Soy un genio y no se trata de mí diciéndotelo a ti y que tú me creas, como debe ser, sino que te lo mostraré con acciones.
Resulta que gracias al entrenamiento, nos dimos cuenta de que, pese a que no podemos usar bien la forma de Yelmo de la Oscuridad aun, podemos dividir nuestras habilidades para formar el Bidente y a Perséfone.
Estamos trabajando en más formas pero de momento solo requeríamos estas así que esperen unos cuantos power ups durante toda la historia.
Mientras que el Bidente nos permite controlar la gravedad para atacar, ya saben, aumentando nuestro peso en general aunque no con eficiencia, Perséfone también nos permite atacar pero se centra mucho más en la defensa. La defensa absoluta, por supuesto.
—“¡¿Qué pasa, mocosa?!”— La mujer se movió a gran velocidad y nos lanzó otro ataque que Ceres logro cubrir con el bidente, pero eso la levanto del suelo para ser golpeada por su puño hacia el suelo— “¡Quizá te sobreestime!”
Entonces el vidente desapareció de las manos de Ceres.
Ambos emergimos del suelo donde terminamos sepultados.
La mujer serpiente nos contempló con atención, esbozando una horrible sonrisa— “¿Qué tenemos aquí?”
Ceres ahora portaba una armadura en sus brazos, solo en sus brazos, de metal negro que terminaba en unos guantes negros con uñas un tanto largas. Sus piernas también portaban unas protecciones metálicas negras con marcas rojas.
Ceres quería una armadura dorada pero no iba con mi estilo.
—Espera, espera ¿No quedamos que iba a ser dorada?— Ceres miro sus brazos con una ceja levantada.
—Ah, lo olvide— No lo olvide.
— ¡No te creo!— Ceres abrió sus piernas y levanto ambas manos sobre sus hombros para cubrirse el rostro.
Esta era la Verdadera Perséfone.
—“Aun tienes la valentía para levantarte y enfrentarme”— La mujer serpiente se rio y entonces lanzo un ataque a gran velocidad, pero esta vez la onda expansiva se detuvo a medio camino.
Ceres estaba de pie en la misma posición que antes.
La mujer serpiente comenzó a lanzar un motón de ataques a gran velocidad generando ondas de choque que destrozaban los árboles, moviendo todo el terreno mientras soltaba risotadas horribles.
Pero el último ataque no se pudo completar pues era como si se hubiese atorado en algo e incluso cuando sus muslos se flexionaron con toda su fuerza, no pudo mover su látigo de donde estaba.
—“¿Pero qué mierda…?”
Ceres jalo el látigo que había logrado tomar con sus manos y la desestabilizo lo suficiente como para hacerla agacharse, jalándola hacia ella, entonces se movió a gran velocidad para golpear su cara directamente, estrellándola contra el suelo incluso con las diferencias de tamaño.
— ¿Pelear cuerpo a cuerpo?— Preguntó Ceres mirándome con una ceja levantada, limpiando su sudor con su toalla rosa tras aquella tarde de entrenamiento— Pero y dominamos el bidente…
—Es verdad, mi señora pero no sabemos lo que pueda pasar, quizá en algún punto yo no pueda ayudarla— Le dije, no muy seguro de eso pero era la forma de convencerla.
— ¿Es posible?— Hasta a ella le parecía imposible.
—No, pero si algo he aprendido de los juegos por turnos es que todo puede pasar y la partida dada por ganada muchas veces puede perderse— Dije recordando mis experiencias con Persona y HSR.
Sí, yo perdía en HSR. Estúpidos juegos gatcha.
La mujer serpiente nos atacó con su látigo desde el suelo pero nos movimos como si nada, pateando el arma en el aire para apartarlo de nosotros y tratamos de caer sobre su cabeza con una patada.
La mujer se giró en el suelo evitando el gran daño que pudo causar, solo levantando la tierra y provocando un gran temblor.
Equidna se puso de pie, mirando a Ceres con una expresión que bien podría ser molesta o bien, podría ser emoción. Ninguna de las dos eran buena señal, aun así no nos sentíamos atemorizados.
Ceres se preparó para el combate.
—“¡Te devorare definitivamente!”— La mujer extendió sus alas y se movió mucho más rápido de lo que pensamos.
La mujer voló sobre nosotros y sus serpientes comenzaron a lanzarnos mordidas mientras su largo se movía con tal fuerza que solo se escuchaba como cortaba el aire pero nosotros no nos movimos.
Quería abrumarnos…
El bidente nos permitía controlar la gravedad en sus puntas incluso sin tocar directamente al enemigo, como si fueran dos antenas pero Perséfone concentraba mi poder en sus brazos y sus piernas, por lo que debíamos tocarla directamente para afectarla.
Y acá entre nos, su velocidad si era mucha para nosotros. Ceres aún era humana y no podía hacerla moverse a la velocidad del sonido aunque pudiera y quisiera.
—“Un humano no puede contra mi”— Grito la mujer serpenteando— “¡Los devorare!”