Metanoia
Cuando todo está destinado a perderse, tendemos a entrar en pánico y luchar contra eso. No queremos perder nada, no podemos ni deseamos, somos seres tan egoístas y superficiales... O eso era lo que creía de mi vida y de mí misma.
Patética e insufrible, así solía llamar a mi madre desde que tengo memoria y no es mucha la que tengo.
Siempre he sufrido de una memoria muy escasa; nunca supe el por qué a veces recuerdo muy pocas cosas hasta de mí misma; me siento vacía de vez en cuando y otras veces completa. Mi madre dice que es la pubertad entrando en mí y eso me hace más estúpida de lo que ya soy.
En cambio, mi padre dice que su padre también sufría de una memoria escasa y que no debería preocuparme mucho, ya que con el tiempo estaré mejor.
Nunca fui la afinidad de mi madre, como se podrá notar, pero siempre fui la princesa de Padre. Mi padre, un joven político lleno de dinero,contactos,amigos como también enemigos; mi madre, una joven y muy atractiva modelo de los años y pico, se enamoró profundamente y se casó teniendo a sus dos primeros hijos.
Ruel y Emrys son nombres tan feos y patéticos como Morana.
Su última y menos preciada hija Morana, última hija de la familia Mallory, una familia totalmente falsa y disfuncional, como todas las familias, supongo.
Siempre trato de engañarme a mí misma y creer que tal vez en el fondo del ser de algunos de ellos me quieren con toda el alma. Papá no lo oculta; es muy notorio su amor hacia mí, pero lo que es madre y hermanos, creo que me quedo corta con algunas palabras. Lo de ellos no es amor puro que digamos o amor en sí; ni siquiera sé quienes son realmente; a veces siento que convivo con personas extrañas y sin corazón.
Muchas veces creí que si moría, nadie se preocuparía por mí lo suficiente como tenerme pena o llorar por mi muerte.
Volviendo al tema, ahora mismo estamos todos reunidos de manera obligatoria por mi padre, mis hermanos, como siempre inexpresivos, y mi madre, arrojando comentarios sobre mi aspecto o mi forma tan retraída de ser, me hicieron salir de mi habitación para esta estupidez.
A veces me dan ganas de callarla de una vez, gritarlo o no sé algo, pero quiero que se calle de una vez.
—Puedes callarte por un segundo —preguntó todavía mirando hacia abajo. Mi madre con cara de pocos amigos dirige su mirada hacia mí.
Tétrico.
—¿Qué has dicho?—preguntó mientras me veía atentamente. Mis hermanos dejaron de hacer lo que estaban haciendo y dirigieron su mirada hacia mí; mis nervios me llevaron la contraria y comencé a temblar. —Claro, eso creí.
Y así todo volvió a ser tenso como hace un rato. Mire a mi padre, quien estaba tecleando algo en su celular; luego mi mirada se dirigió hacia Ruel, quien me miraba atentamente; podía notar lo que su mirada decía.
No hagas drama.
Luego, mi vista viajó hacia Emrys, que tenía exactamente la misma mirada, como si me dijeran que me quedara callada y no dijera nada de nada, así poder mantener la paz.
La paz de ellos, pero no la mía; solté un pequeño gruñido y seguí viendo el plato de comida enfrente de mí, sin querer tocarlo. Luego de un rato una empleada llegó con una bandeja; en ella traía el postre y una pequeña cajita blanca donde sabía que era lo que tenía.
Mis medicinas eran para mi alergia tan horrible. Soy alérgica al polen y a la tierra, cosa graciosa, ya que vivo en medio del campo.
—Sus medicinas, señorita —dice una de las tantas empleadas domésticas; ella creo que es la que más perdura en esta casa, bastante curioso porque no recuerdo a las otras empleadas, pero sé que no duraban mucho tiempo, ya que mi madre las despedía.
Mi madre es una mujer un poco controladora y celosa, siempre con el miedo de que mi padre le sea infiel y la deje sin un solo centavo para sobrevivir, cosa que hasta el día de hoy creo que jamás pasará. Mi padre ama a mi madre, eso es obvio, pero aunque uno le diga y le diga, es bastante dura y no quiere aceptarlo.
Yo, agradecida, tomé mis medicinas con rapidez y dispuesta a irme a mi habitación. Mire a mi padre, buscando su aprobación y su permiso para retirarme a mi habitación. Este, al notar que tomé mis medicinas, me dijo que podía retirarme.
—Que descansen, querida y amada familia —dije con sarcasmo para salir huyendo del comedor y subir a mi habitación. Como vivimos en una mansión, todo queda un poco lejos; mi habitación es la más alejada de todas, cosa que ahora estoy agradecida, pero antes no entendía el por qué. Siempre pensé que fue porque ninguno quería tenerme tan cerca, pero ahora pienso que solo fue una confusión y ya.
Subo corriendo las escaleras para correr hacia mi habitación, miro la hora en mi reloj y veo que casi es hora para poder comunicarme con mi único amigo.
Reiman es el chico que conocí en Twitter al hacer una pequeña descarga contra mi familia y sus altibajos. Este, en forma de soporte, me contestó que estaba mal redactado el texto que hice, pero apoyaba mis palabras más que nunca, ya que él pasó por lo mismo. Tenemos la misma edad, por lo que él me comentó, pero jamás nos hemos visto en persona. Yo no voy a la escuela, me educan en casa y creo que esa es una de las únicas cosas que agradezco de mi familia. Tener tanto dinero que puedo hacer lo que se me plazca con él, así como darme ese gusto.
Pero, más allá de no ir a la escuela, tengo un par de cosas prohibidas; no puedo tener redes sociales y en mi celular tenía una app en donde mi padre vigilaba hasta que buscaba en Internet, cosa que, cuando hice mi descargo emocional en Twitter, este se enteró y me castigó, quitandome toda comunicación con el exterior. Como si tuviera tanta; de hecho, mucho no me afecta.
Luego de que mi castigo sea perdonado y mi celular regresado, pude contestarle a Reiman, y con el tiempo intercambiamos correos, ya que era el único lugar donde mi padre no se enteraría que hablaba con un extraño.