Los Susurros Del Castillo

Capítulo XII. La vez que no estuve... pero sangré igual

Capítulo XII. La vez que no estuve… pero sangré igual

Averen

Soñé con ella. No como ahora. No como es. La soñé más niña. No por edad, por algo peor: por pureza.

Estábamos en el bosque que ya no existe.
El de las raíces cruzadas como dedos que susurraban hechizos.

Maelis caminaba de espaldas a mí. Vestía de blanco, y sin embargo, todo lo que la tocaba se teñía de ceniza. Incluyendo la flor en su cabello.

Una dalia. Pero roja. Como si aún no hubiera cometido su primer silencio.

Yo la seguía. No con pasos. Con culpa.

Sabía que no era bienvenido. Sabía que este no era un sueño mío. Sabía que estaba dentro de su recuerdo… sin su permiso.

Sin embargo, ella se detuvo. Giró el rostro hacia mí. Sonrió y dijo:

—Llegas tarde otra vez.

Su voz no era reproche. Era pena. Y eso me destrozó.

Extendí la mano, quise acercarme; pero el bosque decidió otra cosa. Entre nosotros, creció una raíz. Luego otra. Luego cien. En segundos, un muro viviente nos separaba. Pero yo aún la veía a través de las ramas. Y lo último que dijo antes de desaparecer fue:

—Tu reflejo me olvidó. Pero tus manos aún saben dónde me rompí.

Me desperté, con los dedos manchados. No de sangre, de tierra. Y al mirar al suelo, una dalia roja. Abierta. Fresca.

Ella también soñó. Estoy seguro. Y esta vez… sí me dejó entrar.

Con barro en las uñas, con la dalia roja aún viva en la memoria… y con algo latiéndole en el pecho que no le pertenece del todo.




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