Capítulo XVI. El fragmento me llamó por su nombre… pero no usó mi voz
Averen
Lo sentí.
No como magia. No como hechizo. Como latido bajo la piel.
Estaba en el Ala Norte, donde las bóvedas conservan registros de decisiones que nunca debieron ser tomadas. Estaba solo. Pero el fragmento no lo estuvo. Reaccionó.
Un pulso. Una vibración en el esternón, como si alguien soplara desde adentro hacia fuera.
Corrí. No físicamente. Mi sombra lo hizo primero. Se desprendió de mí y fue en dirección a la sala del musgo, donde escondí el fragmento hace siglos.
Pero ya no estaba escondido.
Ella lo encontró. Y el objeto respondió.
No a mí. A su tacto. A su voz interna, esa que Maelis aún no reconoce, pero el castillo sí.
Supe, sin verlo, que lo activó. Porque el estuche se partió en dos. Porque la runa apareció en mi antebrazo. Porque mi reflejo, en el cristal ritual, desapareció por cinco segundos.
Nunca había sucedido.
Y eso significa solo una cosa: El ciclo está activo. El primero de los tres fragmentos ya reconoció a su nueva portadora. Y yo… yo no soy el guardián.
Ya no.
Fui historia. Ahora soy advertencia.
Y esa advertencia camina por los pasillos, sin saber que cuando despierte el segundo fragmento… algo que duerme en mí también va a abrir los ojos. Con el fragmento latiendo en su mano, caminará hacia el lugar donde se custodian las reliquias prohibidas… y alguien del clan la verá. Y fingirá no saber, pero su sombra lo traicionará.