Nos miramos entre los tres, yo sosteniendo a Reiman que está lo suficientemente alterado como para que entre en razón y al desconocido que puedo suponer quien es.
—Calma, perrita, no tocaré a tu dueña —dice mientras sonríe, dando a entender que esta situación le causa bastante gracia; él me mira y sonríe aún más—. No todavía.
—Eres un… —dice Reiman mientras trata de mantener el control. Mi cuerpo está lo suficiente débil como para seguir manteniéndome parada, así que suelto a Rieman y al desconocido para tomar asiento mientras los miro.
—Ya, por favor…—digo suspirando con pesadez, cansada de la situación, de las mentiras, de las falsedades—. Diganme la verdad.
Mi cuerpo estaba temblando y me sentía congelada. Cierro los ojos y trato de relajar mi respiración. Esta situación me tiene bastante estresada. No podía creerlo que todo esto me esté pasando, que todo siempre se sienta como un ciclo sin fin, como algo donde tengo que estar arreglando las piezas rotas o recogerlas, pero no ven que me cortan con sus piezas rotas.
Tengo sueño, hambre y muchísimo estrés.
Mi vista se vuelve oscura y los ruidos se sienten cada vez más lejanos.
Quiero dormir. Me siento tan harta de no entender ni de entenderme a mí misma, que lo único que deseo es descansar para dejar de pensar en toda esta estúpida situación.
No me importa si me odian o me aman, ya no me importa seguir buscando reconocimiento de parte de ellos, solo quiero…
¿Qué es lo que realmente quiero?
Abro mis ojos al darme cuenta.
Toda una vida intenté que los demás me vean, que se fijen en mí y en mis logros, los cuales jamás tuve, pero no me enfoqué en mí, en lo perdida que me sentía; nadie se ocupó de guiarme, nadie se ocupó de tomar un verdadero rol conmigo, entonces me refugié en una persona que apenas hoy conocí en persona.
Le estoy creyendo a una cosa que habita en mi mente.
¿Tendré esquizofrenia?
No creo…
¿Qué es lo que quiero?
Quiero vivir en paz, quiero verme en el espejo y reconocerme a mí misma, salir de mi habitación y recordar el camino de regreso. Quiero ser yo de una vez sin que a nadie más le interese; solo a mí debe interesarme quién soy y qué hago con mi vida.
Me levanto de la silla, ya mejor y comienzo a caminar lentamente hasta el desconocido, escuchando sus pensamientos como los de Reiman, donde ellos tienen una pelea interna de qué hacer.
Mi cuerpo tiembla. Siento el frío recorrer cada rincón de mi ser, como si algo dentro de mí estuviera despertando, algo que no controlo. La presión en mi pecho aumenta. El eco de una risa lejana me sacude desde adentro, pero cierro los ojos con fuerza, tratando de mantenerme firme, aunque siento que me desmorono.
Cada respiración que tomo es pesada, como si mi cuerpo no me perteneciera más. Hay algo… o alguien… que me está empujando fuera. Mi visión se torna borrosa, y de pronto… siento que no soy yo. Es como si mi conciencia quedara atrapada en una jaula dentro de mi propio cuerpo, observando todo desde lejos.
El frío me abandona de golpe. Mi respiración se vuelve calma, pero no soy yo quien controla los movimientos. Puedo ver a través de mis ojos, sentir la sangre corriendo por mis venas, pero no soy yo quien mueve los músculos. Mis manos ahora actúan con una precisión fría, sin emociones. Estoy aquí, pero atrapada, y una presencia oscura se apodera de cada fibra de mi ser.
Si ayudar o no hacerlo. Estos me ven atentamente cada uno de mis movimientos. Me acercó tanto al desconocido que sus mejillas se enrojecen y sus ojos verde esmeralda brillan con intensidad.
—¿Keiran?—Pregunto cuando lo tengo lo suficientemente cerca; este me ve con mucha más intensidad ahora y se muerde el labio completamente extasiado por la situación.
Mi voz suena diferente, más grave, cargada de una confianza que no es mía.
—¿Ya me recuerdas, princesa?
—¿Cómo olvidar tus ojos esmeralda llenos de maldad?
Algo en Keiran se apaga. —No eres mi princesa —dice mientras se le borra la sonrisa y sus ojos pierden ese brillo. Suspiró con frustración al darse cuenta.
Miro mi cuerpo y, esperando a que responda, no lo hace.
—Pero qué… —digo sorprendida, pero mi voz se escucha lejana, así como
—Estás en el estado huésped, solo ves, pero no puedes hacer nada más que eso. Es una gran habilidad que logré mientras tú dormías, que era donde tus defensas bajaban y los medicamentos intentaban hacer efecto —responde la voz que me atormenta mientras mira a Keiran con una sonrisa llena de satisfacción.
—¿Por qué tardaste tanto?—Pregunta con un tono de voz más helado, como si la situación le diera completamente igual. Escucho un ruido detrás de mí para recordar que Reiman sigue en la habitación.
—No dejabas de interferir en mis planes, pero de alguna manera me serviste, lograste asustarlo y ahora estamos aquí, aunque la última visita que le hice no parecía contento; parecía completamente molesto por la situación, ni hablar al darse cuenta que no podría llegar a tener a un Umbra de forma natural si no era volviendo a nacer.
—Ese maldito viejo —contesta Keiran mientras toma asiento y mi cuerpo se da la vuelta para mirarlo; este ojea las computadoras de Reiman y luego dirige su vista hacia él, que sigue bastante tenso—. Busca si los gemelos y la lunática se acercan. Están tardando demasiado en llegar.
Reiman me mira, y en su rostro logró ver algo que, hasta al ser que me poseyó, le causó escalofríos.
Reiman toma el brazo de Keiran y logra moverlo de la silla con una fuerza abismal, cosa que le causa más risa que molestia a Keiran.
—Sigues siendo el mismo niño de hace unos años —dice Keiran mientras toma otra silla para verle más de cerca a Reiman. Quiere molestarlo, se le nota, pero Reiman no se deja. Se queda viendo fijamente a las cámaras mientras teclea cosas que no comprendo bien.
—Dime Rei, ¿cómo está tu hermanita? —Pregunta mientras se apoya sus codos en el escritorio; una sonrisa llena de maldad se cuela en Keiran al darse cuenta lo tenso que logró ponerse Reiman—. Aaah, pobre muchacha, ¿Hace cuánto tiempo no la ves?