Capítulo XV. El fragmento que eligió reaccionar
Maelis
Lo encontré sin buscarlo. Como todo lo verdaderamente importante en este castillo.
Había un nicho entre los pasillos bajos. Uno pequeño, torcido, cubierto de musgo que no debería crecer en piedra. Y en él: un estuche.
De cuero pálido. Casi blanco. Marcas de edad como venas viejas. Y una runa grabada… que no reconocí. No la toqué de inmediato. Sentía calor. Eso me asustó. No debía sentirse así. Nada aquí siente así.
Di un paso atrás. Pero el estuche se abrió solo.
Dentro: un objeto largo, delgado. Un silbato. Hecho con hueso de algún animal que ya no existe. Y entre las tallas… un símbolo que me paralizó. Lo había visto antes. No en libros. En un sueño. En él.
Tomé el objeto. No pesaba nada Y sin soplar, emitió un sonido.
No audible. No exactamente. Pero lo sentí. En el pecho. Como si algo en mí acabara de responder: “Estoy aquí.”
Caí de rodillas. No por dolor, por reconocimiento. Y el castillo… el castillo se inclinó hacia mí. Las luces bajaron. Las paredes temblaron como si acabaran de ver a alguien regresar.Y de la nada, una frase en el aire: no escrita. no dicha. solo… sabida.
“El primer fragmento ya respondió. Faltan dos.”
Yo no sabía qué fragmentos. Yo no sabía por qué respondía. Yo solo sabía algo que no quería aceptar:
Averen. Esto… fue tuyo.
Y ahora responde a mí.