Capítulo 4: El Escándalo en el Baile
La gran sala del castillo estaba deslumbrante. Un techo de cristal dejaba entrar la luz de la luna, y miles de luces flotantes danzaban por el aire como pequeñas estrellas que parecían seguir el ritmo de la música. Algunas emitían destellos dorados, otras tonos azules y rosados, y todas reflejaban la magia de los presentes, creando un ambiente que mezclaba celebración y tensión contenida.
Solo los príncipes más jóvenes permanecían concentrados en sus planes: Adán, Daniel, Lady, Elías y Angel, mientras los hermanos Winston y Adanys caminaban con arrogancia, sin imaginar que esa noche sería diferente.
Lady, con su vestido ligero que brillaba entre los destellos, se acercó a Adanys con una sonrisa calculada:
—¿Quieres bailar conmigo? —preguntó con voz dulce, fingiendo inocencia.
Adanys aceptó confiada, sin percibir que Lady estaba trazando cada movimiento para su plan de venganza. Apenas comenzaron a girar entre las luces flotantes, Lady empezó a burlarse de manera sutil: comentarios exagerados sobre cómo Adanys movía los pies, risas fingidas que parecían inocentes pero estaban llenas de ironía.
De repente, Lady dejó caer una lágrima fingida y exclamó con dramatismo:
—¡Me golpeó! ¡Me golpeó!
El murmullo se propagó como fuego. Daniel, Adán, Elías y Angel reaccionaron al instante, rodeando a Lady y mostrando una postura defensiva, mientras las luces flotantes centelleaban más intensamente, como si la magia misma reconociera la tensión y el peligro en el aire.
Los invitados se acercaron, curiosos y alarmados. Las pequeñas luces flotantes se reflejaban en los trajes, los cristales y el suelo de mármol, intensificando la sensación de que la sala estaba llena de energía viva.
El rey Winston y el padre de Adanys, el rey desmon, llegaron rápidamente. Los destellos de las luces flotantes iluminaban sus rostros serios mientras escuchaban las acusaciones de los niños. El rey Winston frunció el ceño y habló con voz grave:
—¿Qué significa esto?
—Dicen que mi hija fue agredida —respondió el rey desmon, cruzando los brazos con autoridad—.
Los niños insistieron en su versión, y la discusión se trasladó rápidamente al despacho del rey Winston. Allí, los reyes discutieron sobre la veracidad de las acusaciones, pero el rey Winston tomó la decisión con firmeza:
—Adanys, debes disculparte. Ahora mismo.
Al principio, Adanys lo hizo de manera sarcástica, murmurando palabras vacías. Pero al ver la seriedad en los ojos de los reyes y el respaldo silencioso de Lady y sus aliados, finalmente tuvo que ponerse de rodillas y pronunciar una disculpa real.
Lady, con su carita tierna iluminada por las luces flotantes, miró al rey Winston y preguntó:
—Señor, ¿puedo ir al cuarto de Adanys?
El rey Winston, intrigado pero confiando en Lady, asintió. Lady se dirigió rápidamente al cuarto de Adanys y, con precisión, lanzó la poción especial que su prometido Drey había preparado. La poción impactó en Adanys, dejándola sin poderes mágicos.
Al regresar al salón, Lady caminó entre las luces flotantes con pasos seguros y la cabeza erguida, reflejando la confianza de su victoria. Con voz firme y divertida, comenzó a humillar a Adanys frente a todos:
—Desde hoy y hasta que termine la festividad, no vas a salir al festival. Estás castigada por tus acciones, y espero que aprendas la lección.
Daniel, Elías y Angel la rodearon, mostrando apoyo y autoridad mientras las luces flotantes reflejaban su poder y determinación. Adán, observando la escena, sintió por primera vez que la justicia podía prevalecer y que ahora tenía amigos que lo protegerían.
El baile continuó, pero la atmósfera había cambiado. Las luces flotantes parecían moverse con intención, centelleando más rápido y formando pequeños destellos alrededor de los protagonistas, como si celebraran la estrategia y la venganza perfectamente ejecutadas.
Lady, con un gesto teatral, añadió:
—Espero que aproveches este tiempo para reflexionar, Adanys. Porque la próxima vez que nos veamos, no habrá poción que te salve.
La multitud observaba en silencio, mientras los príncipes y princesas que habían estado distraídos ahora comprendían que Lady y sus aliados habían tomado el control de la situación. La magia del ambiente, las luces flotantes y la tensión acumulada hacían que cada movimiento se sintiera épico, y todos sabían que subestimarlos sería un error que no olvidarían jamás.
Esa noche, el baile no fue solo una celebración. Fue la demostración de que la astucia, la estrategia y la magia combinadas podían superar la arrogancia, y que incluso alguien con solo 3% de magia, como Lady, podía cambiar el rumbo de todo un festival.