poder, sino uno que desafiaba las leyes del mundo, algo que no debía pertenecer a ningún mortal. A cambio, solo pidió una cosa: sus almas.
Cuando murieran, serían suyas. Eternamente suyas.

Y ellos aceptaron.

Sin temblar. Sin mirar atrás. Porque sabían que con ese poder podrían alzarse por encima de todos. Y lo hicieron.
Lo usaron para destruir, para gobernar desde las sombras, para convertir el miedo en su firma y el caos en su legado.

Durante siglos, los Sallow fueron intocables.
Su gloria fue bañada en sangre y silencios.
Y nadie pudo detenerlos.
Porque cuando un alma ya le pertenece al diablo, no hay redención posible… solo más oscuridad.

La familia Sallow heredó cada mínimo detalle de sus antepasados: la mirada afilada, la sangre maldita, el instinto de dominar. Nada se perdió en el tiempo. Ni el rencor, ni el hambre de poder.

Pero todo imperio, incluso uno forjado en sombras, enfrenta su final.
El tiempo no perdona, y los ciclos siempre se repiten.

Ahora, las nuevas generaciones sienten el llamado de lo que fueron. La máscara de normalidad comienza a resquebrajarse. La antigua vida —cuando gobernaban con temor, cuando sus nombres se susurraban con miedo— está a punto de volver. Y esta vez, no piensan dejar que nadie les arrebate lo que alguna vez les fue quitado.

Quieren su trono. Quieren su dominio.
Y lo van a recuperar. Cueste lo que cueste.

Pero el camino no será fácil. Porque para lograrlo, deberán enfrentarse a los Fiedler. Una familia distinta, peligrosa a su modo, con ideales que chocan con la oscuridad de los Sallow.

¿Cambiará el sueño de los Sallow al conocerlos… o decidirán acabar con todo?

Lo que es seguro es que hay algo que nunca cambia:
Nadie puede retar a un Sallow.
Nadie puede hacerlos enojar.
Porque si lo haces… estás muerto.

No amenaces a un monstruo si no estás listo para enfrentar su furia.
Y los Sallow, cariño, son la furia hecha carne.

Desde pequeños, sus padres les repitieron una única regla: “Nunca mates si el gobierno no te lo pide.”
Una frase que sonaba más a advertencia que a consejo.
Pero ellos… ellos decidieron no obedecer.

No nacieron para seguir órdenes.
Nacieron para romperlas.

Son los más peligrosos de toda Nueva York. No solo dentro de la familia… en toda la maldita ciudad. Cuando caminan, la ciudad contiene el aliento. Porque no hay límite que respeten, ni línea que no crucen.

La generación actual es distinta. Más oscura. Más letal.
Dicen que podrían ser la salvación o la ruina de los Sallow.
Y es que su nombre ya se pronuncia con miedo en los callejones y en los pasillos del poder:
“Los Demonios Sallow.”

Cinco hermanos y una hermana.
Seis piezas de una maquinaria construida para gobernar o destruir.
Cada uno con su propio infierno a cuestas.
Cada uno dispuesto a hacer lo que sea para llevar el apellido más alto… o arrastrarlo hasta el abismo con ellos.

Fausto Sallow.
El primogénito.
El que carga con el peso del apellido como si fuera parte de su piel.
Mide un metro noventa y camina como si la ciudad le perteneciera.
Cabello negro como la noche sin luna, y ojos verde claro que no muestran piedad, solo cálculo.
Dicen que cuando te mira, puede ver exactamente cómo vas a morir.
Y, a veces, sonríe.

Forcis Sallow.
El segundo hermano. El más impredecible.
Mide un metro ochenta y siete, y su sola presencia desarma cualquier sentido de seguridad.
Cabello rubio, largo hasta los hombros, como si el sol lo hubiera tocado antes de corromperse.
Sus ojos son de un verde casi azul, como un mar envenenado.
Pero lo más inquietante no es él…
Es que tiene un gemelo.
Y donde está uno, el otro no suele tardar.

Griffin Sallow.
El tercero en nacer, pero tan letal como el primero.
Mide un metro ochenta y siete, con el mismo cabello rubio que su gemelo Forcis, aunque lo lleva corto, siempre perfectamente arreglado… como si el caos tuviera su propio estilo.
Sus ojos, ese mismo verde casi azul, reflejan una dualidad inquietante: la calma antes del estallido.
Es el espejo distorsionado de su hermano, y juntos son una sinfonía de destrucción cuidadosamente orquestada.
Nadie sabe con cuál estás hablando… hasta que ya es demasiado tarde.




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