Los Susurros Del Castillo

Capítulo VIII. La carta que no fue dejada... fue confiada

Capítulo VIII. La carta que no fue dejada… fue confiada

Maelis

Desperté antes de que el sueño terminara. Aún tenía la flor negra en la boca, al menos eso creí. Pero cuando me senté, el aire estaba limpio.

No recordaba haber llorado, sin embargo, las sábanas olían a sal. No del mar. De despedida. Sobre el pecho, doblado en cuatro y cerrado con un sello de cera derretida, había un papel. Lo reconocí sin tocarlo.

Thais.

Sus palabras no leídas ya me apretaban el pecho. No sé por qué temblaba, no era por miedo. Era esa sensación que da la verdad cuando por fin te alcanza.

Rompí el sello. Lo olí. Dalías. Y luego comencé a leer, pero la voz en mi mente no era mía. Era de ella.

¿Creías que me había ido? Yo tampoco…

Seguí línea por línea, cada frase era un dedo sobre mi garganta, no para ahorcarme…
sino para sostenerme. La carta hablaba como si Thais hubiera estado aquí todo este tiempo, como si conociera los pasos que apenas iba a dar. Como si ella supiera de Averen más de lo que me confesó jamás.

Y al leer:

“Ríete, porque sí, es peligro…”

Solté la hoja. No porque no pudiera seguir. Sino porque todo mi cuerpo dijo “yo ya sabía.”

Sentí que mi corazón se abrió como una sala que no me pertenecía, y algo dentro murmuró: “Vas a recordar. Aunque no quieras. Aunque no te convenga.”

Lloré. No solo por lo que decía, sino por lo que callaba.

Thais no me dejó una advertencia. Me dejó un permiso.Y ahora… yo también estaba cruzando algo. Algo que ya no sería reversible.

Salí al pasillo. Con la carta en la mano. El castillo estaba más frío de lo usual, pero no me asustó, porque por primera vez desde que llegué… me sentí acompañada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.