Epílogo de Holaguare - El Reino que Recuerda

He caminado bajo la lluvia sin fin de Holaguare.

He visto los rostros del bosque reflejados en los charcos,
y he comprendido que aquí,
nada muere del todo…
solo cambia de forma.

Los árboles me han contado sus historias,
los ríos me han mostrado lo que callan,
y la niebla; eterna, paciente,
me ha enseñado a mirar sin ver,
y a oír lo que no se dice.

En estas tierras aprendí que la vida crece mejor en la sombra,
que el perdón florece donde cayó la culpa,
y que el bosque nunca castiga…
solo devuelve lo que el alma siembra.

Vi hombres que se hicieron raíces para pagar su ambición,
mujeres que amaron hasta volverse agua,
y animales que enseñaron a los reyes el valor del desorden.

Todo aquí respira memoria.

Porque Holaguare no olvida.

Cada hoja que cae lleva en su forma el rostro de quien alguna vez buscó redención.
Cada pájaro que canta recuerda una promesa rota.
Cada sombra que se mueve entre los troncos
es el eco de alguien que aún no ha aprendido a irse.

Y sin embargo…
hay paz.

Una paz que no nace del silencio, sino del entendimiento.

El bosque no teme al dolor,
porque sabe que de él brota la semilla.

Y quién se atreve a perderse entre sus caminos,
acaba encontrándose en su reflejo.

Así dejo Holaguare atrás,
con las botas cubiertas de barro y el alma llena de raíces.

Me despido sin volver la vista,
porque en el bosque los adioses no se dicen en voz alta:
se dejan suspendidos en el aire,
para que la niebla los guarde.

Que los hombres recuerden:
no hay reino más sabio que el que escucha,
ni verdad más profunda que la que florece en silencio.

Y cuando el viento traiga olor a tierra mojada,
y el canto de los grillos suene como plegaria,
sabrán que Holaguare sigue despierto…

guardando las historias que yo solo tuve el honor de cantar.

**Porque mientras haya quien escuche,
el bosque seguirá vivo.

Y yo, el trovador sin patria,
seguiré caminando…

hasta que la última hoja caiga,
y el silencio aprenda a cantar por sí mismo. **