Soy Maeva. El día de hoy cumplí 15 años. No hay quinceañera para mí, tampoco existe festejo alguno. Para nadie lo hay en todo el mundo. El planeta perdió las celebraciones; ahora no son más que nimiedades.
Somos la familia Fontaine. Aún estamos completos, que es lo más importante. Mi vida ahora siempre está en estado de alerta… bueno, la de todos los Fontaine y la del resto de familias que están vivas todavía. Antes dormía plácidamente en una cama; ahora casi nadie lo hace. Se duerme en el piso con un ojo abierto y con el otro cerrado, hablando en sentido figurado. Estamos armados hasta los dientes.
Recuerdo cuando hace 2 años atrás empezó la tragedia. En las noticias estaban pasando un evento sobre un meteorito que se acercaba a la tierra. No estaban muy seguros de dónde caería, así que hicieron suposiciones de distintas regiones de a dónde iba a impactar la roca extraterrestre. Muchos destinos serían los encargados de recibir a nuestro invitado del espacio. Me estaba haciendo una coleta en el mueble mirando la tele, estaba haciendo calor y no teníamos aire acondicionado dentro.
Desde que tengo memoria, me fascinaron siempre las cosas fuera de este mundo. Aquel viernes por la tarde. Debía de estar haciendo las tareas para tener el sábado y el domingo libre de labores estudiantiles. Pero yo estaba fascinada con el meteorito y las tareas podían esperar. Decían en la tele que el meteorito no era tan grande. Empezó teniendo un aproximado de 50 metros de diámetro, pero luego se disminuyó a 12 metros cercanos. De igual manera iba a hacer un hueco enorme en la tierra, en el lugar que cayera.
Toda mi familia estábamos pegados a la tele mientras que la reportera estaba dando el informe. De repente, aconteció que el meteorito se disolvió antes de atravesar la atmósfera. Fue un evento decepcionante. O sea. Era malo si caía en una casa, eso es obvio que iba a ser algo muy malo, pero si tenía un destino en el desierto o en algún lugar apartado de donde habita la gente. Hubiera sido un evento admirable de ver por la tele, o por las redes sociales. Sin embargo, ya no había nada bueno que ver en el pueblo de "Santa Colina." Que quedaba en nuestra querida ciudad de Mainorf. "Donde todos los sueños se hacen realidad." Lo decía un comercial de casas de madera. Claro que ese comercial incitaba a acabar con el oxigeno de la tierra. Ya que los árboles son los pulmones del mundo. Cortaban nuestro oxígeno para hacer sus casas. No me pareció muy prudente que digamos, pero así funcionaba la vida por aquel entonces. Santa Colina no me pareció un nombre correcto ya que en este lugar existen cientos de colinas. Debería de haber sido. Santas Colinas. Pero el que le puso nombre a nuestro pueblo no sabe conjugar el plural. Es algo muy común de ciertos ciudadanos. A mí me parece ilógico. Pero bueno, quién soy yo para opinar qué nombre debe tener un sitio.
Me puse a hacer la tarea dos horas después del evento fallido y luego aún faltaba hacer las otras tareas. "Obligaciones de casa", como usualmente le llamaba papá. Me puse una vieja camisa con cuadros rojos que era de mi papá. Le corté las mangas unos días antes para que no me quedara larga de mangas. Me la ponía para cuando me tocaba hacer mis obligaciones, y el largo de la camisa me llegaba hasta las rodillas, por eso tenía que meterla por dentro de mi pantalón.
Todos teníamos que hacer quehaceres en casa. No importaba la edad. Desde los 10 años hacía trabajos. Papá dijo que todos teníamos que ser útiles para la vida, así sea desde corta edad. Tengo dos hermanos. Julen y Elodie.
Estaba dándole de comer a los caballos y cuando estaba por llevar un paquete de heno en una carretilla, papá me detuvo para decirme. -Maeva, ven mira.
Al ir a ver lo que papá tenía que mostrarme. Quedé pasmada ya que estaba nevando colina abajo, ya que vivíamos encima de una colina. Los árboles taparon mi visión de la nieve. Se podía ver todo claramente desde el filo de la colina donde nos detenía un cercado de madera, como el que acorrala a las vacas, el cercado llegaba a la mitad de mi cuerpo, lo hicieron para que nadie cayera precipicio abajo. La colina es recta en esa parte y una caída desde ahí es una muerte segura.
No podía creer lo que veían mis ojos. Me acerqué al precipicio y quise salir corriendo, bajando las escaleras de la colina para experimentar la nieve.
Donde se ubicaban las escaleras de madera para bajar o subir por la colina de donde habitabamos, era un lugar donde no había una pendiente recta. Sino que esa parte estaba más inclinada.
En la ciudad de Mainorf nunca ha nevado. No conocíamos la nieve. He conocido de antemano que existen muchos países donde la nieve es muy común. Lugares como en los Estados Unidos. Canadá. Noruega, Finlandia y muchísimos países más. Es común que en esos países existiera la nieve, pero acá nunca existió. Me resultó sorprendente. Allí en el rancho de la colina no estaba cayendo nieve.
La carretilla donde tenía el paquete de heno se volteó, pero no me importó dejarla botada. Iba a bajar apresurada y papá me dijo que después de darle de comer a los caballos. Cedric, mi padre, es un hombre de principios. Vamos a la iglesia los fines de semana y cada vez que quiero apresurarme en algo, suele decirme las mismas palabras de toda la vida. El apuro trae cansancio. Todo a su debido tiempo.
Por ello continué con mis obligaciones. Luego de terminar mis responsabilidades apareció Julen corriendo, pero Elodie aún no había terminado de arreglar su habitación. Antes le había tocado barrer toda la sala, que no es muy grande por cierto. Tiene 8 y es peque. Pero aún así papá ya la veía como si fuera toda una adulta.
Estaba observando cómo la multitud de gente sacaban la lengua para que los copos de nieve entren a su boca. Estaba desesperada al igual que Julen pero teníamos que disimular que podíamos ser pacientes. No podíamos ayudar a Elodie y yo rogaba para que esta se apure. Luego salió mamá de casa para admirar también la nieve. Se estaba acumulando por grandes cantidades en el piso. Los parajes se habían cubierto en su totalidad. Tuve ansiedad, pensé que no era justo que papá ponga a hacer quehaceres a Elodie. Ella aún era muy pequeña. Yo empecé a los 10 años y ella por qué tenía que hacer quehaceres domésticos a los 8. Le dije a Julen sobre mi incomodidad y él resopló un mechón largo de cabello oscuro que con el viento había caído a su boca. Y al despegar sus labios me dijo. Ya conoces cómo es papá de exigente.
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Editado: 21.08.2025