Los secretos del corazón

1|Bajo La Mira

ALICE

Bueno, recapitulemos.

Luego de la incómoda visita de los Evans a la casa de mi abue, pasaron algunas cositas.

Primero, mientras dormía, el fuerte sonido de algo quebrándose me despertó, por lo que mi lado curioso salió a la luz, dándome cuenta de lo que acontecía.

Amelia había terminado con su novio.

Claramente, fue algo que no se esperaba, y papá menos.

Pobre.

Él ya la veía casada y teniéndole hijos al famoso Zyran... Un jodido hijo de papi y mami, próximo a recibir la herencia familiar, la lujosa cadena de hoteles «Aurum».

Claramente, papá no iba a permitir eso, por lo que prometió a Amelia hablar con los Stevens para una posible reconciliación.

Y si... Dirás que bajo, pero así giraba el mundo para papá.

Maldito dinero.

Por otro lado, al amanecer, una inesperada salida me tomo por sorpresa.

¿Adivina nada más con quien?

Exacto, con la familia del chico zanahoria.

Mi progenitor aseguraba que una salida para disfrutar de la nieve iba a distraer a Amelia de su reciente ruptura, y que mejor idea que hacerlo con su antiguo amigo de instituto.

Por lo que terminamos aceptando su plan a regañadientes.

Termine de ajustar la bufanda alrededor de mi cuello y camine con pasos perezosos a la cocina, donde ya se encontraba mi abuelita preparando algo.

El dulce olor a chocolate llego a mis fosas nasales y me acerqué a ella.

Bese su mejilla y tome la taza que me tendió mientras le daba una sonrisa.

—Buenos días, abue— murmuré.

Ella me dedicó una sonrisa y contesto bajito.

—Buenos días mi niña—Intervino ella— ¿Dormiste bien?

Asentí y le di un sorbo a la bebida que yacía en la taza.

Iba a preguntar algo, pero justo mi hermana entro también a la cocina.

La observé, pero ella no pronunció ni una palabra.

—Se saluda, lo sabías, ¿no?

Bien, si me asusto la mirada que me dedico, pero no me iba a intimidar.

—¿Puedes dejar de ser tan ruidosa?—cuestiono—Estoy irritada, y tu voz me jode aún más.

Mi abue al ver la situación le dedico una mirada de reproche.

—Amelia...

—Déjala lita—Intervine y me giré de nuevo a la dirección donde estaba mi entusada hermana—¿Quieres un poco de chocolate? Siempre puede arreglar tu día.

Su expresión se oscureció aún más y me encogí un poco en mi asiento.

—En lugar de estar perdiendo el tiempo con tacitas deberías hacer algo que realmente valiera la pena—soltó la castaña de forma mordaz.

Ok, esto no sería lindo.

—Ya entiendo mejor a Zyran...— susurré de forma casi inaudible.

Sentí un suave manotazo en uno de mis brazos y volteé a ver a mi abuela con recelo.

No había dicho nada malo.

—Amelia cariño—Interrumpió mi abuela con tono suave, pero firme—todos tenemos días difíciles... Un chocolate no te vendría mal.

—¿Difíciles?—una sonrisa amarga invadió su rostro— ¿Y tú que sabes de difícil?—gruño y le dedique una mala mirada.

—No le hables así a mi abuela—dije irritada—No desquites tu frustración con nosotras.

Ella se cruzó de brazos y acercándose a mí, hablo con el odio desbordando de cada una de sus palabras.

—Por mí, todos se pueden ir a la mierda—comento—y no necesito de tu compasión ni la de nadie—termino girándose en sus talones y saliendo de la cocina, dejándome con mi abue en un tenso e incómodo silencio.

Genial, nos había jodido el chocolate y el resto de la mañana.

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Aunque el cielo estaba cubierto por las nubes espesas de suiza, seguía creando un paisaje precioso.

Mi aliento se condensaba en el aire frío, creando pequeñas nubecillas que desaparecían rápidamente.

Reí ante eso... eran de las pocas cosas que me gustaba hacer cuando había frío.

Sentí una presencia tras de mí, acabando con mi momento de soledad, y luego vi las siluetas de mi madre y Nathan posicionarse junto a mí.

—Nathan quiere enseñarte algunas técnicas de esquí—dijo mi madre—se le da muy bien y se me hace que es una buena idea que aprendas.

Negué notando sus intenciones, pero recibí una mirada amenazante de mi progenitora que hizo que cambiara de opinión.

—Madre...

—Alice... —Dijo en el mismo tono y bufé.

—Está bien...—dije forzando una incómoda y creíble sonrisa.

Mire al pelirrojo que parecía encantado con la situación, y desee borrar esa expresión de su rostro.

(...)

Joder, estaba cansada de que hablara tanto.

Yo solo necesitaba aprender a esquiar.

—Ahora, solo necesitas seguir el movimiento de tus piernas—inquirió él inclinándose y tocando levemente mi cadera, a lo que respondí apartándome de golpe.

—No manos, no nada—Le dije con voz dura.

El río por lo bajo y me dedico una sonrisa que no supe interpretar.

—Deberías relajarte un poco muñeca, solo esquiamos —dijo mientras daba un paso hacia mí.

Si él daba uno, yo daba dos, con el objetivo de mantener una distancia prudente.

—¿Y tú crees que no lo intento?—reclame— solo mantén tus manos en cualquier otra parte menos en mí y toda ira genial.

Él enarcó una ceja y contesto con un tono de voz más serio.

—Me he dado cuenta de que siempre te he visto como un desafío—Exclamo él—¿y sabes algo?—dio dos zanjadas hasta que estuvo completamente frente a mí—Me encantan las cosas difíciles.

Lo miré directamente a los ojos y con eso, basto para darle a entender todo lo que pensaba.

—Esquiaré por mi cuenta—Dije con ganas de dejar la conversación a un lado y empecé a caminar en dirección a donde se encontraban los demás.

Escuche su risa a mis espaldas y la ignoré.

Maldito.

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—¡Ya te he dicho que no me gusta nada ese chico para mi Ali, Thomas!—escuche a mi abue gritarle a mi padre desde mi habitación y me senté en la cama para oír mejor.




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