Ver a mi hermana menor me trajo de regreso a mis momentos en la mansión de la familia, desde los buenos momentos en nuestra niñez hasta los momentos donde fui una mierda con ella.
De hecho, no había dejado de ser una mierda con ella pero está bien, era lo mejor, para ambos. A estas alturas ya ni me importaba.
Mi padre había decidido delegarme sus sueños, mi hermana también ¿Por qué habría de sentirme mal por ellos? La verdad es que los odiaba.
— ¿Estás bien?— Preguntó Beethoven, mi ser mágico, un perrito bastante peludo de color blanco con la espalda de color café y unas grandes mejillas. De esos perros no hay por ningún lado, pese a que los había buscado antes.
—No necesitas preocuparte por mí, solo céntrate en tu trabajo— Le dije con frialdad.
—Sí, señor— Beethoven asintió.
Yo no necesitaba compañeros, nunca los he necesitado pero necesitaba el poder de ese ser mágico, quiera o no por lo que me acomode en mi cama para dormir, pues mañana tenía entrenamiento temprano.
Lamentablemente tuve una pesadilla, casi pensé que las había olvidado pero parece que el ver a mi hermana las reavivo.
— ¡No me toques, mocosa idiota!— Le dije a Ceres, quien termino cayendo hacia atrás, con una herida en la frente debido al impacto. Me sentí un poco aliviado al ver su expresión pero también sentí que apretaban mi corazón. Era tan desagradable.
— ¿Qué diablos haces, Tique?— Preguntó la voz de papá, una voz tan profunda y atemorizante que me dejo frio, mirando a mi hermana con odio pues de nuevo la defendían— No toques a esa mocosa inútil.
—Pero padre…— Fingí preocupación.
—Es una mocosa inútil ¿No escuchaste?— Padre ya estaba a su espalda, tomando de los hombros— Déjala, si se muere o no, no es algo que te daba importar, lo único que importa es que nuestro legado siga ahí, y tú eres el futuro.
Solo pude pasar saliva, sin poder moverme. Incluso si estaba de acuerdo y pese a que quería matarlo, me aguante las ganas. Padre aún era muy fuerte para mí.
—Ceres, lárgate, no quiero verte de nuevo aquí— Le dijo papá esbozando una sonrisa demoniaca.
—Ah, hermano, de nuevo dejas salir tus verdaderos sentimientos— Ceres hablo en voz alta mientras la sangre seguía corriendo en su frente pero ella sonreía de mala forma, una forma tan perturbadora como la de papá.
Me quede mirándola mientras un escalofrió me recorría, tanto que retrocedí.
Ceres aparto la figura de mi padre que termino volviéndose una niebla oscura mientras avanzaba hacia mí con esa mueca desagradable mientras de a poco, su cuerpo se alargaba, sus manos, sus brazos, su rostro.
Reaccione y trate de correr— ¡Beethoven!
— ¿Lo estás buscando?— Preguntó Ceres pero ya no era Ceres, y ahora estaba delante de mí.
Mi ser mágico estaba muerto, al menos eso parecía pues el ser lo cargaba en su mano, inmóvil.
Una figura delgada, de piel oscura con picos me observara, su rostro estaba estirado, salpicando aquel liquido rojo como la sangre mientras sus cuencas vacías se deformaban mucho más al igual que su boca. Parecía tener cola pero no pude saberlo con exactitud.
El demonio había regresado.
Ni sabia hace cuanto que había comenzado a aparecer en sus sueños pero desapareció hace mucho, hasta hoy.
— ¡Déjame en paz…!— Le dije aterrorizado mientras caía de espaldas.
—Sabes que nunca te dejare descansar, jamás dejare de acosarte, siempre estaré ahí, en tus sueños más felices, en tus vivencias más brillantes, nunca te dejare— Acepto el ser deformado mientras se inclinaba hacia mí.
—Por favor…— Imploré.
El monstruo se mantuvo mirándome unos segundos hasta que comenzó a devorarme, destrozando mi cuerpo, mis huesos, mis órganos y yo podía sentirlo todo.
Me desperté, sudando frio, la luz del sol entraba por mi ventana y podía ver a Beethoven durmiendo a mi lado, con tranquilidad. De nuevo, esas pesadillas habían comenzado.
Estaba tan molesto con todos, con mi familia, con mi hermana, con padre y no podía evitar sentir odio por esos infelices que no me dejaban en paz. Algún día los haría pagar, algún día los mataría todos.
Entonces no habría más pesadillas.
Sería verdaderamente libre.