Los Secretos de una Familia

Cap.3

Aeternum

Durante el día, la rutina de la familia Mallory era bastante particular, según muchos. No se hablaban ni se dirigían la palabra; la hija menor se quedaba en su habitación encerrada hasta la tarde, en cambio sus padres siempre salían de su habitación a las nueve en punto, para bajar a desayunar. Obviamente, el señor Mallory siempre iba a la habitación de su hija para ver cómo se encontraba.

La servidumbre siempre tuvo prohibido el ingreso a la habitación de Morana, más que nada durante las mañanas y las noches. Las puertas después de las diez de la noche se cerraban y escondían las llaves; la puerta de la cocina también, y también como las puertas de los gabinetes de la cocina, estaba completamente prohibido; nadie nunca supo el por qué de eso, pero era muy esencial.

Cuando la pequeña Morana cumplió sus diez años, pidió un perro a su padre, un pequeño caniche rescatado de las calles. Luego de muchos días el perrito desapareció misteriosamente; nunca supieron el por qué, pero desde el día que el pobre animalito desapareció se le prohibió a la pequeña Morana tener un cachorro o un animal.

Jamás se animaron a que la niña tocara una escuela; era raro para ella tener que convivir con personas nuevas o con personas en sí. La señora Mallory jamás, pero jamás visitó la habitación de su hija; siempre la alejó de su lado. Ella decía que sí la quería, pero no era la gran cosa, una pequeña niña.

Siempre se fijaba en su belleza, ya que Morana le robaba el protagonismo en la casa.

Los hermanos de la pequeña vivían en la misma casa, pero nunca los veías seguido. No solo trabajaban con su padre en alguna parte de la ciudad, sino que cuando estaban en la mansión jamás salían de sus habitaciones.

Una mucama una vez contó que vio a los hermanos salir de la casa a las tres de la mañana y después los vio de nuevo, pero a las once del mediodía y parecían cansados, así como irritados.

Nadie sabía qué estaba pasado en esa familia tan particular; nadie ni los periodistas lograron verle la cara alguna vez a la pequeña Morana. Era extraño, ya que la servidumbre se negaba hasta de hablar; todos decían que era por miedo a perder tan buen trabajo como ese, pero siempre fue por algo más. Él lo sabía. Sabía que esa familia tan particular a la cual muchas personas querían pertenecer ocultaba algo.

Como puede ser posible que a escondidas de la familia se comente que se odiaban todos, que una madre odiaba a su hija solo porque robaba la atención de su esposo, y el padre no hiciera nada al respecto, que nunca nadie encontrara una sola imagen de la niña, sus hermanos como padres eran muy reconocidos, pero ella no lo era, es un total misterio.

Muchos decían que te quedabas hipnotizado por su belleza e inteligencia. Otros decían que no era tan bella, pero sí atrayente por su timidez tan natural.

Así como muchos misterios rodeaban a la niña llamada Morana Mallory,

Una vez que una mucama huyó de la casa, llegó hasta la ciudad completamente lastimada, gritando por ayuda y cuando alguien logró ayudarla, esta empezó a ''Delirar'', según muchos.

—Ellos... La niña, yo la vi, vi lo que hizo con ese pobre animal, parecía... — Estaba tan asustada que apenas podía respirar bien; yo solo la sostuve y le dije que me contara lo que sucedía. — Le dan algo a la niña que la vuelve loca... Como si estuviera poseída, la madre, ella... Ella dijo que—Apenas era audible lo que decía y eso comenzaba a irritarme.

—Debes ser clara, no logro entenderte si hablas de esa manera.

—Ellos vendrán a buscarme, saben que los vi, ella me vio a los ojos, sus ojos estaban de un tono raro, sus manos llenas de sangre, están todos locos, creen que le hacen algún bien pero no... ellos solos, Dios, están locos.

—¿Qué más?—Pregunté porque de repente se quedó callada mirando a un punto oscuro de la habitación del hospital. Diriji mi mirada hacia esa zona, pero no había nada...

—Ellos... Están aquí... Saben que sé algo, me matarán así como hicieron con las otras mucamas; debe ayudarme, doctor, estoy enloqueciendo —dice mientras sigue mirando a ese punto; yo sin comprender bien no digo nada. Esta gira su cabeza con sus ojos completamente abiertos y su piel casi traslucida de lo palida que estaba; abre la boca como si quisiera gritar y dice —¡Debe ayudarme!

Gritos y más gritos se armaron en la sala del hospital.

La paciente, luego de darle un poco de calmantes, logró dormirse; apenas pude salir de la habitación para buscar unas cosas más por si llegaba a despertar. Traté de ser lo más rápido, pero no basta parece.

Cuando volví a la habitación me quedé mirando aquel cuerpo; una joven que no llegaba a los treinta años se ahorcó en su habitación. No dije nada, no grité ni hice un escandalo, solo me fije en mi reloj y confirmé la hora de muerte, tres treinta de la mañana.

Dejo mi boligrafo con mi libreta y tomo el cuerpo para arrojarlo a la camilla. No tiene pulso y sus labios están morados; llamé a una enfermera y le comenté la situación con calma.

Luego de que se la llevaron, me dirijo a mi oficina para comenzar a escribir lo que me comentó la paciente. Dejo la libreta en un cajón junto con las otras dos libretas. Bastante frutrado por la situación, ya que era la tercera vez que sucedía.

Hace dos años se presentaron dos jóvenes de la misma edad y a la misma hora. Venían de esa casa y decían cosas similares y todas misteriosamente fallecían cuando alguien se despistaba. Nadie sabía, como ni siquiera yo, que era el mejor médico en el país.

Decidido, comencé a investigar sobre la familia, sabiendo que no conseguiría absolutamente nada de manera obvia. Eran muy reservados, pero yo le haré justicia a esas mujeres.

—Sé que algo escondes, princesa.

Tomo mi computadora para entrar a mi correo y escribir un mensaje.

Mensaje Anonimo

Espero que todo esté bien en tu reino, princesa, ya que las cosas comenzarán a complicarse. Tienes más de un problema, querida, pero no te preocupes, tu guardian siempre estará para ti...



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Editado: 09.09.2024

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